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Adela Navarro Bello

03/07/2012 - 12:02 am

Lo que sucede en la red se queda en la red

Como ninguna otra elección, la del 1 de julio fue ventilada en la Internet. Hordas de activistas y usuarios de las redes sociales se erigieron a través de distintos canales para promover el voto, concientizar a la sociedad, llamar al alzamiento pacífico ciudadano, al razonamiento electoral y en la mayoría de los casos para impedir […]

Como ninguna otra elección, la del 1 de julio fue ventilada en la Internet. Hordas de activistas y usuarios de las redes sociales se erigieron a través de distintos canales para promover el voto, concientizar a la sociedad, llamar al alzamiento pacífico ciudadano, al razonamiento electoral y en la mayoría de los casos para impedir que Enrique Peña Nieto ganara la elección.

El tema de la campaña política 2012 en la Internet fue viral. Se esparció con una rapidez impresionante y comenzó a incidir en las actuaciones públicas de los principales protagonistas. El video que reflejaba el momento en el cual Enrique Peña Nieto sentado en una mesa en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no pudo decir a ciencia cierta cuáles tres libros le habían marcado, le dio la vuelta a los ordenadores del mundo y obligó al equipo tricolor a reaccionar con una disculpa pública y una estrategia posterior para minimizar el hecho.

La guerra cibernética se alzó. Lo mismo videos de Josefina Vázquez Mota en presunto estado inconveniente, que aquellos de Andrés Manuel López Obrador en un pasado priísta, completaron los muchos que de Peña, sus acarreos, sus despensas y su compra de votos circularon.

Los jóvenes tomaron las redes sociales y a partir de Facebook, Twiter, YouTube, la plataforma de Google, de Yahoo y de otros tantos portales de accesibilidad social, transmitieron para el mundo cibernético un pensamiento político, una posición respecto las elecciones presidenciales en México.

Decenas de videos fueron transmitidos y reproducidos hasta el cansancio exhibiendo toda clase de secuencias gráficas para ejemplificar desde la compra de votos por parte de priístas hasta los acarreos masivos en autobuses, la entrega de tarjetas con dinero y vales, el almacenamiento de despensas, la coacción del voto a todo color en imágenes captadas por cibernautas y reproducidas en YouTube, blogs, portales noticiosos.

Prácticamente un día y otro llegaban a los correos electrónicos cadenas con fotografías, frases, leyendas, consignas y videos alertando a la población sobre el pasado del PRI y el riesgo de que los representantes de ese partido ganaran otra vez el poder a través de la figura de Enrique Peña Nieto. Las fotos de la suntuosa boda de la hija de Emilio Chuayffet eran ejemplo de los excesos de algunos reconocidos priístas, y prueba de la ligazón política entre los Salinas y los Peña, y los Paredes y un largo etcétera de tricolores que se creía estaban sepultados en el pasado.

Los chicos que iniciaron su movimiento #YoSoy132 a partir de una batahola en la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, tomaron las redes sociales y los canales en la Internet para hacerlos sus medios de comunicación. A partir del desdén de televisoras y prensa escrita, los muchachos se volcaron en la red. Hasta el debate que promovieron y al cual no accedió a participar Peña Nieto, tuvo su cénit en la transmisión por las redes sociales.

Antier domingo, las llamadas de alerta a cuidar el voto y la elección, y los triunfalismos convencidos que lo que sucedía en la red se vería reflejado en las urnas, dominaron el escenario en teléfonos inteligentes, laptops y computadoras de escritorio. Se armaron redes para subir fotografías de irregularidades, portales para denunciar hechos, páginas dónde postear las actas electorales, cuentas de Twiter para denunciar presiones, y en la red de Facebook todo el día fluyó información sobre el desarrollo de la elección. Fotografías de camionetas acarreando votantes a las urnas, casas de campaña activas en favor del PRI, mujeres y hombres cobrando por voto. El aquelarre político quedó plasmado en la red.

Los jóvenes, principales usuarios de estas redes sociales, confiaron que su movimiento traería resultados, que lograrían incidir en la población para evitar la llegada –otra vez– del PRI al poder. Antes de la elección de manera invariable, las encuestas en la Internet y las redes sociales las ganaba Andrés Manuel López Obrador. El día de la elección el escenario fue el mismo.

Pero lo que sucedió en la red, se quedó en la red. La realidad es que el PRI ganó la elección a la Presidencia de la República (al menos hasta las 2:30 de la tarde hora del Pacífico del lunes 2 de julio cuando esto se escribe). Significa esto que los más de 40 millones de usuarios mexicanos de redes sociales no lograron saltar del ordenador a las calles y a las urnas. Que los 32 millones de usuarios de Facebook en nuestro país –33 por ciento de los cuales tienen de 18 a 24 años y 24 por ciento de 25 a 34 años– no pudieron incidir en el sentido de la votación en el país. Los tuiteros –10.7 millones en México hasta el primer trimestre de este año– se quedaron igual, con las ganas de haber hecho historia.

La realidad es que las redes sociales en México, los blogs, los portales, los canales de video, las estrategias mediáticas alternas, no inciden en la mayoría de la población más que los medios tradicionales, la televisión, los periódicos, la radiodifusión, los espectaculares.

México un país de contrastes, más de 50 millones de pobres, más de 40 millones de usuarios de redes sociales, y la balanza cedió al retroceso no a la innovación. En las redes sociales no se gana una elección cuando el hambre y la necesidad son tan tradicionales en nuestro país.

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