Parcial y subjetivo | Para una noche en vela…

02/11/2012 - 12:00 am

El pretexto resulta evidente: ya sea que uno celebre en la tradición mexicana o la anglosajona, el tema de muertos es una constante por esta época. Más allá de discusiones interminables respecto al valor de la tradición frente a los asuntos comerciales importados, lo cierto es que el ambiente adquiere diferentes carices conforme el entorno va poblándose de fantasmas, monstruos, calaveras y calabazas. Si bien es cierto que parte de la festividad tiene una carga más profunda que el jolgorio a diestra y siniestra, resulta casi imposible hacerse a un lado de las celebraciones.

La idea de la muerte está muy acendrada en nuestra cultura y en nuestros referentes. Llama la atención esa necesidad casi insana por consumir productos relacionados con el tema. Las películas de terror suelen significar grandes éxitos de taquilla en la medida en la que consiguen generar más miedo. La pregunta relevante es por qué alguien querría ser espantado. Tal vez tenga que ver con la sensación de sentirse vulnerable y, al mismo tiempo, protegido. De cualquier modo, el relato aterrador ha tenido muy buena acogida entre los espectadores.

Con la literatura no podría ser diferente. Ya sea porque la tradición oral haya permeado en leyendas oscuras, ya por esa necesidad de acercarse a lo desconocido. Sin embargo, la palabra escrita no goza de efectos visuales y sonoros. No es a partir del sobresalto que se provoca el miedo. La literatura tiene que hacer un trabajo más profundo: conseguir que el miedo persista más allá de la taquicardia frente a la pantalla. De ahí que se reconozcan grandes clásicos del género. Muchos podrán decir que, hoy en día, quedan rezagados a la hora de competir con las nuevas propuestas. No lo creo. En tanto literatura, el mecanismo sigue siendo el mismo: inocular el miedo de tal forma que al lector no le quede más remedio que pasar la noche en vela.

Drácula

Es, probablemente, uno de los personajes más icónicos de la literatura de terror y, al mismo tiempo, uno de los más distorsionados. Si bien es cierto que Bram Stoker no es quien ideó al personaje (Drácula existe a partir de tradiciones orales y leyendas), fue él quien se encargó de darle vida como lo conocemos. Sin embargo, las décadas y las lecturas han hecho que el mito del vampiro cambie y se adapte a las épocas, convirtiéndolo en una figura que ha llegado, incluso, a lo fársico. Este Drácula, en cambio, es un personaje siniestro y perverso que, en efecto, se alimenta de sangre humana. La novela se cuenta a partir de las cartas y diarios de diversos personajes. Así, la perspectiva va cambiando conforme el terror se va apoderando de unos y otros. Pese a ello, los personajes suelen tener la fortaleza de enfrentarse a lo más temible. Esta novela es indispensable para los amantes del género que gusten descubrir el origen de una leyenda; o una de ellas, al menos.

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Los mitos de Cthulhu

El terror puede provenir de diversas fuentes pero la maldad suele estar asociada a éste. Lo difícil es crear a un ser capaz de apuntar al mal absoluto, con una vocación orientada a éste. La maldad en sí misma es difícil porque suele requerir justificaciones y, en esa medida, existe la posibilidad de la redención. Sin embargo, Lovecraft consiguió crear una forma primaria de la maldad. Bien podrían ser entidades extraterrenas o monstruos. Cada mito habla de una deidad que toma a los hombres como siervos. El gran poder de estos seres radica en ser incomprensibles para la humanidad. Así, quienes dan un paso más allá de la veneración, deben enfrentarse a deidades que los enloquecerán en tanto sean incapaces de aprehender el conocimiento que en ellos se alberga. Si a ello se le suma un lenguaje arcaico y barroco, la obra de Lovecraft adquiere una gradación propia de mitología.

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Narraciones extraordinarias

El terror y el suspenso están íntimamente ligados. Parten de premisas similares. Crear la tensión dramática para generar el uno o el otro requiere de la maestría de una pluma cuidadosa. Con ella, lo que podría ser un día normal puede devenir en eventos extraordinarios o en desenlaces funestos. Edgar Allan Poe era un especialista en crear esta taquicardia propia de la incertidumbre. Sus cuentos recurren a variables por demás diversas. Ya sea que se trate obras policiacas o que existan elementos sobrenaturales, lo cierto es que leerlos implica adentrarse a ellos. Sus ambientaciones consiguen imbuir al lector en ambientes tétricos y tangibles. Sus personajes suelen estar lastrados por vicios y rencores. Sus historias están cargadas de un toque de exotismo y otro de ironía. Sea como fuere, acercarse a una de las tantas ediciones de este libro implica dar un paso hacia esa incertidumbre: la que siembra dudas e impide el sueño. Siempre hay una voluntad acechando en torno a la nuestra.

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Metro 2033

Una de las formas modernas del terror tiene que ver con el Apocalipsis. La idea de que el mundo se va a acabar de un momento a otro cobra vida cada tanto. El cambio de milenio o alguna profecía suelen alimentar la paranoia colectiva. Esta novela parte de la idea de un mundo post apocalíptico. Tras una catástrofe nuclear, los humanos que quedan deben vivir bajo la superficie. En este particular, en la red del metro de Moscú. Ideologías añejas van ocupando las mentes de las diversas estaciones. Es fácil encontrarse con defensores del cuarto Reich o Marxistas furiosos. Salir adelante en medio de los fanatismos no es fácil. Sin embargo, tampoco es el mayor de los problemas que afrontar. Víctimas de la radiación nuclear, varios animales han mutado en monstruos terribles, el paso siguiente de la escala evolutiva. Así, en medio de un mundo limitado y violento, el terror se vuelve una experiencia cotidiana. La que se genera cuando se vive al límite. Una propuesta novedosa y reciente que, incluso, ha devenido en video juego.

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Frankenstein o el moderno Prometeo

Esta novela no sólo está inscrita dentro del género del terror; también hay quien la considera la primera novela moderna de ciencia ficción y, sin duda, es una novela gótica por su arquitectura. La historia es por todos conocida. En un arrebato de soberbia, el doctor Frankenstein pretende rivalizar con dios. Para hacerlo, se propone dar vida a una criatura hecha de retazos de seres humanos. Así es como surge el monstruo. Pero sólo lo es por su apariencia. En realidad, sus sentimientos se van degradando en la medida en la que la humanidad lo desprecia: una reflexión poderosa a la hora de establecer el origen de la maldad. Inmerso en un dilema moral, e incapaz de escapar de los actos de su propia creación, el doctor Frankenstein se da a la tarea de cazar al monstruo. Si esto no fuera suficiente, la historia se cuenta desde el interior de otra que, a su vez, está inscrita en una más.

Uno de los requisitos fundamentales para que el mecanismo del terror opere es la identificación. Si somos incapaces de reconocernos en una circunstancia similar a la de los protagonistas, en un mundo que permita lo que les ha sucedido, entonces no habrá terror posible. Por esa misma razón, en ocasiones, se genera un miedo mucho más profundo ante actos tangibles que con eventos sobrenaturales. Da igual. El terror, su relato, precisan de un lector que participe activamente de su mecanismo. De otra forma, sería imposible que sucediere. Las propuestas que mencioné pueden no asustar a muchos. Sin embargo, al margen del miedo que causen, lo cierto es que están escritas con maestría y esperan agazapadas a que un buen día, un lector se les sume para descubrir al miedo.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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