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Sanjuana Martínez

03/12/2012 - 12:02 am

Balas de goma

Lo que mal empieza, mal acaba. El sexenio de Enrique Peña Nieto inició mal, muy mal. Los hechos registrados durante la toma de posesión son ciertamente graves: siete horas de disturbios, además de 105 heridos y decenas de detenidos. El descontento social es evidente. Las formas de protesta son variadas, los desmanes y la violencia […]

Lo que mal empieza, mal acaba. El sexenio de Enrique Peña Nieto inició mal, muy mal. Los hechos registrados durante la toma de posesión son ciertamente graves: siete horas de disturbios, además de 105 heridos y decenas de detenidos.

El descontento social es evidente. Las formas de protesta son variadas, los desmanes y la violencia de los manifestantes no son cosa aceptable, pero tampoco la brutal actuación policial.

La imagen del Palacio Legislativo de San Lázaro, sitiado por cinco mil policías reprimiendo las provocaciones de algunos manifestantes que lanzaron cocteles molotov, es la imagen de México, el reflejo claro de la situación del país. Si Peña Nieto hubiera ganado limpiamente las elecciones, no habría tenido necesidad de amurallarse para poder recibir la banda presidencial en una ceremonia de apenas siete minutos, ni de atacar con toda la fuerza del Estado a los inconformes que supuestamente son anarquistas. Muchos anarquistas surgirán durante los próximos seis años.

Peña Nieto llega a Los Pinos como su antecesor: cuestionado por la falta de legitimidad en las urnas. Fue ungido como nuevo “inquilino de Los Pinos” por los poderes fácticos: la televisión y los dueños del dinero. Seguramente para algunos será “presidente”; para muchos otros no lo es, ni lo será nunca. Tendrá que cargar con el estigma de ilegitimo y más le vale irse acostumbrando desde el primer día.

Su gobierno será cuestionado durante todo su sexenio. Y no está justificado el uso de la fuerza brutal de la policía para reprimir expresiones de inconformidad. Sin justificar la actuación violenta de los manifestantes, es necesario alzar la voz para exigir un alto a la represión. La Policía Federal se atrevió a utilizar balas de gomas que están prohibidas.

El número de heridos, algunos de ellos de gravedad como Juan Francisco Kuy Kendall de 67 años con traumatismo craneoencefálico, a quien le indujeron un estado de coma, da cuenta de la reacción de la Policía Federal que negó haber usado balas de goma y afirmó que sólo estaba utilizando gas pimienta y agua para disolver las protestas.

Una mentira como tantas otras. El agua y el gas no lastiman con esta contundencia: de los 105 heridos, 29 requirieron atención hospitalaria; de estos últimos, nueve fueron trasladados al Hospital Central de la Cruz Roja Mexicana en Polanco.

El maestro de teatro Kuy Kendall, está grave: los médicos que lo atienden han dicho a su familia que a causa del impacto de bala de goma que se incrustó en su cabeza, tuvo una fractura de 10 centímetros de diámetro hacia el interior del sistema nervioso central con pérdida de masa encefálica, por lo cual, si sobrevive, tendrá lesiones irreversibles.

Entre los heridos por los impactos de balas de goma, está Julián Luna Guzmán, de 23 años, quien fue intervenido quirúrgicamente por fractura expuesta en el brazo derecho y Juan Uriel Sandoval Díaz, de 22 años, estudiante de la UACM, por un impacto de bala de goma en el ojo derecho. Y el colmo: mientras los médicos intentaban salvarle el ojo al joven estudiante, la Policía Federal acudió al hospital con una orden de aprehensión para intentar detenerlo.

Estos hechos tienen que investigarse. Los policías responsables deben ser investigados y sancionados. Dejarlos en la impunidad sería una muy mala señal en el inicio sexenal. El máximo responsable de esta sangrienta represión es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien debe dar una explicación e incluso en un acto de decencia, ofrecer su renuncia.

Como era de esperarse, las transmisiones en vivo de los hechos en el exterior y el interior del Palacio Legislativo fueron manipulados por Televisa, TV Azteca y Milenio Televisión. Transmitieron lo que a sus intereses conviene, ocultando el minuto a minuto de la protesta y la represión policial. Censuraron deliberadamente la gravedad de los hechos.

Pero el poder absoluto de la televisión y los dueños del dinero en México que llevaron a Peña Nieto a Los Pinos, tiene varios resquicios por donde se cuela la aplastante realidad: las redes sociales. Muchos mexicanos decidimos informarnos de lo que estaba pasando a través de Internet, fue así como pudimos darnos cuenta del desastroso inicio de sexenio.

En el interior, las televisoras aliadas con el poder en turno, también manipularon las transmisiones, pero supimos que el poder priísta no permitió guardar un minuto de silencio por los 80 o 100 mil muertos de Felipe Calderón y su guerra delirante.

Las éticas transmisiones televisivas tampoco nos dejaron ver las protestas de los diputados de izquierda contra el saliente y el entrante. Según La Jornada, hubo imágenes de tarjetas de Monex y Soriana impresas en cartulinas, en alusión a la compra masiva de votos por parte del PRI para lograr consumar la imposición de su candidato. Y lemas como: “Presidente de las televisoras, protagonista de la simulación”; “Presidencia comprada” y “Candidato de telenovela, presidente de la ilusión”.

También se exhibieron protestas contra el ex presidente Calderón, acusado por crímenes de lesa humanidad ante el TPI: “Entregas la silla bañada con sangre”. Las formas de protesta contra el más indolentes de los presidentes que ha tenido México incluyó cruces negras de plástico y las colocaron frente a sus curules.

Aquello parecía una puesta en escena mal hecha. Y al día siguiente, continuó la simulación con un supuesto pacto por México firmado por los partidos, incluido el PRD, con lo cual ahora tendremos que decir PR(D)IAN cuando nos refiramos a los acuerdos.

Frente al desastre humano por los heridos de gravedad y los detenidos, Marcelo Ebrard sale públicamente condenando los desmanes y daños en propiedad ajena ocasionados supuestamente por cuatro organizaciones anarquistas Bloque Negro México, Cruz Negra y Coordinadora Estudiantil Anarquista.

La cuarta, que incluso Ebrard prefirió no mencionar por su nombre, es el nuevo Ejército Popular Magonista de Liberación Nacional, un grupo que difundió sus planes justamente el sábado violento de la toma de posesión: “A partir de hoy no daremos tregua, sentirán la violencia y el fuego en su propia carne”.

Ya se sabe, cuando la protesta no encuentra sus cauces de libertad y se reprime con violencia, surgen nuevas formas de expresión violenta. ¿Cuántos ejércitos más surgirán con la recién estrenada opresión peñanietista?

Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.

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