CUAUTITLÁN: ¿DÓNDE ESTÁN LAS MUERTAS?

03/08/2011 - 12:00 am

CUAUTITLÁN MÉXICO, ESTADO DE MÉXICO. Aquí se sabe bien qué hacer con las muertas. En este territorio, dueño del corredor industrial más importante de México, las víctimas de homicidios dolosos ya no representan un número.

Hasta 2005 este territorio era, según los datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), el más violento por su número de muerte de mujeres: una tasa superior al nueve por ciento cuando la tasa nacional era de 3.29.

La muerte no andaba sola. Si Cuautitlán ocupaba el primer sitio en feminicidios, en violaciones tenía el séptimo entre los 2 mil 443 municipios del país. Ello conformó un índice de riesgo de 38.5%, la tasa más alta de México. Es decir, en Cuautitlán México las víctimas de violencia de género eran asesinadas. O sobrevivientes de una violación. O violadas y asesinadas.

Seis años después –los que abarcan el gobierno estatal de Enrique Peña Nieto– la cifra de los homicidios ha cambiado: Cuautitlán tiene una tasa menor al 4% y no aparece en la lista de los primeros 14 municipios con mayor riesgo cuando se lleva vida de mujer.

No es que aquí estén en curso programas especiales dirigidos a abatir los números de la muerte. No es que esté en marcha un modelo de equidad de género útil como ejemplo para el mundo. No es que la tranquilidad se haya instalado en Cuautitlán de Romero Rubio cuyo apellido –que hacía honor al suegro de Porfirio Díaz– ha cambiado por el de Cuautitlán México.

No es que el miedo se haya esfumado al atravesar esos modernos puentes que sostienen parte de la infraestructura del tren suburbano y que le costaron al gobierno estatal casi siete mil millones de pesos.

Nada de eso ha ocurrido en Cuautitlán México. Aquí las cosas son más simples. De acuerdo con los expedientes de la Policía Municipal, el 80% de los asesinatos de mujeres ocurridos en la demarcación son culposos; es decir, no ocurrieron por odio, desprecio o disgusto.

De modo que en los archivos no se encuentran como homicidios dolosos o feminicidios, delito tipificado en el Estado de México a partir de marzo con una pena de 60 a 70 años de cárcel.

Eso arrojan los archivos policiacos. Pero la muerte sigue terca en el umbral del Distrito Federal. Un reporte de la Comisión Mexicana de Protección a los Derechos Humanos indica que entre 2005 y 2007, 551 cadáveres de mujer –muy maltratados– fueron encontrados en la vía pública. Reposaban en centros comerciales, hoteles, calles, avenidas y carreteras de la zona conurbada. Ahí, donde se encuentra Cuautitlán México.

 

El fin de la pesadilla

En el verano de 2011 Cuautitlán México no es un escenario que se distinga por su violencia. Si se siguen las palabras de Arturo Manoatl, secretario particular de la Presidencia Municipal, esta entidad ha tenido límites territoriales tan confusos en las últimas cuatro décadas que llegó a representar una estampa fallida ante los organismos que realizaron estudios sobre violencia de género.

Atraído por la expansión industrial, un flujo migratorio de todo el país llegó a la zona. El crecimiento poblacional ocurrió al grado que el legislativo del estado ordenó en 1973 la constitución de otro municipio: Cuautitlán Izcalli, que se conformó con territorio de Cuautitlán, Tepotzotlán y Tultitlán. Es cierto que los habitantes de la región aún viven una historia complicada por los límites territoriales. Por ejemplo, San Mateo Ixtacalco quedó entre dos municipios, Cuautitlán y Cuautitlán Izcalli.

Dice Arturo Manoatl que en cuanto a feminicidios a Cuautitlán México también se le consideró puntal de la región, por lo que aquí se concentraron todos los casos de Teoloyucan, Zumpango, Tepotzotlán, Cuautitlán Izcalli, Tultitlán y Tultepec.

María Elena Monroy, directora del Instituto de la Mujer en el municipio, se atiene a las cifras bajas. “Esa es la realidad”, exclama. Justifica el descenso de los números por una labor de conversaciones en las escuelas secundarias que no ha parado en seis años.

Eugenia Díez Hidalgo es presidenta de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos, un organismo que ha elaborado panoramas numéricos sobre asesinatos contra mujeres con el auspicio de la Secretaría de Desarrollo Social. Sobre la tasa en descenso de Cuautitlán observa que si una estadística queda abatida sin que se hayan emprendido programas específicos es posible pensar en el ocultamiento de cifras. No es una posición rara en cuanto a la muerte de las mujeres en México. La mitad de las procuradurías estatales se ha negado a proporcionar números de mujeres asesinadas en la pasada década ante el INEGI.

Pero, ¿y la muertas de Cuautitlán? Delimitado o no, hasta 2005, este era el punto geográfico del país donde se cometían más asesinatos de mujeres. Seis años después no hay ningún proceso penal en contra de nadie. Y nadie purga sentencia por alguno de esos homicidios.

Es una noche tranquila frente a la iglesia del Cerrito, la que fue construida en el siglo XVIII, el mismo espacio donde se cree que habitó el indio Juan Diego con su tío Juan Bernardino. Es la frontera con Cuautitlán Izcalli. Algunos se preguntan: ¿Qué pasó con esas señoritas de las que antes se escuchaba? ¿Estarán en paz? Son sólo preguntas. Pláticas ligeras, muy al aire. Si Cuautitlán es una zona oscura en la memoria, no hay intento palpable por rellenar ese vacío. Además, a las siete de la noche reina la oscuridad. No hay brillo de luna. Acaba de llover. Nadie muestra ganas de aventurar hipótesis sobre la muerte femenina distribuida en los cuatro panteones de este poblado, muy alto en el valle. O sobre el pasado.

 

Aquellas víctimas

En noviembre de 2004, Cuautitlán México fue seleccionado como microcosmos. Lo escogieron entre los 2 mil 443 municipios de la República como un territorio en el que podría responderse una pregunta: ¿Por qué surge el odio contra las mujeres?

El organismo que lo seleccionó fue la Comisión Mexicana de Derechos Humanos. Se proponía realizar una encuesta de victimización femenina, la primera que se aplicó en el país conforme al cuestionario de International Violence Against Women Survey (Encuesta Internacional Sobre Violencia Contra las Mujeres de Naciones Unidas).

El organismo quiso conocer cuáles eran las formas de maltrato hacia las mexicanas. Por qué se convierten en víctimas del desprecio. Cómo padecen el odio de los hombres. Qué pedazo de la República podría arrojar con más fidelidad esta distorsión humana.

A Cuautitlán México, la comisión lo escogió por varios datos:

En el país había 175 municipios con la alerta encendida en violencia de género. En todos, las mujeres eran sobrevivientes de violación o asesinadas.

Del total de municipios con foco rojo, 54 (31%) se encontraban en el Estado de México. Y en ese grupo destacaba Cuautitlán México, con un séptimo lugar nacional en victimización femenina y el primero en homicidios. Por lo menos hasta 2005, esos números eran poliformes.  Lo incluían todo, lo imaginable y lo inimaginable: torceduras de cuello, cabello en trozos, huesos fragmentados, pellizcos, arañazos, cachetadas y mordidas que en algunos casos lograron desparramar los labios sobre el rostro. Y eso se encontraba en los cadáveres. Pero también en mujeres vivas, en las sobrevivientes.

Así, la encuesta de la CMDH, levantada por la empresa Mitofsky, arrojó estas luces:

47 de cada 100 mujeres entre los 18 y los 69 años de edad fueron víctimas de un acto de violencia, por lo menos.

La forma más frecuente había sido la torcedura de cuerpo (cuello, columna y cintura) con 23.3 por ciento. Luego estaban los puñetazos, las patadas, bofetadas y mordeduras con 19.2 por ciento. Las amenazas de violencia física integraban el 17.7 por ciento.

El delito de violación presentaba una prevalencia a lo largo de la vida de las mujeres de Cuautitlán de casi 9% (esto es, 9 de cada 100 mujeres habían sido violadas).

Los principales agresores de las mujeres eran desconocidos en 36.21 por ciento. Los conocidos de las víctimas constituían el 63.29 por ciento. Eso era Cuautitlán hasta hace seis años.

 

La conversión a fantasma

Estas mujeres son fantasmas. En torno a su infortunio no hay ninguna Organización no Gubernamental instalada en los límites de esta demarcación. Por sus historias no vino ningún investigador especial como ocurrió en Ciudad Juárez en 1998 cuando Robert K. Ressler –cuya persona inspiró la película “El silencio de los inocentes”–, acudió atraído por el binomio de mujeres trabajadoras en la industria maquiladora.

Podría contarse que los cuerpos de Claudia o Inés o Marcela o María quedaron abandonados entre estos puentes erigidos en el centro del país. El Observatorio Ciudadano de Feminicidios publicó en su último reporte de 2010 que es común el abandono de cadáveres en la vía pública en la zona conurbada al Distrito Federal. Pero si esos cuerpos putrefactos contribuyeron con la pesadez del aire no llamaron la atención en el mundo. Mientras, nueve de cada 10 asesinatos en el Estado de México quedaron impunes de 1995 a 2005, según el mismo estudio.

La imagen de arrojamiento de cadáver de mujer a la vía pública es reforzada por los resultados de la investigación ganadora del Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales 2009, “¿Qué hay detrás de los feminicidios?”, elaborado por la Universidad Autónoma de México: 53% de los cadáveres es dejado en hoteles o casas vacías, baldíos o el drenaje profundo, pero sobre todo en la calle, debajo de los puentes.

El centro de investigación de la UAEM está en Toluca, lejos del centro de Cuautitlán México. Es un despacho cerrado. Guarda un cúmulo de papeles. “¿Qué hay detrás de los feminicidios?” fue la última investigación realizada en ese espacio. El director de la Facultad de Ciencias Políticas, Nelson Arteaga Botello, uno de los autores del estudio, informó en 2010 que no había más proyectos sobre violencia de género en puerta. Hasta ahora no se ha emprendido ningún otro.

 

En la tierra de Juan Diego

Cuautitlán es así: caminos que se trifurcan, charcos, casas, muchas casas; anuncios espectaculares, puentes peatonales, un ligero olor a pan. En el centro, la cruz atrial, forrada de plata. Es una cruz construida en 1555. Todo es una frontera. Al norte, Teoloyucan y Zumpango; al oeste Tepotzotlán y Cuautitlán Izcalli; al sur, Tultitlán y al este, Tultepec. Entre el Distrito Federal y Cuautitlán México, el Periférico.

En los noventa, llegó el Corredor Industrial Tultitlán-Cuautitlán, el más importante del país por su longitud y número de unidades económicas. Sin embargo, no es la industria la que concentra a la población ocupada. Esa actividad es el comercio. La mitad de los de Cuautitlán se dedican a vender. Venderlo todo: zapatos, hot dogs, joyas, gelatinas, discos y películas. Frente al Palacio Municipal, la plaza principal, en torno a la cruz atrial, es una feria permanente.

Aún puede verse campo. Y el 1.72%, unos 500 hombres y mujeres, se dedica a la siembra del maíz. Es un presente amargo. Bastó que transcurriera julio para que dos trombas de granizo lo echaran a perder todo. Algunos en Cuautitlán –948 personas– respondieron el año pasado ante el INEGI que no sabían a qué se dedicaban porque lo mismo hacían una cosa que otra.

En 2005 –el año en que la CMDH ubicó a Cuautitlán como el más riesgoso en violencia de género– habitaban 54 mil 461 hombres y 55 mil 884 mujeres. Si se seguían los números en el reporte, llevar vida de mujer aquí no era fácil. La muerte latía en la tierra y en el viento. Había cadáveres con huesos quebrados, brazos amoratados. No había reclamos. Eso ya no ocurre. Por lo menos en los números, eso ya no ocurre.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas