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Jorge Alberto Gudiño Hernández

01/12/2018 - 12:03 am

La cuarta transformación

Hoy tomará posesión el Presidente electo. Al margen de la multiplicidad de puntos de vista, me parece que no se aprovechó a cabalidad el periodo de transición que, bien visto, fue como el inicio informal de la Presidencia. Podría o no estar de acuerdo con el asunto del aeropuerto, del Tren Maya, de los súperdelegados o de la Guardia Nacional; incluso de las comisiones bancarias, el fuero o el tope salarial para servidores públicos. Me parece que no fueron las formas correctas de ejercer la autoridad.

“No soy ingenuo. Sé que no se abatirá la corrupción, sé que un sexenio no basta para lidiar con el rezago educativo, sé que la violencia es un cáncer imposible de extirpar de golpe, sé que la pobreza no se arregla por mandato”. Foto: Saúl López, Cuartoscuro

Nunca me gustó la idea de la cuarta transformación. Desde la campaña presidencial pensé mucho en las tres transformaciones previas y todas tenían un componente de violencia, de armas, y sus resultados, al menos en alguno de los casos, son bastante cuestionables. Tampoco me atraían los políticos que se unían a las líneas de Morena, la idea de un líder moral, buena parte de sus discursos y las alianzas entre partidos con una carga ideológica lamentable. Pese a ello, voté por AMLO para Presidente de la República.

No lo hice sólo por una cuestión de ideología: mis discrepancias con los discursos eran claras, sino porque me resultaba evidente que este país necesitaba un cambio radical. La situación, tras muchas décadas, es preocupante. Así que voté con una esperanza sesgada, consciente de que el cambio prometido no llegaría pero deseando que, al menos, algo bueno sucediere.

Hoy tomará posesión el Presidente electo. Al margen de la multiplicidad de puntos de vista, me parece que no se aprovechó a cabalidad el periodo de transición que, bien visto, fue como el inicio informal de la Presidencia. Podría o no estar de acuerdo con el asunto del aeropuerto, del Tren Maya, de los súperdelegados o de la Guardia Nacional; incluso de las comisiones bancarias, el fuero o el tope salarial para servidores públicos. Me parece que no fueron las formas correctas de ejercer la autoridad.

Así pues, llego al día de hoy con un montón de dudas sobre lo que le pasará al país. No quiero a un gobernante autoritario ni a uno que pretenda maquillar sus decisiones a partir del falaz argumento de que el pueblo no se equivoca. Por supuesto que nos equivocamos. Basta ver lo que sucede en una asamblea vecinal para darnos cuenta de que la idea del bien común no se unifica en un mismo sentido. Y eso que nos atañe de manera directa. Los mismos especialistas en finanzas o en temas de economía global son incapaces de ponerse de acuerdo a la hora de diseñar el mejor modelo para un país.

Llego, entonces, con todas las dudas a cuestas. Sin embargo, agazapadas tras ellas, aún conservo la esperanza. Me ha dado la impresión, en estos meses, que muchos de los que están en contra de AMLO desean que se equivoque para poder decir “te lo dije”. Están en su derecho. Pese a ello, sigo siendo de aquéllos que prefieren que las cosas cambien.

Sin entrar en las transformaciones anteriores, sé que una transición, una verdadera transición en modelo de pensamiento, de prioridades o de forma de conducir al país, implica pérdidas para algunos sectores. Sacrificios que, si las cosas se hacen bien, terminarán beneficiando al país en general. Es ahí donde se funda mi esperanza. Más allá de los deslices, los equívocos y las actitudes, es probable que los más necesitados terminen viendo sus beneficios.

No soy ingenuo. Sé que no se abatirá la corrupción, sé que un sexenio no basta para lidiar con el rezago educativo, sé que la violencia es un cáncer imposible de extirpar de golpe, sé que la pobreza no se arregla por mandato. Pese a ello, si al cabo de los años alguno de estos males se logra corregir o, al menos, dejar los cimientos para que esto suceda, entonces habrán valido la pena algunos de los sacrificios.

Apuesto pues, a mis deseos. Eso no evitará (como no lo ha hecho en estos meses) que tenga una postura crítica hacia el nuevo Gobierno. La tuve hacia los anteriores y la tengo ahora. Quizá lo que me diferencie de algunos críticos más severos, es que alzo la voz desde la esperanza. Ojalá no me equivoque.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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