Existe un presentimiento colectivo de que la Nación está caminando al borde de un abismo, cuyo principal riesgo es la fragmentación y la violencia;  por lo mismo es relevante advertir el surgimiento de movimientos sociales emergentes que en diversas regiones del país expresan una multifacética sociedad civil viva y actuante,

Un ejemplo de ello son el Frente Ciudadano Anticorrupción de San Luis Potosí y la Marcha por Morelos. Ambos movimientos son apartidistas, en ellos se manifiestan ciudadanos que simpatizan con diversas opciones políticas, pero que están unidos contra la corrupción, la impunidad, la violencia y la simbiosis del crimen y la política en los andamiajes de los gobiernos locales, estatales y federal.

Si estos movimientos ciudadanos regionales logran articularse y trascienden sus límites territoriales, es posible que estaremos ante una fuerza inédita en el país que no esté sometida a la lógica de los partidos y sus candidatos y que apunta a cambios más profundos de la estructura política, sin acotarse a las elecciones como meta o punto de partida.

No es exagerado decir que estamos al umbral de una insurgencia cívica nacional con todo el potencial y riesgos que implica.

La Marcha de Morelos, donde al frente caminan el Obispo de Cuernavaca, el Presidente Municipal de dicha ciudad, afamado ex jugador de futbol, el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, el escritor y dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia  y Dignidad, líderes de grupos empresariales y transportistas, es en sí mismo un signo que advierte la diversidad de esta rebelión en ciernes.

La presencia en los medios de estos movimientos aún es escasa ante el vendaval de acontecimientos que día a día se precipitan sobre la opinión pública nacional: el abandonado tráiler en un supermercado de Texas con migrantes muriendo asfixiados en su interior, mientras la elite económica y política se apresura a redimir el TLCAN, aún atemorizados por el más débil presidente que han tenido los Estados Unidos de América, cuya agresiva retorica pretende soslayar que ganó un poder de la representación de su país, pero no la estructura del poder que día adía lo va carcomiendo; la evidencia cada vez más dramática de la presencia de los cárteles en la Cd. De México coludidos a estructuras políticas como sucede en la mayor parte del país; los escándalos de gobernantes  que asemejan un juego perverso entre la justicia, la política y el crimen; el espionaje que vulnera a los ciudadanos y representa un negocio para unos cuantos (ver el excelente artículo de Alejandro Calvillo “De espías y fantasmas”) son algunas de las notas recurrentes por su naturaleza, que se van sumando a un paisaje no solo de un estado fallido o de un sistema político fallido, si no de una potencial sociedad fallida.

De ahí que las expresiones de los movimientos sociales emergentes que aún son minimizados o ignorados por la mayoría de los medios de comunicación, representan el latido del corazón vivo de una conciencia nacional que no tarda en desplegarse.

Tomás Calvillo Unna

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