De rupturas y otras trivialidades

02/03/2012 - 12:02 am

Dice un tal George Bernard Shaw que no hay beso que no sea principio de despedida; incluso el de llegada.

El Día D. Cuando los aliados vencieron a los alemanes fue un día fatídico para estos. Pero no para el resto del mundo. Al final, los alemanes quedaron vapuleados por la historia. Tal y como quedan los “corazones rotos”.

Las sensaciones que produce una ruptura de pareja es parecida al Día D, pero del bando de los perdedores. De golpe y porrazo enfrentas una realidad completamente diferente. Tu pareja, por “n” razones, ha decidido, como un comunicado institucional, por más crema que le unte, tirarte un baldazo de agua fría. Es decir, que tu “significant other” te está diciendo, de diversas maneras que “no eres tú, soy yo (aunque en realidad siempre eres tú)”.

Reacción inmediata un poco dramática: exterminar sus plantas de lechuga,salir volando de la atmósfera o dormirte con ganas de que sea el 2013, mínimo. Si pudieras saltarte hasta el 2014 donde sabes que ya no habrá repercusiones, serás feliz de nuevo, habrás pasado el puto proceso de recuperación y reencuentro contigo mismo, aún mejor.

Pero no. Estás en el Día D, y este aún no termina. Es más, ni la hora H (hora designada por los aliados para el desembarque). Enseguida echamos mano de los pensamientos más irracionales posibles: ¿No me quiere? ¿No soy suficiente? ¿Hice algo? ¿Pude haber hecho algo más? Esto por decir los genéricos. Habemos quienes nos hacemos preguntas más sociópatas.

En estado de shock, no puedes reaccionar. De repente, tu compañer@ de vida o temporal, te dice que ya no va más. Las razones en ese momento no importan. El caso es que se terminó y hay que afrontarlo. Se dice fácil de ambos lados, pero creo que tanto el que termina como el terminado sufren aunque no con la misma intensidad, sí en distintos decibeles.

Y comienza una retahíla de razones, por lo general en un café espantoso. Hago aquí la puntual recomendación de que si vas a terminar a alguien, bajo ninguna circunstancia lo hagas en algún lugar fantástico donde iniciaron su relación. Para ti podrá parecer increíble, pero créeme, esa persona jamás querrá volver a ese lugar. Sugiero un Sanborns.

Y se presenta una serie de síntomas: llanto, falta de respiración, tristeza infinita. Aún cuando el “no eres tú, soy yo, (pero sí eres tú)” sea breve, sugiero a ambos tener a la mano a alguien con una botella de tequila dispuesto a aguantar tu interminable monólogo, programe tu música favorita, sirva unos tragos y te ponga a dormir. Y que al día siguiente se aviente contigo el llanto estilo Magdalena que soltarás en plena junta laboral. Deberían dar día de asueto en estos casos. Una ruptura es una muerte. Está comprobado psicológicamente.

Después toca profundizar un poco más. Hay dos opciones que uno puede hacer, y las vamos a hacer. De manera casi inmediata, salir como si tuviéramos 18 años (todos los días, con todo el mundo y a todos lados) y eventualmente, como un nuevo amigo dice, y el cual creo que es el fin de todo desembarque, volver a tocar tierra, para que te preguntes quién eres y qué quieres. Aunque para ser sinceros, desembarcar, lleva su tiempo.

Entre las trivialidades, encima hay que hacer la división de bienes. Vivieran juntos o no. Hay cosas que no te pertenecen. Efectivamente hablo de que no te puedes quedar con algo que no es tuyo o que le regalaste, por más padre que esté y por más que le sirva a los niños del hospital de salud pública, fue un regalo para esa persona en tu vida, y punto. A la caja. Fotos de cuando el otro era bebé. Por favor, también a la caja. Suéteres, pijamas, calcetines, en fin, cualquiera sabe qué cantidad de cosas tiene uno del ex.

Haz la división a distancia. Acuerda un día y una hora, sin intercambio presencial. Al más puro estilo el Padrino; conviene pensar fríamente. Nada de ondas de acosamiento, ni llamadas telefónicas para escuchar la voz. No quieres ser él o la Glenn Close de Atracción Fatal.

Bórralo del celular, o que te lo tomen en comodato tus amigos: la noche y un par de cervezas puede volver  la situación peligrosa, aunque echarle ganas y la auto dignidad, por decirlo de alguna manera, ayudan porque de todas formas te sabes sus números al derecho y al revés.

Y aceptar que su familia no será más parte de tu vida, por más que te libres de algún cuñado chistín incómodo, o por más que tuvieras pláticas profundas y amenas con sus amigos, las fiestas en su casa sean mejores que las tuyas o que tu vida en común hubiera sido fabulosa.

Y no ver para atrás. Bueno. Somos humanos, de vez en cuando volteamos, no pasa nada, no te conviertes en piedra. Quizá sueltes una lágrima o un torrente de estas, pero a otra cosa mariposa. He conocido gente que ha cerrado fábricas o proyectos que incluyen mil empleados y jamás ve para atrás.

Así que hay que empezar a entrenar el cuerpo para ser orgánicamente feliz, con el aquí y el ahora. Los que pensamos demasiado, pues a pensar en cómo demonios hacerle, o quedaremos paralizados con preguntas incómodas que no tendrán ningún sentido.

Así que bajo esa lógica actuemos, y seamos lo más felices posible en medio del beso de despedida y del de llegada.

@mariagpalacios

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