El tema cobró prominencia hace poco cuando una patrulla abocada a la erradicación de cosechas ilegales fue emboscada en el estado sureño de Guerrero y tres soldados murieron. Otros gobiernos hubieran llenado la zona de soldados, pero López Obrador insistió en que quería evitar enfrentamientos armados. Si hay algo que no quiere que suceda durante su Gobierno es matanzas del Ejército como las que han ocurrido en el pasado en México.
Todo esto plantea un dilema al Ejército: Los cárteles de las drogas y otras bandas delictivas están usando como escudos humanos a lugareños armados con piedras y garrotes, y el Ejército no logra controlar estas situaciones usando armas no letales, como gases lacrimógenos y lasers.
Por Mark Stevenson
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — El Ejército mexicano –la última línea de defensa contra la violencia de las bandas delictivas– se las ve en figurillas para llevar a la práctica el deseo del Presidente Andrés Manuel López Obrador de evitar confrontaciones en la lucha contra organizaciones que son cada vez más agresivas y que a menudo usan a la gente como escudo.
López Obrador le dio al Ejército un papel mucho más prominente que el que ha tenido en décadas, pero al mismo tiempo ordenó evitar bajas civiles. En los últimos meses, las patrullas han sido maltratadas, desarmadas y humilladas por la población. Pero la paciencia del Ejército parece estar llegando a su fin y los soldados han disparado al aire en enfrentamientos recientes.
El tema cobró prominencia hace poco cuando una patrulla abocada a la erradicación de cosechas ilegales fue emboscada en el estado sureño de Guerrero y tres soldados murieron.
Otros gobiernos hubieran llenado la zona de soldados, pero López Obrador insistió en que quería evitar enfrentamientos armados. Si hay algo que no quiere que suceda durante su Gobierno es matanzas del Ejército como las que han ocurrido en el pasado en México.
Todo esto plantea un dilema al Ejército: Los cárteles de las drogas y otras bandas delictivas están usando como escudos humanos a lugareños armados con piedras y garrotes, y el Ejército no logra controlar estas situaciones usando armas no letales, como gases lacrimógenos y lasers.
Surge así una dura prueba al eslogan de la campaña presidencial “abrazos, no balazos” como fórmula para hacer frente a la violencia, parte de un ambicioso plan para ayudar al país a recuperar sus valores morales, que López Obrador describe como la “Cuarta Transformación”. La compara con el movimiento por la Independencia de 1810, el movimiento liberal de 1857 y la Revolución de 1910.
Una y otra vez, multitudes de personas, a menudo pagadas por delincuentes, han enfrentado a los soldados y a infantes de marina, que no responden a su hostigamiento. En mayo circuló un video de un escuadrón de media docena de soldados que eran secuestrados y desarmados por elementos asociados a una banda del occidente de México. Los soldados son empujados e insultados hasta que aceptan devolver un rifle de francotirador calibre .50 que había sido confiscado por una patrulla previa.
Si bien algunos consideraron esto una humillación, López Obrador invitó a los soldados a su despacho y los felicitó por mantener la cabeza fría y no abrir fuego.
“No queremos una paz lograda con autoritarismo, con el uso de la fuerza, no queremos una paz de los sepulcros. Queremos una paz que se origine con la impartición de la justicia”, dijo López Obrador, quien asumió la presidencia el 1ro de diciembre con la promesa de reducir los elevados niveles de violencia y de abusos a los derechos humanos en el marco de una guerra militarizada contra el narcotráfico. “Le tengo mucha confianza a los jóvenes… Nunca más se les dará la espalda, los vamos a abrazar, a proteger” ofreciendo trabajos, programas de capacitación y becas para evitar que sean reclutados por las bandas.
Hay indicios de que los militares se están cansando de ofrecer la otra mejilla y reaparece el temor de que vuelvan los abusos de los derechos humanos, como los del 2014, cuando soldados ejecutaron a al menos una docena de sospechosos de pertenecer a bandas delictivas que se habían entregado, y otros casos.
“Este es un problema estructural del Gobierno mexicano”, comentó el analista de temas de seguridad Alejandro Hope. Agregó que en el pasado, “las fuerzas policiales usaron una fuerza excesiva o no hicieron nada”.
Hope dice que dos incidentes de comienzos de septiembre hacen pensar que el Ejército ya no será tan pasivo.
El 7 de septiembre, en el vecindario de La Llave, en el estado de Querétaro, unos 50 lugareños se reunieron en las vías de un tren para robar a los pasajeros, una escena cada vez más frecuente en México. Generalmente colocan piedras, troncos o neumáticos en las vías para hacer que el tren de detenga y luego roban todo lo que encuentran.
📡 Calle hacienda Fresnillo Comunidad de la llave en #SanJuanDelRio #Queretaro Lesionan a #Militares del #Ejercito @SEDENAmx Tras acudir a revisión del #Tren por vándalos hubo disparos y civiles lesionados por #PAF arma de fuego. pic.twitter.com/l4rRnxBc4l
— 📡 Monitoreo De Redes Sociales (@Monitoreo103) September 8, 2019
Cuando se presentó una patrulla del Ejército para poner fin al saqueo, la gente la recibió a piedrazos y garrotazos. Este tipo de acciones había estado funcionando y el ejército se limitaba a mirar indefenso cómo de producía el saqueo. Esta vez, los asaltantes hirieron a dos soldados y trataron de sacarles sus armas. A esta altura, según el Ejército, sonaron algunos disparos –no está claro quién los hizo– y el oficial a cargo de la patrulla disparó contra el piso. Dos civiles sufrieron heridas de bala, aunque el Ejército no dijo que el oficial les había disparado.
Al día siguiente, en el estado de Puebla, el Ejército nuevamente justificó el uso de la fuerza –hizo algunos tiros al aire– cuando unas 150 personas enfrentaron a soldados con bastones y piedras en un esfuerzo por tomar el control de un depósito donde había remolques llenos de mercancías que habían sido confiscadas por el Ejército. Nadie resultó herido, pero los disparos al aire marcaron un evidente cambio respecto al pasado reciente.
Juan Ibarrola, columnista de un diario y experto en las fuerzas armadas mexicanas, dijo que cree que las confrontaciones son parte de una estrategia de los cárteles.
“La delincuencia organizada ha creado una base social que le sirve de escudo humano para limitar la presencia de los militares en ciertas áreas”, declaró Ibarrola, agregando que campesinos y amas de casa pueden percibir dinero de las bandas si participan en estas confrontaciones. “Por ejemplo, si una mujer muere y son los soldados quienes la matan, eso sería cambiar todo el relato. Sería una locura”.
Ibarrola dijo que si bien el Presidente de México probablemente nunca ordenó a los militares no responder cuando hay confrontaciones, sus palabras y sus acciones no dejaban lugar a dudas acerca de lo que quería.
Ahora, el interrogante es cuánto tiempo el Ejército mantendrá una actitud pasiva en medio de una escalada de provocaciones y homicidios.
Ibarrola cree que los militares seguirán conteniéndose. Después de todo, señaló, López Obrador le dio a la Secretaría de Defensa un papel más importante en la economía y la política que el que ha tenido en décadas. Siempre elogia a los soldados, a quienes describe como “un pueblo con uniforme”.
Gobiernos previos dieron a los soldados funciones policiales, más que nada porque la policía civil era a menudo comprada o moría a manos de carteles fuertemente armados, y López Obrador sorprendió a muchos al mantenerles ese esas funciones cuando asumió.
“Creo que están decididos a demostrarle al Presidente que no serán las fuerzas armadas las que provoquen incendios”, dijo Ibarrola.
Es común ver al Ejército y a personal de la Guardia Nacional “patrullando” zonas donde abunda la delincuencia. Se limitan a dar vueltas en sus vehículos, pero rara vez se bajan de ellos y patrullan a pie, como si su sola presencia fuese a desalentar a los delincuentes.
“Evitamos los enfrentamientos, cada vez hay más trabajo de inteligencia”, expresó López Obrados el viernes pasado.
Hay quienes dudan que los militares –a pesar de tener un papel más prominente en la recién creada Guardia Nacional– vayan a evitar confrontaciones totalmente. Algunos dicen que abstenerse de intervenir es una estrategia que no va a funcionar, especialmente en las zonas rurales más peligrosas, donde el Ejército erradica plantaciones de los narcotraficantes.
Hay un tercer camino, que casi no se ha explorado todavía en México: El uso de fuerza no letal, con fines disuasivos.
El manual de las fuerzas armadas mexicanas permite disparar en defensa propia, pero requiere el uso de una fuerza “proporcional”. No está claro si los soldados tienen los medios o la capacitación para el uso de fuerza proporcional.
La Secretaría de Defensa no respondió a preguntas acerca de si los soldados están equipados o entrenados en el uso de fuerza no letal.
El incidente de mayo, en el que los soldados no dispararon y fueron secuestrados, pone de manifiesto la incertidumbre sobre el manejo que deben hacer los militares de los enfrentamientos con civiles.
Por más que generalmente se oponga al uso del Ejército para combatir la delincuencia, la Comisión Nacional de Derechos Humanos dijo que los lugareños estuvieron mal al atacar a los soldados.
Si bien nadie espera que el Presidente modifique su colorida retórica –habla de los “valores de la familia” para combatir la violencia–, algunos sienten que las que están cambiando de parecer son las fuerzas armadas.
La respuesta de los militares el 7 y 8 de septiembre “parece señalar un giro en la política hacia algo más práctico”, declaró Hope. “Lo que si parece es que se le soltó la rienda al Ejército “.