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Antonio Salgado Borge

03/07/2015 - 12:02 am

Intensa-Mente: viaje en un barco sin capitán

Los análisis de Intensa-Mente, la nueva película de Disney-Pixar, han rebasado los espacios donde normalmente suelen reseñarse las producciones cinematográficas del momento. No es para menos. La conmovedora trama de esta cinta de dibujos animados parece urdida con un telar compuesto por importantes descubrimientos científicos recientes y corrientes filosóficas revindicadas que desafían, en más de […]

Los análisis de Intensa-Mente, la nueva película de Disney-Pixar, han rebasado los espacios donde normalmente suelen reseñarse las producciones cinematográficas del momento. No es para menos. La conmovedora trama de esta cinta de dibujos animados parece urdida con un telar compuesto por importantes descubrimientos científicos recientes y corrientes filosóficas revindicadas que desafían, en más de un sentido, a una concepción del ser humano aún popular en el mundo occidental.

La película narra la historia de Riley, una chica estadounidense de 11 de años de edad que se muda junto con sus padres de Minnesota a San Francisco. La cinta inicia con el nacimiento de Riley e inmediatamente nos transporta al interior de la mente de esta niña. Ahí, aparece la figura de una joven luminosa que se presenta como Alegría, quien se dirige a una consola que tiene un único – enorme-  botón. Cada vez que Alegría lo aprieta, el bebé Riley ríe. Unos segundos después aparece otra joven, azulosa y con aspecto melancólico, que Alegría presenta a los espectadores como Tristeza. El nuevo personaje acciona el botón de la consola y propicia que Riley llore. Un segundo después ambas  empiezan a disputarse el control del único botón disponible. A Alegría y a Tristeza se suman poco después tres personajes más: Disgusto, Temor y Enojo. Con ellos deben compartir la consola original cuyo tamaño y cantidad de botones crecen paralelamente a la edad de Riley,

Cada uno de estos cinco personajes corresponde a una de las seis emociones consideradas como emociones universales –sólo faltó Sorpresa-  por ser compartidas por los humanos y otros animales. La película da perfecta cuenta de ello mostrando en diversas ocasiones las emociones de personas que se relacionan con Riley e incluso, hacia el final y de manera periférica, las de un perro y un gato. El papel de las emociones en la naturaleza ha sido estudiado por varios filósofos, psicólogos y neurólogos, entre los que destaca Antonio Damasio, director del Instituto de Cerebro y Creatividad de la Universidad del Sur de California .

En su libro Buscando a Spinoza: Alegría, Tristeza y el cerebro sintiente (Random House, 2003), este reconocido neurólogo explica que todos los organismos, desde el más sencillo hasta el más complejo, nacen con una serie de dispositivos que les permiten solucionar automáticamente los problemas básicos de la vida sin necesidad de acudir a la razón. En este contexto, las emociones son el producto complejo de la evolución de un mecanismo celular denominado regulación homeostática que consiste, a grandes rasgos, en el ensamble de las regulaciones necesarias para que el organismo pueda subsistir en su lucha por perseverar en el mundo.

Damasio explica el funcionamiento de la “máquina homeostática” acudiendo a la figura de un árbol cuyo tronco está conformado por la regulación metabólica, los reflejos básicos y las respuestas de inmunidad del organismo. Las dos ramas principales del árbol son los comportamientos de dolor y placer. Enseguida, en el nivel inmediato superior, se encuentran las ramas que corresponden a los motivadores y los impulsos que nos llevan a huir del dolor y a buscar lo placentero. Un nivel más arriba están las emociones, reacciones o comportamientos visibles del organismo.

En este sentido, la diferencia fundamental entre los seres humanos y los otros animales es que nosotros tenemos sentimientos: es decir, la capacidad de reflexionar hacia nuestros adentros sobre los pensamientos que acompañaban a nuestras emociones. Los escritores de Intensa-Mente tuvieron el cuidado de dejar en claro que básicamente toda la vida forma parte de un mismo continuum y que todos los seres humanos compartimos las mismas emociones y sentimientos, por lo que una importante conclusión a la que pueden llegar sus espectadores es que no hay lugar para excepcionalísimos antropocéntricos o egocéntricos.

Tampoco queda mucho espacio para el libre albedrío; al menos no como convencionalmente se le entiende. Buena parte de la tradición filosófica occidental está impregnada de la doctrina escolástica que postulaba básicamente que el ser humano es un compuesto de dos sustancias diferentes: cuerpo y alma. Si bien no es momento de profundizar en este tipo de dualismo, sí vale la pena señalar que, pese a todas las evidencias que apuntan en sentido contrario, en buena parte de las personas prevalece la idea de que existe un alma/espíritu/mente que, al no estar sometida a las cadenas causales del determinismo o a la aleatoriedad del indeterminismo que atan a todo lo material, puede dirigir autónomamente al cuerpo que funge como su recipiente.

Contrario a esta arraigada concepción, las acciones de todos los seres vivos que aparecen en Intensa-Mente son gobernadas desde una consola a cargo de sus emociones. La película incluso muestra gráficamente el conflicto y tensión permanente que existe entre las diferentes emociones derivado de las diferentes eventos que experimenta Riley en el curso de sus vidas. En ningún momento se hace alusión de alguna una fuerza en la mente de Riley o en la de otra persona que, por encima de las emociones, pueda fungir como como capitán del navío que éstas comparten.

Finalmente, llama la atención que entre los personajes que representan a las emociones Riley tres sean mujeres y dos hombres, mientras que en sus padres todos sus equivalentes son del mismo sexo. Una hipótesis que ayudaría a explicar esta discrepancia es que Riley, al tener 11 años, aún no cuenta con un género definido.

Lo cierto es que Intensa-Mente es una bellísima película que extiende sutilmente una invitación a reflexionar sobre la complejidad de nuestra mente a partir de algunas de las características de nuestro cerebro sintiente; una oportunidad de abrirnos a descubrimientos y teorías que nos ayudan a entendernos un poco mejor a nosotros mismos y a los seres vivos que nos rodean.

Twitter: @asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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