Parcial y subjetivo | El metal de las medallas

03/08/2012 - 12:00 am

Cada cuatro años hay una repetición de tópicos en torno al deporte. Desde la manida discusión vuelta regaño respecto al correcto significado del término “Olimpiada” hasta el casi ridículo desempeño que hace el selectivo nacional considerando el tamaño del país y de la delegación. Parece que todos los temas son válidos a la hora en que, representando a sus países, se enfrentan atletas en competencias que sólo solemos presenciar durante estos periodos. La euforia se exacerba aunque no queden claras las razones. Al parecer, basta el asunto de la representatividad y la idea de que el deporte es un gran espectáculo. Con esos ingredientes es sencillo entusiasmarse.

Sin embargo, pocas cosas son más ajenas a lo literario que lo deportivo. La razón es simple: hoy en día, lo intelectual está muy alejado del culto al cuerpo. Se han vuelto incompatibles en tanto es difícil procurarlos ambos. Incluso existe un sesgado desprecio de los unos por los otros. Quizá porque parten de principios existenciales y formas de ver la vida que podrían considerarse opuestos. Haciendo valer todos los prejuicios, quién sabe qué será más difícil: toparse con un escritor que se ejercite o con un deportista que lea. Sin lugar a dudas los hay pero son pocos y no suelen decirlo en voz muy alta.

Al margen de lo anterior, muchos autores son apasionados de las gestas deportivas. Desde la popularidad del futbol hasta el entusiasmo que causa la plasticidad de la gimnasia o los clavados. Resulta innegable el alto contenido estético de algunos deportes y, por supuesto, lo mundano de otros.

He elegido textos en los que, de alguna manera, se habla de alguna disciplina olímpica. No los hay en exceso o, al menos, no conozco muchos. De ahí que aproveche pequeños pretextos o simples menciones para poder elaborar el listado.

El ejército iluminado

En 1924, Ignacio Matus corrió, a la par que los competidores en la capital francesa, la maratón olímpica. Lo hizo en Monterrey, siguiendo la transmisión de la carrera con un radio. Es un hombre corriendo en solitario y que consigue ganar una medalla que, por obvias razones, le arrebata el contendiente gringo quien corrió en el sitio indicado y con el auspicio oficial. Matus no se amarga aunque inicia una compleja amistad con un par de compinches que gustan hacer de la anécdota un mito. A la par, David Toscana aprovecha el carácter simbólico de la afrenta para hacer que sus personajes se aventuren en la hazaña de recuperar los territorios perdidos de México. Para ello, Matus reunirá un ejército tan peculiar como poderoso, capaz de volver realidad a la más pura de las imaginerías. Esta novela sintetiza las grandes obsesiones del autor y permite, a partir de una segunda carrera muchos años más tarde, descubrir el secreto oculto en los triunfos y las derrotas.

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Papeles en el viento

El futbol es un extraordinario pretexto casi para todos. Las pasiones que desborda van más allá de la persecución del esférico o de los hinchas que acarrea. La pasión está relacionada con su carácter simbólico, con las esperanzas puestas en el equipo. La muerte del Mono detona la historia. Ha dejado a una pequeña hija y nada por heredarle salvo por un mediocre jugador de futbol que, para colmo, está jugando a préstamo en un equipo menor. Sin embargo, también quedaron dos amigos y su hermano. Los tres harán hasta lo imposible por volver exitoso a un delantero que no hace goles y así garantizar el futuro de la pequeña Guadalupe. Eduardo Sacheri consigue personajes entrañables que muestran que la amistad puede llegar a lugares insospechados.

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El maestro de esgrima

En una época en que la honorabilidad es la moneda de cambio a la hora de enfrentarse al enemigo, la esgrima cobra una singular relevancia. En los duelos sólo hay dos contendientes y sus habilidades serán las que determinen el resultado de la gesta en la que, casi siempre, se jugaban la vida. De ahí la importancia de un maestro de esgrima. Don Jaime Astarloa es uno de los últimos en la España de finales del siglo XIX. Además de dar clases, está obsesionado con descubrir la estocada perfecta, aquélla para la que no exista defensa. Adela de Otero lo busca para ser su discípula y para que le enseñe un complicado lance. Como es de suponer, ella tiene intenciones ocultas. Arturo Pérez-Reverte utiliza todos los elementos que le han llevado a la fama literaria. Esta novela de aventuras está cargada de intrigas, cuenta con una ambientación envolvente y es habitada por una mujer que no puede pasar inadvertida.

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El Rayo Macoy

La decadencia es, quizá, el periodo de la vida de un deportista que más doloroso resulta. No sólo porque marca el final de una carrera sino porque clausura la máxima gloria. Y no cualquiera está dispuesto a renunciar a la fama y a la fortuna. Es por eso que se pueden ver tantos deportistas regresando tras el retiro o negándose a abandonar sus disciplinas. Rafael Ramírez Heredia obtuvo en 1984 el Premio Juan Rulfo con este cuento. En él vemos cómo la miseria es el impulso principal de los boxeadores que, cuando consiguen triunfar, no saben cómo manejar el éxito obtenido. Haciendo gala de su inconfundible estilo y llevando al Rayo Macoy a los límites de su propio drama, este cuento muestra el profundo conocimiento del autor sobre el boxeo. Si algún pretexto faltara, en el mismo libro se encontrarán otros cuentos de notable factura.

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Cuentos de futbol I y II

Una de las razones por las que se ha escrito tan poco de futbol es porque el drama está contenido en sus propias reglas. A diferencia de otros deportes, resulta complicado que en el último minuto se remonte una diferencia considerable. Es por ello que, cuando la literatura se acerca a este deporte el drama no sólo depende de lo que pasa en la cancha, durante el juego. Jorge Valdano tuvo una trayectoria excepcional como futbolista y como directivo. También se ha dado tiempo de convocar a grandes plumas para un par de volúmenes de cuentos en torno al futbol. Como en todas las antologías, hay cuentos buenos y otros malos. Lo interesante es que se plantean más de cuarenta historias diferentes entre las cuales, sin duda, hay algunas memorables. No podría ser de otra manera. Del ejercicio participaron grandes escritores que, además, sentían una fuerte pasión por ese deporte.

Es probable que el terreno de lo deportivo sea uno de ésos en los que la realidad suele superar a la ficción. Las proezas que se alcanzan cada cuatro años son muestra de ello. Sin embargo, la literatura cuenta con la ventaja de poder sumar historias a la competencia y profundidad a personajes que, comúnmente, sólo son percibidos en su inmediatez. Así, leer estos textos abre la posibilidad del contagio. En dos sentidos: ya sea que los amantes del deporte se acerquen a la lectura, ya que los lectores se dejen seducir por las competencias. En cualquier caso, el saldo será positivo.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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