El siguiente texto, del antropólogo Federico Navarrete, fue publicado en el no. 99 de la revista Artes de México: Arte y cambio climático. Aquí, el autor y antropólogo nos propone que, para enfrentar un problema como la crisis climática, vale la pena volver la mirada al pueblo maya y reconocer algunas de sus enseñanzas.
Por Federico Navarrete
Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).- Desde hace más de un siglo, las ciudades construidas por los pueblos mayas del llamado periodo Clásico, en el primer milenio de nuestra era, han despertado la curiosidad y la admiración de los pensadores modernos. Y su abandono inexplicable, fechado alrededor del siglo XVIII, ha provocado todo tipo de especulaciones. Bautizado con el llamativo nombre del “colapso maya”, este misterioso fin ha sido explicado según las inquietudes apocalípticas del momento. Ahora, la creciente inquietud frente al deterioro ecológico ha dado más credibilidad a las explicaciones ambientalistas. En su libro Colapso, el famoso historiador comparativo Jared Diamond eligió a los mayas como uno de sus ejemplos más elocuentes de civilizaciones que no supieron conjugar su desarrollo con la preservación de sus ecosistemas, provocando así su propia destrucción.
La asociación entre los mayas y las visiones apocalípticas se ha fortalecido en los últimos cincuenta años gracias a la traducción de sus textos históricos y proféticos conocidos como el Chilim Balam, o sacerdote-jaguar, procedentes del segundo milenio de nuestra era. Estos documentos enigmáticos contienen elocuentes profecías de guerras, abandonos de ciudades, sequías y otros sucesos catastróficos. Asimismo, el desciframiento de las inscripciones encontradas en las ciudades mayas del Clásico ha permitido descubrir que sus larguísimas cuentas de la edad del mundo marcaban el fin del baktun 13 como la terminación de la actual era cósmica, fecha que coincide con el año 2012 de nuestro calendario. Aunque las inscripciones no dicen nada sobre lo que habría de acontecer en esta ocasión, nuestra imaginación apocalíptica no ha tenido dificultades para llenar este vacío. Estas visiones tremendistas, por más libros que vendan, distan mucho de ser las verdaderas lecciones que podemos aprender de los mayas antiguos y modernos en nuestro convulsionado siglo XXI, cuando nos enfrentamos a la crisis ambiental más grande de la historia humana. Antes de ceder ante este tipo de visiones, es preciso analizar algunas de las lecciones que nos podemos aprender de su historia.
RESISTENCIA
En efecto, el pueblo maya no desapareció con el “colapso” del siglo XVII, sino que continúa existiendo hoy día. El abandono de las ciudades mayas no fue un cataclismo que terminó con toda una civilización, sino un ajuste social que llevó al abandono de ciertos centros políticos y al desplome del poder de las dinastías sagradas que los gobernaban. Los campesinos, que eran la mayoría de la población maya, siguieron viviendo más o menos como habían vivido siempre: repartidos en aldeas relativamente pequeñas en medio de la selva. En todo caso, su vida mejoró tras la caída de las grandes ciudades, pues vieron reducida la carga de tributos y trabajo que debían a los orgullosos gobernantes divinos. Dicha forma de habitar la selva es un aspecto que los ecólogos y los antropólogos de las regiones de selva tropical maya y la Amazonía han explorado cada vez con más frecuencia y asombro: existen conclusiones que afirman que estos grandes y riquísimos bosques no son puramente naturales, sino también antropogénicos, es decir, producto de milenios de intervención humana multidimensional.
Además, la imbricación de las comunidades con la selva ha permitido a los campesinos mayas sobrevivir a la dominación y al fin de varios tipos de ciudades e imperios, incluyendo los mayas prehispánicos y el español; hasta mediados del siglo XX, los mayas cruzoob de Quintana Roo y los lacandones de Chiapas seguían viviendo en lo más profundo de la selva fuera del alcance del poder del Estado mexicano. Claro que los defensores del colapso consideran que lo verdaderamente valioso de la civilización maya eran las obras artísticas y los prodigiosos sistemas de escritura y matemáticas producidos por las elites que perdieron su poder en el siglo XVIII y que las modestas formas de vida de los campesinos no tienen el mismo valor.
VULNERABILIDAD
En términos de nuestras actuales sociedades de riesgo, las elites mayas clásicas resultaron ser más vulnerables ante los riesgos ecológicos que la población campesina. Desde una perspectiva moralista este resultado no deja de tener algo de justo, pues fueron las elites mayas las que intensificaron la producción agrícola más allá de los límites de sustentabilidad de la selva y quienes aumentaron la extracción de todo tipo de recursos en una escalada competitiva de construcciones y guerra.
En nuestro mundo moderno, en cambio, la vulnerabilidad está repartida de manera claramente desigual, como la riqueza, la educación y casi todo lo demás. Ahora los más vulnerables son precisamente los pueblos que siguen viviendo de la producción actual, como los campesinos mayas, pues los ecosistemas que son parte inseparable de sus formas de vida son destruidos a un ritmo sin precedentes. (…)
¿QUÉ ES UNA CIVILIZACIÓN?
La principal lección que nos pueden dar los mayas es precisamente que una civilización no consiste únicamente en la vida y las obras de sus elites privilegiadas, sino también en las formas de vida y en las complejas redes de relaciones con la naturaleza que tejen día a día sus miembros más modestos en la humilde tarea de ganarse el sustento. Estas obras no se admiran en los museos, sino en los ecosistemas vivos del mundo y en su inagotable diversidad, y es en ellas donde reside la capacidad de resistencia de toda la humanidad.