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Daniela Barragán

02/11/2024 - 12:04 am

Los chumeles contra Esmeralda (y todas nosotras)

“Los chumeles o las rangeles, están siempre en primera fila criminalizando a las mujeres que abortan y sorprendentemente al mismo tiempo están en la primera fila de los que se van a oponer a que los niños y las niñas tengan una educación sexual de calidad”.

Los datos del caso son inauditos y deben quedar en nuestra memoria. Uno a uno van conformando una historia que una quisiera que fuera poco creíble pero que es la realidad de muchas mujeres en México.

El caso de Esmeralda, la niña de 14 años a la que buscaban culpar de homicidio por un aborto involuntario, exhibió todo lo que está mal en un sistema de justicia que no protege a las mujeres y que buscará criminalizarlas en la primera oportunidad, cobijado por medios de comunicación y redes sociales que se activan para izar la bandera de la misoginia.

El viernes pasado se empezó a dar a conocer el caso de Esmeralda. El Fiscal Víctor Antonio de Jesús Mendoza informó que la menor atravesaría por un proceso legal por homicidio, luego de sufrir un aborto y el producto muriera. El castigo que se le buscaba imponer eran tres años de cárcel, es decir, buscaban arruinarle la vida.

Lo que había detrás del acto de la Fiscalía General del Estado era un caso de violación por parte de un familiar tres años mayor que ella.

Y no solo eso: la Fiscalía también buscaba que se le diera al abusador una indemnización por 518 mil pesos.

La periodista Alejandra Canchola, del diario digital Animal Político, publicó que el hecho ocurrió en agosto de 2023 cuando la menor fue atacada sexualmente y posteriormente amenazada por su agresor. Pasó el tiempo y luego de una semana de dolores en el abdomen y presentar una irregularidad en su periodo menstrual, le pidió a su papá, con quien vive junto con su hermana en una comunidad indígena en Huimilpan, Querétaro, que la dejara faltar a la escuela. Su padre accedió y le dio dinero para que comprara una pastilla en la farmacia y pudiera calmar el dolor.

Horas después, Esmeralda fue al baño porque tenía ganas muy fuertes de evacuar. Pensó que  los cólicos menstruales se le habían juntado con algún retortijón en el estómago, pero la realidad fue otra: Esmeralda pujó y salió mucha sangre. Eso ya era señal de que algo no andaba bien y se trataba de un aborto espontáneo.

Eso es sólo una parte de lo mucho que ocurría en el mundo de Esmeralda. Luego vino el odio. El caso se hizo público y en Twitter y en medios de comunicación comenzaron a activarse una serie de cuentas que empezaron a manejar un mismo discurso con el que se buscaba desprestigiar a la menor y, por más sorprendente que suene, asegurar que merecía la cárcel y además un castigo social, es decir, lo que toda mujer que interrumpe un embarazo merece, según la lógica de los que se dicen “provida” pero que son más bien “antiderechos”.

Estas cuentas en Twitter, la mayoría sin nombre real pero con verificación -es decir, que pagan a la red social- comenzaron a inflar la versión de que el producto había nacido, es decir, que el embarazo había llegado a su fin y luego Esmeralda había tomado la decisión de asfixiarlo; otros manejaban que ella tenía una relación consensuada con su familiar y por lo tanto tenía que hacerse responsable de sus actos; que Esmeralda era una “asesina”, dijo el diputado Carlos Olson; que ya hubieran matado al niño cuando éste “ya estuviera en el kínder”, escribió Chumel Torres; que el caso daba “escalofríos” y que se defiende una “agenda de muerte”, escribió la panista América Rangel.

Cada uno de esos elementos que fueron ampliamente difundidos fueron desmentidos: había causas para citar al perpetrador para esclarecer los hechos e iniciar una investigación por falsedad de declaraciones y no ocurrió; ni Esmeralda ni su familia tuvieron acceso a un acompañamiento jurídico; la Fiscalía de Querétaro elaboró un dictamen médico forense que asegura que existió asfixia mecánica, sin embargo, existe un metaperitaje realizado por un especialista que determinó que las causa de la muerte fue asfixia prenatal. Prenatal. Prenatal. Es decir, aborto involuntario.

Pero para los cerebros chumelescos, los datos poco importan. Ese grupo es capaz de defender que una niña tiene la capacidad para consensuar una relación sexual con un familiar y por lo tanto debe ser obligada a maternar.

Y no, una niña no debe ser madre. Bajo ningún escenario.

Y aunque no les guste a las y los chumeles, cualquier mujer, de cualquier edad, tiene el derecho a decidir sobre su cuerpo. Obligarlas a ser madres, puede ser considerado una tortura.

De acuerdo con datos del Inegi, 41.8 por ciento de las mujeres de 15 años y más manifestó haber vivido alguna situación de violencia en su infancia (antes de cumplir 15 años).

De acuerdo con datos de las Fiscalías Generales de Justicia estatales, el delito de violación registró su máximo en el grupo de 10 a 14 años y ocurrió 4.7 veces más en niñas que en niños de esta edad, con 4 mil 197 y 884 casos, respectivamente.

Las principales personas agresoras sexuales de las mujeres durante su infancia fueron una o un tío, con 20.8 por ciento, una o un primo, con 17.4 por ciento y un no familiar (vecino, conocido), con 15.8 por ciento.

Estos datos están a la mano de todos pero hay quien se niega a aceptarlos. Es una realidad que la violencia sexual no es esa que ocurre contra las mujeres que se atreven a caminar con una minifalda por un callejón oscuro a las 3 de la madrugada, sino que es común que tenga a niñas como víctimas en su entorno familiar, por personas que se supone las deben cuidar y las deben proteger.

Aunque sería muy sano aceptar esa realidad social, los chumeles preferirán criminalizar y atacar a las mujeres. Y en el caso de Esmeralda, podemos decir que no importa la edad que tengas o tus carencias, siempre habrá un Chumel que te señalará y una América que te gritará asesina.

Para quien a estas alturas aún considere que las mujeres que defendemos la interrupción legal del embarazo somos “asesinas” -una vez a mi me llamaron hiena-, es necesario regresar siempre a los tres lineamientos básicos del movimiento de la marea verde, que pide: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

Los chumeles o las rangeles, están siempre en primera fila criminalizando a las mujeres que abortan y sorprendentemente al mismo tiempo están en la primera fila de los que se van a oponer a que los niños y las niñas tengan una educación sexual de calidad. Buscan el oscurantismo; no quieren una u otra cosa, buscan quedarse con ambas cosas, privarnos de ambos derechos. ¿Cómo le van a pedir a una mujer que no aborte si no le explican primero cómo es que funciona una relación sexual? La capacidad de su entendimiento da para poco.

Los chumeles o las rangeles se niegan a aceptar que las mujeres tengan información y acceso a distintos anticonceptivos porque lo que también buscan es criminalizar a las que se atreven a gozar de su vida sexual. Entonces parten de que si una ya decidió tener sexo debe sufrir las consecuencias de esa libertad.

Los chumeles o las rangeles se niegan a un aborto legal porque garantiza el acceso de todas a este derecho. Las mujeres, desde siempre, han abortado, sólo que las mujeres ricas tienen las herramientas para hacerlo en lugares discretos y que no pongan en riesgo su vida. Las pobres son las que quedan expuestas y en entidades donde todavía no es legal la interrupción, ponen en riesgo su vida y muchas, al verse obligadas a ir a sitios clandestinos, han muerto.

Una mujer no aborta por gusto. Una mujer no se levanta un día “con ganas de abortar”. Siempre es la última opción pero en muchas ocasiones es a lo que te arroja un sistema que no te brinda ni educación sexual o ni anticonceptivos.

La de Esmeralda es una historia que para nuestra desgracia se repite más de lo que pensamos. Porque puede decirse, con base en datos oficiales, que en México no hay mujeres presas por abortar pero la trampa es que esos casos no quedan etiquetados así si no como “homicidio” y por lo tanto quedan escondidos.

A diario hay que dar la batalla contra los chumeles y las rangeles. Por las Esmeraldas de cualquier edad que fueron señaladas y criminalizadas, que somos todas, ya que cualquiera de nosotras puede estar en una situación como esa en cualquier momento.

La lucha por los derechos debe avanzar. No basta con la despenalización del aborto, también se debe garantizar que este derecho sea accesible para todas y que las fiscalías estatales no estén ahí a la espera para echarnos en la cara una carpeta por homicidio.

Se debe perder el miedo a hablar del aborto, siempre se tiende a disfrazar el tema y a dejarlo porque “cada quién sus creencias”, pero por Esmeralda y todas las esmeraldas que están ahí y las que vendrán, los partidos políticos y los gobiernos de izquierda deben armarse de valentía para tomar esta causa que obedece cien por ciento a las mujeres.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.

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