Ciudad de México, 3 de julio (SinEmbargo).– El pasado 16 de junio se sintió en la Ciudad de México un fuerte sismo de 5.8 grados en la escala Richter. A pesar de que no se reportaron pérdidas humanas ni daños materiales, la intensidad y la duración del movimiento creó en la población un ambiente de incertidumbre sobre el fenómeno que estaban presenciando y sus posibles consecuencias.
La realidad es que en México tiembla constantemente. Durante el año 2012. el Servicio Sismológico Nacional (SSN) registró un total de cinco mil ciento cinco sismos, la mayoría imperceptibles. Tan sólo en lo que va del 2013, el organismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha registrado mil novecientos cuarenta y siete sismos hasta el mes de mayo.
Entonces, si sabemos que tiembla ¿es posible predecir cuándo va a ocurrir un terremoto con una magnitud tan devastadora como el que se sintió en el año de 1985?
Los investigadores del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, el doctor Raúl Valenzuela Wong y el doctor Luis Antonio Domínguez Ramírez, coincidieron en que los sismos no se pueden predecir porque para hacerlo sería necesario conocer con antelación el punto exacto donde se producirá una ruptura a lo largo de la roca deformada en una falla geológica.
De acuerdo con el Dr. Valenzuela Wong, no contamos con los medios tecnológicos para observar la forma y la velocidad en que la deformación de la roca se va acumulando en cualquier región de la falla: tanto a lo largo y ancho de la misma, como a grandes profundidades de la Tierra.
TAREA IMPOSIBLE: PREDECIR CON DATOS EXACTOS
Para los investigadores la predicción de un sismo consiste en determinar con precisión los siguientes datos: primero, establecer el lugar donde se producirá la ruptura (latitud y longitud exactas); segundo, especificar la magnitud del sismo; y tercero, marcar el instante de tiempo (fecha y hora) en que la ruptura tendrá lugar.
Los meteorólogos no han podido predecir dónde y cuándo (con fecha y hora) se va a producir un huracán, aun cuando tienen a su disposición equipos e instrumentos para medir la presión y las temperaturas en la alta atmósfera, donde se generan los cambios de tiempo. En el caso de los sismólogos, la situación es todavía peor, pues el interior de la Tierra es inaccesible a cualquier medición directa y no se cuenta con instrumentos que puedan colocarse hasta las profundidades donde ocurren las rupturas.
El Dr. Valenzuela Wong explicó que los sismos no se pueden predecir porque mucha de la información se encuentra muy por debajo del suelo que pisamos. Los temblores son el resultado de un proceso muy complejo que ocurre a kilómetros de distancia de la superficie terrestre, en la litósfera, hacia las profundidades de nuestro planeta. Por eso es muy difícil acceder a ella y medirla.
También comentó que en el caso de los sismos, la medición de la deformación de las placas podría ser el sistema que nos daría las mejores probabilidades de éxito: “si pudiésemos observar que esa deformación se está acumulando de manera relativamente rápida, nos podría dar un indicio de que va a producirse un sismo en cierta región”. Sin embargo, matizó: “aun así, sería difícil ponerle una fecha y una hora. A lo mejor se podría decir: en esta región del país podemos esperar un sismo de esta magnitud, pero la fecha y la hora son muy difíciles de determinar”.
VIVIR SOBRE UN ROMPECABEZAS MÓVIL
La mayoría de los sismos se originan en los bordes de las placas tectónicas, las cuales son enormes bloques de roca que cubren la superficie de la Tierra y que en conjunto semejan un gran rompecabezas que se mueve constantemente. Quienes habitamos la Tierra vivimos sobre esta superficie inestable.
Estas piezas del rompecabezas terrestre se conectan unas con otras en sus orillas y se mueven de forma lenta y constante. Con frecuencia, durante el desplazamiento, una sección del bloque de roca se “atora” en una parte del otro bloque. Esto quiere decir que la orilla de la placa no se puede mover, pero el resto de la misma sigue en movimiento y, como consecuencia, la placa se deforma con el tiempo, produciendo una falla geológica.
Las placas tectónicas pueden acumular cierta cantidad de deformación; sin embargo, llega el momento en que las rocas con mayor deformación no resisten más, pues el movimiento tectónico continúa, y esto provoca que la falla sufra una ruptura. Esto libera grandes cantidades de energía que se propaga en forma de ondas sísmicas, mismas que provocan movimiento del terreno. Es entonces cuando ocurre un temblor.
Se ha intentado hacer predicciones de sismos con base en el ciclo sísmico, pero esto no ha funcionado. El ciclo sísmico es el periodo de tiempo que pasa entre dos sismos ocurridos en una determinada zona, y se da de la siguiente manera: como ya se explicó, con el tiempo la interacción entre las placas tectónicas hace que éstas se deformen; llega un momento en que la deformación es tan grande, que se provoca una ruptura, la cual libera energía en forma de ondas sísmicas y entonces se produce un temblor. Pero como las placas continúan moviéndose, se vuelven a deformar y a acumular energía. Así el ciclo se reinicia.
El intervalo de tiempo en que ocurre un sismo varía de región a región. La “Brecha de Guerrero” es una zona en la costa de Guerrero ubicada cerca de Acapulco, hacia el noroeste (en dirección a Zihuatanejo). Se sabe que el último sismo importante ocurrió allí en 1911, así que, con base en el ciclo sísmico, los sismólogos calculan que ha pasado un intervalo de tiempo suficientemente largo como para suponer que en esa región podría repetirse un temblor.
LOS SISMOS SE SIENTEN IGUAL PERO TIENEN DIFERENTE MAGNITUD
El doctor Luis Antonio Domínguez señaló que cuando se produce la ruptura a grandes profundidades hacia el interior de la Tierra, el sismo debería sentirse con menor intensidad en la superficie; por otro lado, si la ruptura es a poca profundidad, es probable que el sismo se sienta fuerte. Sin embargo, en la Ciudad de México algunos sismos se sienten más intensos por el tipo de suelo, como formaba parte del lago de Texcoco el suelo es muy blando y contiene arcilla, la cual semeja una gelatina; entonces, cuando las ondas sísmicas llegan al Valle de México bajan de velocidad pero aumenta la amplitud, y por ende el movimiento.
Con excepción de los sismos que se generan en el Golfo de California, en México la mayoría tienen su origen en fallas subterráneas, muchos son a grandes profundidades; sin embargo, el tipo de terreno determina qué tan rápido se propagan las ondas, su capacidad de destrucción está relacionada con el tipo de las construcciones, en su mayoría de baja calidad.
EN MÉXICO TEMBLARÁ, SIN DUDA
Sabemos que las rupturas entre placas se producirán en algún momento, porque las grandes piezas del rompecabezas terrestre siguen en constante movimiento. México es un país sísmicamente activo, pues se ubica sobre un sistema complejo de placas. En pocas palabras, en México siempre tembló y seguirá temblando.
“Más allá de tratar de hacer una predicción, el enfoque más acertado y sensato es el de estar preparados. Me refiero a garantizar la seguridad y las buenas condiciones de los edificios, porque sabemos que se pueden realizar construcciones que resistan prácticamente cualquier sismo. Con edificios más resistentes, el hecho de poder o no predecir un sismo no tendría importancia. Así como el martes 20 de marzo del 2012 el epicentro fue en la costa de los Estados de Guerrero y Oaxaca, a lo mejor dentro de diez minutos o en 20 años, puede ocurrir en la Brecha de Guerrero, o en el Estado de Jalisco, o en Baja California” concluyó Raúl Valenzuela Wong.