Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

04/04/2015 - 12:03 am

A favor de la intolerancia

Antes que nada, una confesión: soy intolerante pero estoico.             Los discursos que defienden la tolerancia se acumulan por centenas. La mayoría se detienen en hablar a favor de las minorías, ya sean sexuales, raciales, de género o religiosas. Son tantas que, en ocasiones, uno se puede encontrar propuestas tan peculiares como aquéllas que abogan […]

Antes que nada, una confesión: soy intolerante pero estoico.

            Los discursos que defienden la tolerancia se acumulan por centenas. La mayoría se detienen en hablar a favor de las minorías, ya sean sexuales, raciales, de género o religiosas. Son tantas que, en ocasiones, uno se puede encontrar propuestas tan peculiares como aquéllas que abogan por la tolerancia a la existencia misma de grupos o preferencias de los cuales ni estábamos enterados o que, en sí mismos, nos parecen una ridiculez: toleremos a los extraterrestres, a los niños cristal, al esoterismo o hasta a los animales.

            Así es como el concepto mismo de la tolerancia se va trastocando. Por una parte, agrupándolo todo, por la otra, dirigiéndolo mal. ¿Por qué tendría yo que tolerar a los animales o a los extraterrestres? ¿Por qué tendría alguien que hacerlo? No son grupos vulnerables en sí mismos. Convivimos con los animales sin problemas (salvo algunas fobias) y los extraterrestres quieren conquistar el mundo.

            La tolerancia como concepto tiene nuevos matices. Como nos parece normal tolerar ciertas cosas, se asume que debemos tolerarlo todo. Pero tolerar no es algo positivo. A diferencia del respeto, la tolerancia implica aguante, resignación, dejar pasar o aprender a vivir con ello.

            Vamos por partes. Yo respeto a todas las minorías ya mencionadas y a muchas más. Las respeto en tanto me parecen válidas sus posturas. Respeto a mis amigos con quienes discuto acerca de la mejor forma de educar a nuestros hijos. Discutimos, confrontamos puntos de vista y argumentamos. Si, a la larga, no coincidimos, al menos nos respetamos. Y ese respeto descansa en una máxima: la de que, quizá, ellos tengan la razón. Así pues, si un amigo opta por educar a su hijo en su casa y otro por meter a los suyos a una escuela militarizada porque ahí aprenderá de disciplina, los respeto. Uno no tiene la habilidad de ver el futuro, de ser metaconsciente para descubrir que cada decisión estará avalada por lo que sucederá dentro de algunas décadas. Todos somos susceptibles de equivocarnos.

            Pero la tolerancia no es respeto. Como ya dije: es aguante.

            Que alguien diga que tolera a los homosexuales o a los mormones lo pone en un estadio de falsa superioridad moral. ¿Acaso también busca ser tolerado por los otros? No. Esa persona asume que está bien y los demás no… aunque los tolera.

            Tolerar la existencia del otro, qué ridiculez.

            La tolerancia no es una virtud y menos si se le piensa como un absoluto, como nos obligan a creer los miles de posts en Facebook o las noticias en los periódicos. Seamos pragmáticos.

            Yo respeto las preferencias sexuales de mi vecino. Es libre de hacer lo que le venga en gana con quien quiera. No dudo que se la pase bien y que su forma de encontrarle sentido a la vida de pareja sea válida. No tolero, en cambio, que lleve más de un año haciéndole remodelaciones a su departamento. Van más de trece meses en que el golpeteo es incesante. Lo peor es que está en su derecho. Pide mi comprensión. No mi tolerancia ni mi respeto. Lo comprendo pero ya no lo aguanto.

            Tampoco tolero a mi vecina de al lado. Entiéndase bien, respeto por completo que sea miembro de uno de esos nuevos cultos que cantan loas a quién sabe qué arcano. Hasta respeto que me haya invitado alguna vez a participar de su credo. Lo que no tolero es que se estacione fuera de su lugar asignado, invadiendo el mío, porque eso implica que, cada tanto, debo subir para pedirle que mueva su coche ya que no puedo acomodar el mío.

            Respeto, incluso, a un conocido paranoico que encuentra teorías conspiratorias por doquier. Si él está convencido de que los extraterrestres van a conquistar el mundo, enviando larvas gigantes que terminarán devorándonos, está en su derecho. Me parece tan válido como interesante. Cada quien es libre de atarse a la más disparatada de las creencias. Lo que no tolero es que haya intentado convencer a mi hijo mayor de ello, generándole un poco de angustia.

            Propongo que seamos más intolerantes y que lo digamos sin miedo a no ser políticamente correctos: “no tolero tus desplantes, la música que escuchas, el olor de tu perfume, que no te bañes diario y me quieras saludar de beso”. Para el resto de las cosas, las que definen a las personas, la tolerancia no es útil. Al contrario, sigue partiendo de una falsa superioridad moral que nada tiene que ver con el respeto. En verdad, cada vez tolero menos a ese tipo de tolerantes.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas