Recientemente el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) publicó su informe 2014, llamado “El derecho a una educación de calidad”. Dicho documento es una radiografía sumamente interesante –y desgarradora— de la realidad educativa de nuestro país. Una pregunta que se hace el informe es si todos los niños y jóvenes mexicanos tienen garantizado su derecho a aprender.
El Instituto evaluador sostiene, atinadamente, que “los niños y jóvenes pueden acceder oportunamente a la escuela, pero si ello no se traduce en la adquisición de conocimientos y habilidades, el sistema educativo no está garantizando cabalmente el derecho a una educación de calidad; sin importar el contexto familiar y social en que viven los estudiantes, durante su paso por la escuela todos deberían alcanzar aprendizajes significativos para su vida presente y futura”.
Así pues, la cuestión sigue en el aire. ¿Todos nuestros menores tienen garantizado el derecho a aprender? La respuesta ya se la pueden imaginar, pero aquí ofrezco unos datos extraídos del propio informe.
Hay 17 puntos de diferencia (59 frente a 76 por ciento) en el acceso a la escuela de los jóvenes entre 15 y 17 años, dependiendo de si viven en el campo o en la ciudad. En este mismo rango de edad, la diferencia es de 28 puntos entre los hogares más pobres y los que tienen más recursos; y de 44 puntos (96 versus 52 por ciento) para aquellos con padres con educación superior frente a aquellos con progenitores sin instrucción.
Sin embargo, el acceso a una escuela no es la única desigualdad existente. También el aprendizaje obtenido difiere de forma importante. Por ejemplo, un tercio de los estudiantes de tercero de primaria (9 años de edad) en escuelas indígenas tiene un nivel “por debajo de lo básico” en matemáticas: 32 puntos por encima de aquellos niños en escuelas privadas. En español la diferencia es todavía mayor: 45 puntos porcentuales.
El derecho a la educación está fuertemente determinado por las condiciones socio económicas de las familias o comunidades de los niños.
Todos sabemos que una parte muy importante del acceso a la escuela y del rendimiento académico se explica por el contexto familiar en el que se nace y se crece. De hecho esto es así en todo el mundo.
Lo preocupante es que el sistema educativo de este país, lejos de ser un factor de cohesión social y disminuir las desigualdades, en realidad las reproduce y en algunos casos las acentúa.
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