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Rubén Martín

03/03/2024 - 12:03 am

Las campañas y la ilusión de la democracia

“Cada fuerza político-electoral se presenta como la mejor alternativa por lo que terminan dividiendo o polarizando a la sociedad y muchas veces fracturan comunidades o familias en los estériles debates en defensa de un partido o candidato, pero en realidad poco se pone en juego en cuanto a cambios profundos y radicales para encarar los principales desafíos de la sociedad mexicana: la vida digna para la mayoría a partir de la justa satisfacción de las necesidades de cada persona”.

“Es una elección grande y onerosa que inevitablemente llevará, como en anteriores comicios, a un enorme dispendio de recursos”. Foto: X

Al igual que lo harán otras 64 naciones en las que habitamos la mitad de la población del mundo, unos cuatro mil millones de personas, la sociedad mexicana está convocada a las urnas en este año 2024. Las campañas electorales arrancaron oficialmente el viernes 1 de marzo, aunque en los hechos las fuerzas políticas y sus aspirantes a un cargo público, en realidad tienen ya al menos dos años de precampaña o virtual campaña electoral. El proceso que arrancó el 1 de marzo durará tres meses hasta el próximo 29 de mayo, para luego acudir a la jornada electoral el domingo 2 de junio.

En esta elección están en juego en total 20 mil 367 cargos públicos: una Presidencia de la República, 500 diputados, 128 senadores, nueve gubernaturas, mil 098 diputados locales, mil 802 presidencias municipales, mil 975 sindicaturas, 14 mil 423 regidurías y 431 cargos auxiliares, de acuerdo a la numeralia publicada por el Instituto Nacional Electoral (INE). Para este elección se cuenta con un padrón de 100.2 millones de electores y una lista nominal de 97.4 millones de potenciales votantes. De ellos, 51.8 por ciento mujeres, 48.1 por ciento hombres. Para el día de la elección, se instalarán 170 mil casillas y se distribuirán 317 millones de boletas.

Es una elección grande y onerosa que inevitablemente llevará, como en anteriores comicios, a un enorme dispendio de recursos. El costo total de la elección será 66 mil millones de pesos (mdp), un incremento de 46 por ciento respecto a 2018, cuando ascendió a 45 mil mdp. Del costo total, unos 27 mil mdp se destinarán a la organización de las elecciones en las 32 entidades de la república.

Y buena parte de los recursos de la sociedad se gastarán en los partidos políticos a los que destinará 18 mil 487 mdp para actividades ordinarias y de gastos de campaña.

Oficialmente el tope de gasto fijado por el INE es de 660.9 millones de pesos para elección presidencial, lo que equivale a 7.18 mdp en promedio por día. Digo oficialmente porque habitualmente las campañas electorales, y más las presidenciales, suelen obtener un gasto oculto que proviene del financiamiento irregular, y en ocasiones de fuentes ligadas al crimen organizado. El derroche de dinero en las campañas será otro de los grandes dispendios que veremos en los comicios en curso.

Pero también habrá un dispendio de mensajes que los mexicanos escucharemos y veremos machaconamente en los próximos tres meses. En el periodo de campaña, del 1 de marzo al 29 de mayo, se transmitirán más de 22 millones de spots de los candidatos y los partidos tres mil 734 emisoras; dos mil 299 estaciones de radio y mil 435 canales de televisión. Si ya estábamos cansados de los comerciales que cínicamente decían que estaban dirigidos a los militantes de tal o cual partido política, ahora escucharemos o veremos cada día 244 mil spots de las coaliciones y los partidos que se disputan las elecciones en este año.

Las campañas electorales ponen en funcionamiento una enorme cantidad de recursos de la sociedad, puesto que ya sea mediante pago o trabajo gratuito disponen de decenas o tal vez cientos de miles de personas al servicio de los candidatos y sus partidos.

Habitualmente se hace creer que cada elección es histórica y que pone en juego el destino de la Nación. Cada fuerza político-electoral se presenta como la mejor alternativa por lo que terminan dividiendo o polarizando a la sociedad y muchas veces fracturan comunidades o familias en los estériles debates en defensa de un partido o candidato, pero en realidad poco se pone en juego en cuanto a cambios profundos y radicales para encarar los principales desafíos de la sociedad mexicana: la vida digna para la mayoría a partir de la justa satisfacción de las necesidades de cada persona.

La ideología liberal imperante en el sistema nos hace creer que las elecciones son el momento esencial y principal de la participación en la democracia representativa: es el tiempo de las campañas donde se presentan las opciones de candidatos, partidos y plataformas electorales entre las cuales el ciudadano-elector tiene derecho a elegir y votar el día de la jornada electoral, con la ilusión de que con este procedimiento se impone el criterio de la mayoría de la sociedad o del pueblo y con ese acto se constituye la democracia como sistema de organización política.

Pero siendo realistas, ¿qué son los partidos sino organizaciones al servicio de grupos de poder que se convierten en maquinarias clientelares de votantes e instrumentos elitistas de acceso al poder? ¿Alguien conoce algún partido que no haya traicionado sus ideales, que sea congruente entre lo que dice con lo que hace y que no se haya corrompido? Y no hablo sólo de México.

La ideología liberal pretende hacernos creer que los partidos son organizaciones de interés público mediante las cuales los ciudadanos participan en política y a través de ellos puede acceder al poder público a través de los puestos de representación.

Pero se olvida, o pretende esconder, la función esencial que tienen los partidos y las elecciones en la legitimación del sistema social de dominación actualmente hegemónico: el sistema-mundo capitalista. De tal manera que los partidos y las elecciones son necesarios al orden social que consiste en la acumulación de capital en pocas manos, nos dicen Colin y Flint en su obra Geografía política. Economía- mundo, Estado-nación y localidad (editorial Trama, 2002). Y añaden: “Este trío que forman el partido, la política y el Estado se complementa mutuamente para dar solución a la dialéctica de la acumulación/legitimación de la economía-mundo a partir de 1945 (…) Aunque los partidos sean poderosos dentro de sus fronteras de su Estado, no tienen asegurado el poder allende de dichas fronteras (…) siguen siendo sometidos a los límites que les impone el funcionamiento de la economía-mundo”.

Si algo han enseñado tres décadas de gobiernos de alternancia en México es que en el fondo poco cambian las cosas con gobiernos de distintos partidos. Y esto es así porque las distintas coaliciones y partidos coinciden en lo esencial en cuanto al mantenimiento del sistema político y el modelo económico. De tal modo, las campañas electorales, más que momentos de optar entre diferentes opciones de un sistema político, se convierten en procedimientos de legitimación del sistema social y del orden dominante en turno. Y todo porque se produce la ilusión de que se participa en democracia sólo porque se deposita una boleta electoral cada seis años, aunque el resto del sexenio ya no tome en cuenta para nada la opinión e intereses del ciudadano convertido en votante. “Las opciones electorales reflejan las decisiones que toman las élites políticas respecto a qué se incluye en la agenda política (…) el ciclo electoral es dirigido por las élites”. Al final, concluyen Colin y Flint, los partidos pueden hacer que sujetos potencialmente rebeldes se conviertan en simples votantes.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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