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Jorge Alberto Gudiño Hernández

03/06/2017 - 12:00 am

Votar mañana

Yo no vivo en el Estado de México por lo que no podré votar mañana. Si tuviere que hacerlo, lo confieso, estaría en un enorme problema. Siendo muy objetivo, ningún candidato me convence, ninguna propuesta me parece sólida, no hay una razón por la cual darle un voto de confianza a alguno de los contendientes. Y, pese a ello, saldría a votar.

“Lo que sí puedo hacer es llamar al voto. En la medida en la que más personas salgan a sufragar, en esa medida la representatividad dará un paso hacia adelante”. Foto: Cuartoscuro

Yo no vivo en el Estado de México por lo que no podré votar mañana. Si tuviere que hacerlo, lo confieso, estaría en un enorme problema. Siendo muy objetivo, ningún candidato me convence, ninguna propuesta me parece sólida, no hay una razón por la cual darle un voto de confianza a alguno de los contendientes. Y, pese a ello, saldría a votar.

Voy por partes. En primer lugar, sé que mi falta de voto no vale. En una democracia como la nuestra, el voto nulo no representa el mensaje a los políticos como sucede en otros países. Considerando, además, que no hay una segunda vuelta y que, llevados al extremo, bien podría ganarse la elección con apenas un cuarto de los votos posibles, de poco sirve abstenerse. Peor aún, hacerlo, en esencia, significa estar de acuerdo con la mayoría pero cuando ésta es tan parcial como la que se espera para mañana, prefiero estar de acuerdo conmigo mismo. En otras palabras, no quisiere permitir que alguien elija por mí. Exagerando un poco más, dado lo cerrado de la contienda, bien podría ganar un candidato por un voto de diferencia sin que esto implique nivel alguno de representatividad. No me perdonaría mi falta de voto si éste pudiere hacer la diferencia.

Las campañas sucias (y vaya que lo han sido), por otra parte, me hacen pensar que no hay por quién votar. Reniego de la falta de alternancia tanto como del dogmatismo y me da coraje la nula congruencia discursiva e ideológica de algunos de los partidos. Así que todos son malos, simplificándolo mucho. Entonces tendría que optar por el menos malo. El menos malo según yo. Y eso acarrea problemas. Porque bien podría dejarme llevar por un impulso o dejarme convencer por mis amigos. Lo cierto es que sería parte de mi responsabilidad informarme, hacer un repaso histórico, otro de las propuestas, uno más de las posibilidades y, por supuesto, de lo que deseo para mí, para los habitantes del estado, para el futuro de la nación en general. Me podría dejar llevar por la estadística, por las encuestas, por la idea del voto útil, por la historia o por los escándalos. Da igual, no existe la respuesta correcta. El asunto es que debería reflexionar al respecto. Incluso sabiendo que todos son malos.

La veda electoral me impide decir por quién votaría si estuviere en ocasión de hacerlo. Lo que sí puedo hacer es llamar al voto. En la medida en la que más personas salgan a sufragar, en esa medida la representatividad dará un paso hacia adelante. Pequeño, es cierto, pero con suerte significativo.

En votaciones como la de mañana, me queda claro que los ciudadanos ya perdimos de una u otra forma. Sin embargo, no es lo mismo perder sin resistirse que, al menos, patalear para que no sea tan indigno el proceso. Y salir a votar representa esa defensa. Bien podría ser inútil, de acuerdo, pero también, con más suerte aún, podría traer alguna buena noticia.

No puedo salir a votar mañana, de ahí que el tiempo verbal de este texto sea el condicional de los supuestos imposibles. Concluyo igual. Si pudiere, sin lugar a dudas lo haría. Ojalá lo hagan muchos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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