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Germán Petersen Cortés

03/06/2014 - 12:00 am

Debatir la desigualdad en México

Capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty, el libro sensación del momento, argumenta que, mientras la tasa de retorno del capital sea superior al crecimiento del PIB (r > g, donde r es la tasa de retorno del capital y g es el crecimiento del PIB), el ingreso seguirá concentrándose en la […]

Capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty, el libro sensación del momento, argumenta que, mientras la tasa de retorno del capital sea superior al crecimiento del PIB (r > g, donde r es la tasa de retorno del capital y g es el crecimiento del PIB), el ingreso seguirá concentrándose en la cúspide de la estructura socioeconómica. Piketty señala que la igualdad o desigualdad de una sociedad es resultado de fuerzas convergentes, que favorecen la igualdad, y fuerzas divergentes, que favorecen la desigualdad. Según el autor, entre las fuerzas convergentes, la más relevante es “la difusión del conocimiento y la inversión en formación y habilidades”; entre las divergentes, la más importante es, justamente, r > g.

El trabajo de Piketty ha sido aclamado por distintas razones. Hay quienes destacan el fundamento empírico de la obra, que incluye series históricas que se remontan al siglo XVIII; otros, la solidez, claridad y persuasión de los argumentos; algunos más celebran la solvencia del autor en el uso de distintas metodologías, que le permiten probar con suficiencia sus hipótesis. Para mí, la principal virtud de la obra de Piketty no es ninguna de estas en particular, sino el resultado de todas: haber colocado la desigualdad en el centro del debate intelectual mundial.

En México, el libro ha sido muy bien recibido en el “círculo rojo”. En contraste, en la agenda pública y más en particular en la agenda del Estado, la desigualdad se encuentra en los márgenes. Por lo general, la clase política tiene incentivos para atender solo aquellas situaciones que los electores no solo conciben como problemas sino que además presionan para que sean resueltos. Una condición necesaria, aunque no suficiente, para que la desigualdad entre a la agenda prioritaria de los gobiernos es que pase al centro del debate público mexicano.

América Latina, como bien se sabe, es la región más desigual del planeta. Según Luis Felipe López Calva y Nora Lustig, dos de los principales especialistas en la materia, desde fines de los noventa la concentración del ingreso ha disminuido en el subcontinente latinoamericano. Esta tendencia se aceleró en distintos países, incluido México, después del 2000, aunque –por supuesto– queda mucho camino por recorrer.

Con los datos más recientes disponibles en SEDLAC, una de las bases de datos más confiables al respecto, respaldada por el Banco Mundial, México figura, en términos de desigualdad, en el lugar ocho de 18 países latinoamericanos, con un coeficiente de Gini de .467 (cero es la igualdad perfecta y uno es la desigualdad perfecta). Nuestro país se encuentra igualmente lejos de los Estados más igualitarios del subcontinente –Uruguay, El Salvador y Argentina– que de los menos –Honduras, Colombia y Paraguay. Estar a medias de una tabla como esta es pésima noticia: México ocupa un lugar intermedio entre países extremadamente desiguales.

El gobierno federal no está comprometido con políticas ambiciosas para la reducción de la desigualdad. Los esquemas de seguridad social incluidos en la reforma fiscal se orientan en la dirección correcta, pero su timidez no promete cambios importantes en el estado de las cosas. La Cruzada Nacional contra el Hambre, por citar otro ejemplo, que podría ser eficaz para asegurar un bien básico como la alimentación, nada tiene que ver con la reducción sostenida de la desigualdad. El PAN, por su parte, hace tiempo que relegó de su discurso la solidaridad, la justicia y el cambio de estructuras, que podrían estar a la base de políticas a favor de la igualdad. Desde la campaña presidencial de Efraín González Morfín en 1970, estos valores han salido del centro de la ideología panista.

La izquierda partidista, que sería la impulsora “natural” de una agenda como esta, además de que perderá fuerza tras la inminente creación de MORENA, no ha logrado posicionar un modelo de desarrollo alternativo al vigente. En el caso de López Obrador en particular, no deja de sorprenderme que señale que el Estado no requiere cobrar más impuestos, sino solo manejar más honradamente los que ya tiene. Así, aunque parezca increíble, López Obrador asume que se puede transformar el país a pesar de la actual debilidad fiscal del Estado mexicano. En términos de movilización social, la desigualdad no ha sido un activador directo de protestas en México, a diferencia de lo sucedido recientemente en países como España y Estados Unidos.

Según Piketty, “la historia de la desigualdad está moldeada por la forma en que los actores económicos, sociales y políticos ven lo que es justo y lo que no, así como por el poder relativo de los actores y las decisiones colectivas que resultan de esto”. El Estado mexicano podría comprometerse con la reducción de la desigualdad, pero solo lo hará cuando se conforme una coalición sociopolítica suficientemente poderosa que lo presione.

En este sentido es clave debatir cómo y de dónde recaudar más impuestos y de qué manera aplicarlos eficientemente en lo que Piketty llama difusión del conocimiento e inversión en formación y habilidades. Algunas ideas son crecer la oferta de formaciones técnicas, incrementar los programas de capacitación para adultos, apostar por la educación financiera en hogares y pequeñas empresas, mejorar las condiciones de los créditos productivos, promover el emprendurismo y, sobre todo, atender el no resuelto tema de la calidad del sistema educativo nacional. Vale la pena entrar al debate.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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