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Adela Navarro Bello

02/10/2024 - 12:04 am

La presidenta y dos mujeres: una historia que inicia

“La presidenta recibe un México dividido, no en términos electorales, pero sí en materia económica, de inseguridad, de desarrollo urbano, de entendimiento público con organizaciones de la sociedad civil que en el pasado inmediato encontraron las puertas de Palacio Nacional cerradas, y que a ella, ahora que también será su hogar, corresponderá abrirlas”.

“La historia que empieza a escribirse en el País iniciará con la convergencia de estas tres mujeres donde el ideal sería que en su coincidencia de género ponderaran con sabiduría el entendimiento”. Foto: Galo Cañas Rodríguez, Cuartoscuro.

El 1 de octubre de 2024 históricamente significa un antes y un después en la vida gubernamental de México; a 200 años de la conformación de la República, 86 hombres han sido presidentes del País. Ahora, la presidencia número 87 la encabeza una mujer: Claudia Sheinbaum Pardo.

200 años atrás, en un octubre pero de 1824, se promulgó la primera Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y Guadalupe Victoria (José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix) fue presidente de la República y también quien promovió la creación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, en enero de 2023, también por primera ocasión en 199 años, eligió a su primera presidenta: Norma Lucía Piña Hernández.

El Congreso de la Unión, resultado de la concurrencia de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, tuvo para ocasión del cambio de poderes a Ifigenia Martha Martínez y Hernández, quien desde el 1 de septiembre preside la Cámara baja, convirtiéndose en la primera legisladora en tomar la banda presidencial por parte del presidente saliente para entregarla, en este caso, a la entrante.

Mientras Ifigenia Martínez concluirá su presidencia en la Cámara de Diputados dentro de un año, la presidenta de la Corte la encabezará hasta el año 2026, y la presidenta de la República hasta 2030. Mientras en Martínez fue evidente el delicado estado de salud que padece debido a sus 94 años de vida, requirió de asistencia para ponerse de pie y de un tanque de oxígeno, la presidenta Sheinbaum, con 62 años, y la ministra Piña, con 64, lucieron en espléndida condición física. Una foto que rápidamente circuló en redes sociales, por la relevancia del momento captado, muestra a la titular del Poder Ejecutivo saludando de mano y con un beso en la mejilla a la titular del Poder Judicial. La imagen es una buena señal, especialmente ante los desplantes personales y discursivos que el ex presidente inmediato de México tuvo para quien es la presidenta de la Corte.

La historia que empieza a escribirse en el País iniciará con la convergencia de estas tres mujeres donde el ideal sería que en su coincidencia de género ponderaran con sabiduría el entendimiento para que, por el bien de la República, siga concretándose el respeto por la división y la autonomía de los tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

Por los antecedentes inmediatos en el ejercicio político del poder, corresponde a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, reconstruir el tejido la unión que mantiene al Estado Mexicano. En razón de respeto a las instituciones, de gobierno abierto, transparente y entendimiento con la sociedad civil, a la mandataria nacional la vara se la dejaron muy baja.

Es deseable que los traumas que acompañaron al ex presidente en su toma de decisiones como titular del Ejecutivo no hayan sido heredados a la primera presidenta del País; después de todo, a ella no le “hicieron fraude”, a ella no intentaron desaforarla, a ella no la hostigaron con espionaje y cierre de fuentes de ingresos para su lucha. La doctora Claudia Sheinbaum, a diferencia de su antecesor, recibió formación académica en las ciencias tanto en México como en el extranjero, ha sido estudiosa, académica, investigadora, defensora de la democracia y del medio ambiente, es una profesional en el ámbito privado y eso la llevó a ejercer en el público.

La presidenta recibe un México dividido, no en términos electorales, pero sí en materia económica, de inseguridad, de desarrollo urbano, de entendimiento público con organizaciones de la sociedad civil que en el pasado inmediato encontraron las puertas de Palacio Nacional cerradas, y que a ella, ahora que también será su hogar, corresponderá abrirlas, al tiempo que construye una estrategia propia de combate a la inseguridad para acabar con la etapa de los “abrazos, no balazos” que ha bañado de sangre al país y empoderado a cabezas y células del narcotráfico y el crimen organizado.

Partiendo de asentar el pleno Estado de Derecho, la imagen de la presidenta de la República saludando cordialmente y besando en la mejilla a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, debería concretarse con una nueva e insólita relación de respeto entre ambos poderes, terminando con las ansias del pasado de centralizar en la figura presidencial el poder absoluto socavando al Legislativo y al Judicial.

En la economía del País, la vara está baja también, al comprobarse con los números oficiales el menor crecimiento sexenal en 30 años, a partir de este 1 de octubre, con un nuevo liderazgo, además en una mujer, podrá demostrarse que se puede atraer inversión sin la entraña, y generar recurso en todos los sectores productivos del país y para todos. Aunque en su discurso inaugural solamente mencionó dos ciudades del norte para emprenden un proyecto ferroviario, Nuevo Laredo, Tamaulipas y Nogales, Sonora, se esperaría que después de un sexenio que concentró “las grandes obras” en el Sur, una mujer atendiera las necesidades de todas las regiones que integran México y en todos los hemisferios.

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene todo para reconstruir el tejido que une la República y que está bastante deshilachado, ojalá que a pesar de los más de nueve minutos que dedicó a ensalzar a su mentor político, empiece en autonomía, independencia y carácter de mujer, la construcción de su proyecto de Nación, y que esta sea para todos, que se restablezca la división de poderes que tanto ha costado a una democracia con ello amenazada y que se rescaten los órganos autónomos. A partir de ahora, inicia una nueva etapa para México con desafíos enormes tanto internos como globales. A ver cómo nos va.

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