Películas clásicas como El gran carnaval, Primera plana o El dilema mantienen toda su vigencia como crítica al sensacionalismo y a la sumisión de los medios al poder.
En el libro escrito por David Felipe Arranz se recogen los mejores filmes, casi todos ellos basados en casos reales.
Por Miguel Ángel Villena
Madrid/Ciudad de México, 3 mayo (ElDiario.es/SinEmbargo).- No resulta nada casual que la enorme oleada conservadora en Estados Unidos haya sido contestada desde las pantallas en los últimos años con películas como Los archivos del Pentágono (Steven Spielberg, 2017) o Spotlight (Tom McCarthy, 2015), que denuncian los abusos y las mentiras de los poderosos en la era de Donald Trump.
El propio Spielberg ha señalado que la libertad de expresión está hoy al borde del abismo y que la trama de su filme, ambientado en los años setenta y con Richard Nixon en la presidencia, guarda muchísimas similitudes con el autoritarismo de Trump. Tres cuartos de lo mismo podría decirse de la oscarizada Spotlight, un magnífico canto a la independencia de un periodismo de investigación que destapó los casos de pederastia en la Iglesia católica, primero en Boston y más tarde en todo el mundo.
Ambos filmes están incluidos, por supuesto, en el libro recién publicado Las cien mejores películas sobre periodismo (editorial Cacitel) que ha escrito David Felipe Arranz (Valladolid, 1975), periodista cultural y profesor de la Universidad Carlos III, como fruto de años de trabajo. Apasionado desde su juventud del periodismo, que considera “una mezcla de vocación, sacerdocio y enfermedad”, Arranz opina que las películas de este género plasman historias de lucha contra el poder, de amor por la verdad y de profesionales traicionados por sus editores.
“La mayoría de las películas que he elegido para el libro”, relata su autor, “reflejan argumentos de David contra Goliat, de una forma romántica de ejercer el periodismo. Pero tengo que recordar que no existe apenas mitificación en esos protagonistas porque casi todos los personajes de esos filmes están basados en periodistas reales, desde El cuarto poder a Todos los hombres del Presidente pasando por El año que vivimos peligrosamente, Los gritos del silencio o Las flores de Harrison, por citar títulos sobresalientes y famosos”.
Claro está que esa reivindicación de un periodismo honesto y valiente no está reñida en la historia del cine con filmes que muestran el lado oscuro, sucio y corrupto de la profesión. Además, el paso del tiempo no ha desgastado, en general, la vigencia de los guiones y David Felipe Arranz destaca en este sentido el ejemplo de El dilema (Michael Mann, 1999), una de sus películas favoritas donde un prestigioso periodista de televisión, interpretado por Al Pacino, y un ejecutivo despedido de una compañía tabaquera, encarnado por Russell Crowe, desafían tanto a los propietarios de la cadena como a los magnates de la industria de los cigarrillos.
“En esta película, que suelo recomendar a mis alumnos de la Carlos III”, comenta Arranz, “se plasma de un modo muy lúcido el eterno conflicto entre los editores y los informadores. Hay que decir que los propietarios de los medios suelen plegarse a los grandes intereses políticos o económicos, salvo muy admirables excepciones como Katherine Graham, editora de aquel The Washington Post que investigó el Watergate y los papeles del Pentágono y logró la dimisión del Presidente Nixon”.
DE BOGART A MERY STREEP: EN BUSCA DE HÉROES
El autor reconoce que el ejercicio sensacionalista de muchos medios, un fenómeno en auge imparable en la última década, no ha llegado con frecuencia a las pantallas y ofrece como explicación que “este género cinematográfico tiende a buscar más héroes que verdugos” en una alianza en defensa de libertades y derechos.
O en busca, podríamos añadir, de idealización de protagonistas o actores con los que se pueda identificar el gran público y en esa extensa lista se incluirían intérpretes tan extraordinarios como Humphrey Bogart, Robert Redford, Meryl Streep, Jack Lemmon, Jane Fonda, Kirk Douglas o Andie MacDowell, entre muchos otros. Ahora bien, las historias reales de algunos filmes ya clásicos, como El gran carnaval (Billy Wilder, 1951) resuenan cada vez que los medios muestran “un sensacionalismo repugnante y un desvergonzado interés por la carnaza”, en palabras de Arranz.
“¿Cómo se podría analizar si no la atosigante cobertura de la inmensa mayoría de la prensa sobre el caso del niño Julen que cayó a un pozo de Málaga hace unas semanas y que todo el mundo sabía que no habría podido sobrevivir? Es una historia que se repite en la faceta más detestable de un periodismo en busca de audiencias al precio que sea”. A propósito de Wilder, director de El gran carnaval y también de Primera plana (1974), otra obra maestra del género, el profesor Arranz subraya que algunos realizadores del género como el propio Wilder, Sam Fuller o Richard Brooks fueron periodistas antes que cineastas y conocían a fondo las miserias y grandezas de las redacciones.
Periodista especializado en cultura tanto en prensa, como en radio y en televisión, jovial y risueño siempre, David Felipe Arranz compagina este oficio con la docencia universitaria y por ello se permite recordar a las nuevas generaciones, castigadas por la precariedad, que los profesionales deben guiarse por un empeño ético y concentrarse en ser arietes contra los poderosos.
“Tampoco conviene olvidar”, afirma el autor entre bromas, “que en la pugna entre el amor y el oficio suele ganar este último, como se encargan de recordar tanto Luna nueva como Primera plana, dos magníficas versiones a su vez de una obra teatral inspirada en periodistas reales de sucesos”.
Editado con los carteles de las 100 películas seleccionadas, la mayoría de ellas norteamericanas; con otras tantas fichas y textos que revelan un saber erudito y una facilidad para la divulgación sobre el tema; el libro de Arranz se convierte en una obra de consulta más allá de los datos planos y sin brillo de wikipedias o enciclopedias. Es decir, con el sello de un cinéfilo empedernido y un periodista apasionado.
Al contestar a la pregunta casi obligada de cuáles son sus películas favoritas, Arranz cita Matar al mensajero, Primera plana, El dilema o El cuarto poder, entre otras. Tal vez este último título sea uno de los más representativos a la hora de reivindicar la necesidad de una prensa libre en una sociedad democrática. La secuencia final, con un Bogart inolvidable y desafiante acercando el auricular de su teléfono para que unos mafiosos escuchen el rugir de la rotativa, ya figura como uno de los grandes símbolos del periodismo honesto.