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Darío Ramírez

02/10/2014 - 12:00 am

Roberto Borge, editor de prensa

“La tiranía es el ejercicio del poder más allá del derecho, donde nadie tiene derecho; y este haciendo uso de la fuerza que tiene en sus manos, no lo usa para el bien de los que están debajo de él,

“La tiranía es el ejercicio del poder más allá del derecho,

donde nadie tiene derecho;

y este haciendo uso de la fuerza que tiene en sus manos,

no lo usa para el bien de los que están debajo de él,

sino en su propia ventaja.”

John Locke

 

El gobernador Roberto Borge sufre de intolerancia hacia la crítica y al escrutinio de su función pública. Su política contra las voces que disienten de su administración es la de acallar, hostigar, amenazar y encarcelar. Ahí está el caso del periodista y activista Pedro Canché, quien fue encarcelado bajo el delito de sabotaje por reportar sobre la privatización del agua en el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Borge tiene los elementos que lo pueden definir como un tirano. Sin contrapesos en el poder, un congreso controlado y la mayoría de la prensa en su bolsillo. Es un peligroso gobernante sin contrapesos reales a su poder.

El 26 de septiembre el periódico Reforma dio a conocer una nota en la cual hacía públicas conversaciones por WhatsApp del Gobernador. En ellas quedó evidenciado de manera clara la podredumbre que sufre gran parte del periodismo mexicano. Borge se ha convertido en el editor de algunos periódicos. Sabe qué saldrá publicado y en qué página. Dicta la línea editorial para golpear a sus enemigos políticos, activistas y periodistas. Tapiza el estado con ejemplares de prensa amiga que enaltecen su figura. Borge escribió: “Mañana en el respuesta…Página 5…y llamado en portada…Y la razón…que se está imprimiendo….te va a gustar…200 mil para todo el estado…Q agradezcan la publicidad….esa es la contraportada”, señala Borge en un mensaje donde alude a una nota que ordenó contra su opositora, la diputada, Alicia Ricalde Magaña.

En Quintana Roo los periódicos Respuesta, Quequi y La Razón, que no son más que instrumentos mediáticos del gobierno del estado, salieron y publicaron que había “un complot contra Borge”. Créalo, es real. Parecen periódicos, pero los periódicos reales hacen periodismo, éstos no. Simplemente son la vía no oficial para atacar mediáticamente el honor y  reputación de personas que, en la paranoia del gobernador, deben de ser silenciadas. Con toda impunidad llenan sus páginas de información dolosa, mentirosa y difamatoria. Toda disfrazada de periodismo. Cuesta decir esto en nuestro país, la mayoría de las veces preferimos voltear para otro lado. Pero lo cierto es que gobernantes como Borge toman mayor poder por el hecho de la ausencia de prensa que sea un contrapeso al ejercicio público. Y con esto pierde la sociedad.

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Lo que publicó Reforma debería llamar a un gran debate nacional sobre el estado que guarda el periodismo porque todos sabemos que no sólo pasa en Quintana Roo y con Borge. Pasa en cada estado de la República y con cada autoridad que tiene dinero público para gastar en publicidad.

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En México tenemos un periodismo gravemente enfermo. Un periodismo patógeno de poder y sin rumbo claro. Un periodismo descompuesto. Un periodismo que lejos de servir al público al cual se debe, sirve a los poderes y a los bolsillos de sus dueños. Tenemos un periodismo que desconoce que la credibilidad es rentable. El periodismo que sufrimos en los estados de la República se basa en la práctica del chayote (todos lo sabemos pero nadie dice nada y ni se asombra), en el compadrazgo entre el poder y la prensa. En una relación sustentada en intereses metaperiodísticos. Es un periodismo que cínicamente vive de las dádivas y políticas corruptas de los gobernantes. Tal vez cometa un error en llamarlo periodismo porque en realidad  son periódicos que no cumplen con los estándares mínimos éticos de una profesión que es de interés público. Aunque muchos lo olviden.

Pensé mucho en poner las frases que anteceden, porque conozco a muchos periodistas que sí hacen periodismo. Que ponen su vida en peligro por conseguir información que puede cambiar el rumbo del país. Conozco periodistas que se enojan porque reconocen la enfermedad de su profesión. Entonces, sí, tal vez sean peligrosas las generalidades, pero en este caso la asumo. Creo que el periodismo está enfermo y todavía hay glóbulos rojos luchando por mantenerlo vivo. A esos colegas (en minoría) mi mayor reconocimiento.

La debilidad del periodismo es alimento puro para las autoridades con poco talante democrático y con aspiraciones tiránicas. Esa debilidad del periodismo ante el poder político se basa en la discrecionalidad que gozan las autoridades para gastar dinero público en publicidad oficial. Los medios ante la tentación de un jugoso contrato, prefieren modificar su línea editorial y contenido con tal de acceder a tan suculento banquete. Es decir, la actitud corrupta no sólo proviene de las autoridades. El sistema de hoy se sostiene porque los mismos medios la sostienen por su conveniencia.

El poder de Borge y de otros gobernadores, como lo dice él mismo en sus textos de chat, se basa en su poder financiero para arrodillar, ahogar y presionar a la prensa a través de gasto público en publicidad… “ahí van 200 mil pesos de publicidad, y que la agradezcan”, apuntaba Borge en uno de sus mensajes. ¡Que lo agradezcan! vaya, asume el gobernador que es su dinero y que lo puede gastar con plena libertad y sin rendir cuentas. En otras palabras, el control político de los medios se basa en el gasto público discrecional. Mientras no regulemos cómo se gastan los millones de pesos en publicidad oficial, Borge podrá seguir controlando líneas editoriales de medios locales.

Al mismo tiempo, si regulamos este gasto, no sólo se acortará la libertad del gasto en publicidad por parte de las autoridades. Sino que también muchos medios de comunicación desaparecerán y sufrirán el tremendo dilema de vivir de su contenido periodístico y de sus estrategias comerciales. Estoy seguro que muchísimos periódicos desaparecerán cuando esto suceda, y que así sea.

Los chats de Borge parecieron no alarmar a muchos, pero sin duda es de la mayor gravedad para una sociedad. No es una hipótesis académica la que habla de la cercanía entre el poder político y la prensa. Es un hecho que limita día a día el derecho a la información de una sociedad ávida de verdad. ¿Queremos mejores autoridades? Tenemos que curar nuestro periodismo.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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