Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

02/08/2014 - 12:00 am

Cantar rancheras borracho

Por razones profesionales, con frecuencia me preguntan cuál es el mejor libro que he leído o cuál es mi libro favorito. La pregunta es complicada en sí misma. La respuesta posible lo es mucho más. No sólo porque implica hacer un repaso entre varias decenas de candidatos sino porque no resulta sencillo partir de un […]

Por razones profesionales, con frecuencia me preguntan cuál es el mejor libro que he leído o cuál es mi libro favorito. La pregunta es complicada en sí misma. La respuesta posible lo es mucho más. No sólo porque implica hacer un repaso entre varias decenas de candidatos sino porque no resulta sencillo partir de un parámetro sólido que permita responder.

         Me explico: considero que no existe un procedimiento exacto para evaluar la calidad de los libros. Es difícil, incluso, pensar en ese tipo de mecanismos para evaluar cualquier cosa, desde el color favorito hasta el platillo único de nuestras preferencias. Tanto en un caso como en los otros, se les suma una buena carga de subjetividad. Las razones por las que preferimos comer tacos y no enchiladas en un determinado momento tienen que ver, más que con el platillo, con nuestro estado de ánimo, con nuestros antojos, con lo que hayamos desayunado o con la forma de preparación de una y otra receta. Y eso sólo con la comida, sin ser chefs o gourmets.

         Supongo que cuando la pregunta llega a la plática, se espera la respuesta de un especialista que, habiendo degustado una gran cantidad de platillos con el análisis correspondiente, puede llegar a una respuesta clara. No es así.

         Cuando son mis alumnos quienes preguntan (universitarios ellos, de escuelas privadas) les regreso la interrogante: “¿Cuál es tu canción favorita?” Muchos de ellos contestan de inmediato. Se remiten al disco que más veces han escuchado y hasta tararean algunas estrofas. Les pregunto entonces si alguno de ellos escucha canciones rancheras en su coche. La respuesta son algunas risas tímidas acompañadas otras tantas carcajadas. ¿Cómo se me puede ocurrir que ellos puedan traer un disco de José Alfredo en su coche?

         La lectura tiene que ver con la experiencia, con la forma en que ésta nos mueve cuando nos vamos involucrando con la trama, con las características de los personajes. Algún libro que nos haya encantado en la infancia puede dejar de tener significado cuando somos adultos. El momento en que nos acercamos a ellos cambia la forma en que nos afectan. De ahí que lo importante no sean las palabras, sus significados, sino aquello que van dejando en nosotros, la manera en la que nos afecta.

         “¿Y, alguno de ustedes, después de que terminó con el amor de su vida, se ha emborrachado mientras escucha canciones rancheras?” La respuesta, si no unánime, suele ser afirmativa. Esto se debe a que estas canciones, junto con el alcohol, nos ponen en un estado tal que nos permite llegar a la catarsis. Canciones ardidas que les llaman. La conclusión es simple: aun cuando no las escuchan en sus coches y no las consideran dentro de sus playlists, lo cierto es que es difícil que otras canciones los hayan hecho llorar tanto. La culpa, claro, puede ser del alcohol y, sobre todo, de sus circunstancias vitales. En otras condiciones, las rancheras no tienen el mismo efecto.

         Con los libros pasa algo similar. Durante años he escuchado y leído discursos de la intelectualidad que confrontan a los lectores de literatura cursi, desde Benedetti hasta Sabines (por poner sólo ejemplos relativos a la sensiblería que promueve el llanto pero el experimento se puede ampliar a otros géneros). Tal vez sea cierto que, si se les analiza a partir del más estricto rigor de la crítica literaria y la academia, queden mal parados estos poemas; sólo tal vez. Sin embargo, lo cierto es que, a muchos lectores les significaron cosas, sintieron que algo se movía en su interior mientras memorizaban los versos, incluso puede que alguno los haya reescrito en una carta para su novia adolescente o haya llorado ante una estrofa que hablara sobre el término del amor. Y eso, por supuesto, valida sus lecturas.

         No quiero decir, bajo ninguna circunstancia, que estos autores sean los mejores, mi respuesta a la pregunta antes hecha. Tan sólo los utilizo como un ejemplo válido. Quien haya tenido oportunidad de leer libros (muchos o pocos), tal vez esté en condiciones de decir cuál es su favorito, cuál considera el mejor, cuál recuerda con mayor cariño. Y es que más allá de las cualidades literarias del texto en cuestión, lo importante es el papel que la lectura de esas páginas desempeñó en cada uno de nosotros.

         Así pues, son muchos los libros que tengo entre los entrañables, entre mis favoritos y, también, entre los que considero mejores. Cuando la maravilla opera, hasta puedo sostener que algunos entran en las tres categorías. Sin embargo, no me atrevería a recomendarlos con la certeza de que mi interlocutor también opinará lo mismo. Al contrario, me parece, si no peligroso, al menos un tanto temerario. Lo que sí me queda claro es que, cada que abro un libro nuevo, deseo que su lectura tenga la misma intensidad que la experiencia que me significa cantar rancheras borracho. Y no porque me encante hacer dramas, porque se me dé el histrionismo o porque sea un alcohólico perdido, sino porque esa posibilidad significaría que el libro es importante para mi vida y, así, podría agregar un nuevo título al estante de los predilectos, aunque nunca lo llegue a recomendar.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas