Tercer Informe: acuse de recibo

03/09/2015 - 12:01 am
Foto: Especial Noroeste
Foto: Especial Noroeste

A Enrique Peña Nieto le quedan 3 años para mover a México. Un plazo corto para ser fiel a su eslogan. Moverlo implica ir hacia algún lado, fijar un rumbo, consolidar una visión. Esa fue su afirmación precisa y contundente ayer en el mensaje del tercer informe de gobierno. Pero a pesar de la insistencia, dicha convicción no es tan evidente.

A juzgar por el mensaje presidencial en el marco del Tercer Informe de Gobierno, y con todo y las 10 nuevas medidas anunciadas, es claro que Peña Nieto está más concentrado en decirnos lo que ha hecho en el pasado que lo que va a hacer en el futuro. Lo entiendo, ¿cómo vender un proyecto de país con 34% de credibilidad?

Desde esa condición, Peña Nieto opta en su mensaje por lo más sencillo: voltear hacia atrás para regodearse en sus hazañas. Malagradecidos los mexicanos que no las apreciamos.

Para convencernos está allí la numeralia abrumadora de 600 páginas de hechos concretos y compromisos cumplidos. Igual que lo repite su estrategia de comunicación en medios masivos e internet: “un nuevo puente”, “más equipamiento”, la “modernización” de un puerto (Mazatlán, por ejemplo) que en la realidad no existe. Mentiras y verdades a medias producidas en HD, pero que no alcanzan para superar la lentitud de la economía, la seguridad quebrada, el estado de derecho ausente.

Estoy seguro que los más de 1,500 invitados al Tercer Informe saben eso. Que en este México una cosa es el discurso y otra los hechos: Peña Nieto ha cumplido el 10.52% de sus compromisos según un análisis de SinEmbargo. A este ritmo, necesitará casi cinco sexenios más para honrar su devaluada palabra.

Tal como insistí en un artículo anterior, al Presidente le urge cambiar: cambiar de estrategia, cambiar de discurso, cambiar de equipo. Pues bien, recientemente nos presumió a todos su “golpe de timón”: Nuño a Educación, Meade a SEDESOL, Sales a Seguridad. Videgaray fortalecido, Osorio intacto.

Salvo la renovación generacional, no hay atisbo de otras miras. Sigue quedando muy claro que el proyecto es el mismo y que el Presidente juega su suerte a que las reformas económicas alcancen a rendir algún fruto al final de su sexenio. Que las licitaciones petroleras levanten, que el mercado interno se reactive. Es lindo soñarlo, pero ¿cómo?

Otra vez los analistas del Banco de México redujeron el pronóstico de crecimiento para 2015 a 2.34% del PIB. No tenemos elementos para esperar otra cosa y sí muchos para imaginar un estancamiento prolongado: la turbulencia económica internacional, el bajo precio del petróleo, el super-dólar, la desconfianza en el gobierno mexicano, la inseguridad y la corrupción.

Y para acabarla, el lunes la prensa internacional enfiló contra el Presidente de nuevo: “va de crisis en crisis” y “detecta los problemas cuando ya está en ellos”, le espetó el Financial Times.

También esta semana, tomó protesta la nueva Cámara de Diputados con el control presidencial apalancado en una mayoría integrada por PRI, PVEM y PANAL. El reto es obvio y monumental: a esta legislatura le tocará redactar muchas de las legislaciones secundarias de las 13 grandes reformas constitucionales. De esas legislaciones depende que las reformas bajen de las buenas intenciones a la realidad concreta y dura. De esas legislaciones depende que surjan verdaderos ejes transversales de política pública en materia de transparencia, rendición de cuentas, combate a la corrupción, entre otras.

También, a esta legislatura corresponde devolver algún crédito a la desprestigiada clase política mexicana. Y solo hay una manera de hacerlo: que se erijan en contrapeso y honren con su desempeño la representatividad que los ciudadanos mexicanos les concedieron en la elección pasada.

Es cierto, no todo el escenario es negativo: la estabilidad macro económica de México nos permite sortear el vendaval “menos peor” (Peña dixit) que muchas otras economías. Hace bien el Presidente en anuncia medidas de austeridad para fortalecerla.

Pero lo criticable no es que se defienda a ultranza lo que se ha hecho bien, sino la ausencia de una autocrítica honesta. La negación permanente de realidades que nos laceran y nos lastiman: miles de muertos y desaparecidos, corporaciones policiacas totalmente cooptadas y corrompidas por el crimen organizado, ejecuciones extrajudiciales impunes, conflictos de interés evidentes que no son delito. No Presidente, a mi no me alcanza su reconocimiento de cierta “molestia” social.

Ahí está, me parece, la mayor debilidad del actual gobierno de Peña Nieto: esa resistencia brutal a reconocer que hay muchas cosas por arreglar en este país. Su incapacidad para ser más incluyente, su carácter impermeable a la pobreza, el dolor y la desigualdad.

Esas realidades que muchos actores y sectores le reclaman y le gritan a diario con marchas, manifestaciones, desplegados e investigaciones. Esas realidades que aparecen en las columnas que no lee, en los medios que no consume, en los espacios a los que no acude. Porque para el Presidente lo que existe es el espacio televisivo que paga con los 14 mil millones de pesos invertidos en Publicidad Oficial durante 2013 y 2014.  Esa burbuja que lo protege y lo mima para que la fea realidad no le quite el sueño.

Hace mal el Presidente en esconder la cabeza. No se puede reconstruir la confianza de un país sobre la base de la mentira.

No es culpa de su equipo, sino de él mismo que prefiere taparse los oídos y repetir hasta convencerse de que el rumbo es totalmente correcto. Vamos bien, muy bien.

El presidente tiene elección. Podría escuchar al país que gobierna, podría conocer hasta el México profundo que le reclama su atención, podría elegir ser el Presidente de TODOS los mexicanos y no el de algunos cuantos apellidos como Hinojosa, Del Mazo, Salinas.

Frente a este México partido y desigual el Presidente Peña Nieto puede hacer la diferencia. La sociedad mexicana está dispuesta para hablar, para proponer y para construir de muchas maneras y desde las trincheras más plurales. Solo tiene que quitar las barricadas, abrir las puertas del recinto, llevar las protestas legítimas a la mesa de diálogo.

Solo entonces: cuando se anuncie una investigación independiente para los casos de conflictos de interés desde el Congreso, como bien reclama el periodista Jorge Ramos; cuando se anuncien resultados concretos y creíbles sobre Ayotzinapa o Tanhuato; cuando se recapture a “El Chapo” y la estructura financiera del Cártel de Sinaloa sea desmantelada. Hasta entonces, estaremos los mexicanos en condiciones de creer que el Presidente ha hecho un verdadero acuse de recibo para nuestros reclamos.

 

Mientras tanto, Mover a México seguirá siendo solo un eslogan.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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