Discursos de la desestabilización (I: las guerrillas urbanas de los setenta)

03/12/2014 - 12:03 am

¿Qué es la provocación? Para la izquierda, es una forma de acción que parece revolucionaria; sin embargo, su finalidad real es justificar las medidas represivas

Alberto Moravia

Si deseamos preservar nuestra todavía naciente democracia, es necesario hablar claro de todos los temas, empezando por los más polémicos. Al contrario, pretender que hay cosas que “no son tema” o banalizar términos en consignas, memes o perfiles de redes sociales sólo abona a quienes buscan pescar a río revuelto a costa de la institucionalidad.

La palabra “desestabilización” se usa en política en casos excepcionales, debido a que habla de personas que abiertamente desean colapsar a un sistema. Y cuando se le menciona es para llamar a la unidad en torno a las instituciones. Esto es, se trata de un término

Cierto, tanto el PRI como el presidente la usaron de manera que no se debería, señalando políticos que han hecho su carrera medrando de un discurso de victimización y pidiendo cerrar filas en torno al proyecto “del presidente”, ignorando que las reformas que se han llevado a cabo contaron con el apoyo de casi todos los partidos. De esa forma contribuyeron a enturbiar más el ambiente político que a dar respuesta a la indignación. Sin embargo tomarlo a chiste en vez de pensar por qué se dijo complica más los problemas.

Por lo anterior en las siguientes tres editoriales se hablará sobre el tema de la desestabilización: qué ha significado desde los años sesenta, qué elementos de este discurso permanecen al día de hoy y qué podríamos debatir si no deseamos banalizar este debate como otros. Debido al grado de polémica, se evitará emitir juicios de valor, privilegiando hechos y textos citados.

Una acotación adicional: las referencias que se hagan no van encaminadas a justificar o eximir a la autoridad de las sospechas que se han levantado sobre la legalidad de las detenciones que ha realizado contra activistas y participantes de marchas al no respetarse el debido proceso. El objetivo de los siguientes textos será aportar elementos al debate para que, a través del contraste entre posturas opuestas, podamos entender mejor dónde estamos parados y podamos encontrar caminos de solución más asertivos que el simple intercambio de memes y consignas.

Teorías de la desestabilización

Para entender mejor el tema es preciso entender el contexto: la guerra fría, donde cada superpotencia trataba de crearle un problema a la otra en su traspatio como parte de sus estrategias para dominar. En el caso del hemisferio occidental, las guerrillas y movimientos terroristas tuvieron su auge y decadencia entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado.

Estos movimientos, al encontrarse inspirados por el comunismo, compartían ideas y textos que inspiraban su actuación y estrategias. Uno de ellos era el Mini manual para la guerrilla urbana, del brasileño Carlos Marighella, publicado en 1968. La obra se puede descargar fácilmente en inglés y español a través de cualquier motor de búsqueda.

Marighella (1911-1969) era un teórico revolucionario que a través de este mini manual buscaba proveer una serie concisa de tácticas para colapsar la democracia en su país e instaurar un régimen comunista como en Cuba. El autor murió un año después de la publicación de su obra, víctima de las tácticas que promovió.

¿Cómo propone el Mini manual alcanzar ese objetivo? Provocando al Estado para que muestre su cara represiva, y a través de esto hacer que el pueblo sienta simpatía por las causas autodenominadas “populares”. Es decir, las guerrillas urbanas deben utilizar violencia revolucionaria para identificarse con las causas populares y así obtener una base de apoyo. Entonces:

“El gobierno no tiene otra alternativa que intensificar la represión. Las redadas de la policía, los cateos de residencias, las detenciones de personas inocentes y otras actividades hacen que la vida en la ciudad sea insoportable. Se produce el sentimiento general de que el gobierno es injusto, incapaz de resolver problemas, y recurre, pura y simplemente a la liquidación física de sus oponentes. La situación política se transforma en militar, donde los militaristas parecen ser cada vez más los responsables de los errores y la violencia. Cuando los pacificadores y los oportunistas de derecha ven a los militaristas al borde del abismo, se dan la mano y les piden a los verdugos que haya elecciones y otros trucos destinados a engañar a las masas.

“Rechazando la ‘pretendida solución política’, la guerrilla urbana debe hacerse más agresiva y violenta, recurriendo, sin piedad, al sabotaje, el terrorismo, las expropiaciones, los asaltos, los raptos y las ejecuciones de modo que se realce la situación desastrosa en la que tiene que actuar el gobierno”.

En ese mismo tenor, activistas y líderes de movimientos clandestinos como el italiano Giangiacomo Feltrinelli retomaron algunos conceptos y los desarrollaron. En uno de sus artículos titulado Italia 1968: guerra de guerrillas política, decía que la tarea de la guerrilla era “violar abiertamente la ley […] desafiando y ultrajando las instituciones y el orden público, en todas las formas posibles. A continuación, cuando el Estado intervenga como resultado, con la policía y los tribunales, será fácil denunciar su dureza y sus inclinaciones represivas dictatoriales”.

En breve, la desestabilización se entendía como todo ataque físico contra las instituciones y personas que las representan, el cual iba desde el sabotaje hasta el asesinato, para generar desconfianza popular hacia el Estado y ganar adhesiones al movimiento revolucionario.

Las dos caras del movimiento

También durante esos años las diversas organizaciones clandestinas tenían dos brazos, según el modelo diseñado por un revolucionario moscovita de nombre Nicolai Ishutin en 1866. El brazo político abierto realizaba los trabajos pedestres de propaganda y agitación para la insurrección en escuelas, bibliotecas, refugios para intelectuales provincianos y clubes provinciales. Por otra parte la rama secreta se dedicaba a asesinar, asaltar a mano armada y otras tácticas intimidatorias; con el fin de introducir tanto a terroristas como a delincuentes a la escena rusa radical del siglo XIX.

Este doble frente era común en los diversos movimientos revolucionarios, desde el Ejército Revolucionario Irlandés y el Sin Fein, pasando por todos los frentes populares de Iberoamérica.

¿Qué sucedió?

Como se puede observar al día de hoy, las ideas de Merighella no llevaron a regímenes comunistas en Europa o Iberoamérica. Sin embargo los principios del Mini manual colapsaron a las democracias en nuestro hemisferio, sobreviniendo dictaduras militares igual de sangrientas a la violencia que generaron. En Europa se tuvo más suerte: los gobiernos pudieron hablar claramente de estos problemas y lograron que la población cerrase filas en torno al orden institucional.

A la caída del socialismo histórico el Mini manual parece ser una pieza anacrónica. Sin embargo eso no significa que siga siendo de uso para grupos minoritarios y radicales. Incluso algunos de sus principios y tácticas pueden ser reciclados de alguna u otra forma en el siglo XXI.

Fernando Dworak
Licenciado en Ciencia política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestro en Estudios legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (FCE, 2003) y coautor con Xiuh Tenorio de Modernidad Vs. Retraso. Rezago de una Asamblea Legislativa en una ciudad de vanguardia (Polithink / 2 Tipos Móviles). Ha dictado cátedra en diversas instituciones académicas nacionales. Desde 2009 es coordinador académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM.
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