Sin vacunas contra la COVID-19, México y el mundo dependen de medicamentos para enfrentar la enfermedad y reducir su tasa de mortalidad. Hasta el momento no existe un tratamiento preventivo con efectos contundentes contra el coronavirus, pero hay al menos 13 fármacos utilizados en pacientes y en protocolos de investigación.
Ciudad de México, 1 de noviembre (SinEmbargo).- Tratar la COVID-19 es un problema más grande y complejo de lo que imaginamos. No es sencillo determinar qué medicamentos funcionan y cuáles no, porque tiene que ver en qué condiciones son aplicados y con qué tratamientos concomitantes actúan, de acuerdo con expertos.
“Hay diferentes formas de modificar el curso de la infección por COVID-19. Los resultados, a final de cuentas, se tienen que medir dependiendo de lo que se busca de cada fármaco. En ese sentido, no existe un único tratamiento ni hay panaceas”, dijo en entrevista el doctor Luis Alfredo Ponce de León, jefe de departamento de Infectología en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (Nutrición).
En la actualidad, por ejemplo, existen contradicciones con respecto a la efectividad de algunos medicamentos contra la COVID-19. Un caso es el remdesivir que, a pesar de ser aprobado como el primer tratamiento para la COVID-19 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, para la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene “poco o ningún” efecto en pacientes graves con coronavirus.
La polémica con respecto al uso y efectividad de distintos tratamientos tiene que ver, por un lado, con la manera en que las distintas agencias y organizaciones de salud a nivel mundial están realizando sus investigaciones.
“Se usan antiimflamatorios, antivirales, anticoagulantes, antibióticos e inhibidores de acidosis pulmonar. La COVID-19 es una enfermedad compleja y existen varios factores que hacen que la mortalidad que se pueda llegar a ver, no esté en relación con la efectividad de tal o cual fármaco, sino con el conjunto de fármacos utilizados en un determinado caso”, explicó a SinEmbargo el doctor Ponce de León.
Para el médico con subespecialidad en infectología, entre los factores mencionados destacan las condiciones física y de salud a priori del paciente, el timing o momento de administración de los tratamientos, las combinaciones de fármacos administrados y el tipo de supervisión o monitoreo de cada caso.
Debido a que cada organización y país tienen circunstancias y protocolos diferentes, no es posible homogeneizar datos, de modo que estos no son compatibles en todo caso y por tanto, dificultan la interpretación de la información obtenida. “Por eso la OMS no es que diga ‘no se debe de usar’, sino dice, ‘no sabemos si se debe de usar’ tal o cual medicamento”, abundó Ponce de León.
En la actualidad hay al menos 13 tratamientos utilizados (solos o combinados entre ellos) en pacientes y en protocolos de investigación a nivel nacional e internacional: anakinra, baricitinib, cloroquina, dexametasona, favipiravir, heparinas, hidroxiclororoquina, lopinavir, plasma convaleciente, remdesivir, ritonavir, sarilumab y tocilizumab.
Además existen 12 tratamientos cuyo uso no es recomendado en pacientes con COVID-19: antioxidantes, arbidol, azitromicina, colchicina, dióxido de cloro, factor de trasferencia, inmunoglobulina intravenosa, interferones, ivermectina, nanomoléculas de cítricos, nitazoxanida y oseltamivir.
USO DE FÁRMACOS EN MÉXICO
En junio de éste año, el Gobierno federal aseguró que “no existe ningún tratamiento profiláctico o preventivo con evidencia demostrada para COVID-19, por lo que cualquier intervención en este sentido se deberá llevar a cabo bajo un protocolo de investigación”. Para el caso de pacientes ambulatorios, abunda el informe de Recomendaciones para el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2, “no se recomienda prescribir tratamiento alguno, excepto paracetamol, para el control de síntomas correspondientes”.
Pero de acuerdo con el doctor Luis Alfredo Ponce de León de Nutrición, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ya está revisando que se acepte o no el remdesivir para su uso clínico “en algunos pacientes que requieran hospitalización, que tengan menos de cinco días con síntomas y que no requieran ventilación mecánica. En el caso de los pacientes que requieren altas concentraciones de oxígeno, se requiere dexametasona”, explicó.
Sin embargo, México ha tenido dificultades clínicas relacionadas con el uso de dexametasona, ya que a pesar de que el Gobierno mexicano sólo recomienda que sea aplicado bajo estricto seguimiento de control de infecciones y farmacovigilacia, muchas veces ha sido administrado a pacientes no hospitalizados a través de atenciones médicas a domicilio.
“El problema que estamos viendo en México es que los pacientes, uno, nos llegan muy tarde; dos, ya traen dexametasona de sus casas por el manejo que se les está dando fuera de los hospitales. Llegan ya con dexametasona muy graves y además descontrolados metabólicamente, porque eso es lo que hace la dexametasona, que no es para todos. La dexametasona no debe de manejarse en cualquier paciente con COVID-19. Sólo aquél que tiene altos requerimientos de oxígeno se ve beneficiado con dexametasona, que es un antiinflamatorio, no es un antiviral”, dijo Ponce de León.
Hasta mediados de octubre, la OMS continuó alistando a 2 mil pacientes mensuales para evaluar antivirales y anticuerpos monoclonales. Pero en la actualidad, dicha organización sólo recomienda el uso del corticoesteroide dexametasona como el único tratamiento que ha demostrado ser efectivo para pacientes con síntomas graves de COVID-19.
En cuanto al remdesivir, el también integrante del Sistema Nacional de Investigadores mencionó que Nutrición y el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) ya lo han utilizado en 130 pacientes. Sólo en Nutrición han habido cerca de 73 personas tratadas con el antiviral aprobado como tratamiento contra la COVID-19 en Estados Unidos. De esos 73, sólo dos fallecieron: uno mayor de edad cuyos familiares solicitaron que fueran suspendidos el tratamiento y las atenciones médicas; y otro que además padecía de una infección fúngica invasiva de difícil tratamiento.
Aunque el jefe del departamento de Infectología de Nutrición reconoció que aún hay indicios de que el remdesivir no reduce la mortalidad, refirió que “lo que sí se ha dicho es que en los pacientes en los cuales remdesivir se da tempranamente en la infección, no más de cinco días después de contraída la infección en pacientes que no están entubados […], es decir, pacientes que reciben oxígeno pero que no están tan graves, esos pacientes sí pueden tener mejorías”.
Otro de los tratamientos que han sido utilizados en México es la hidroxicloroquina, que de acuerdo con la OMS es ineficaz para tratar el coronavirus, además de que es un fármaco que combinado con azitromicina puede producir reacciones adversas graves. Pese a las contraindicaciones y las posibles reacciones secundarias, dijo Ponce de León a SinEmbargo, “en Nutrición, por ejemplo, tienen mucha experiencia usando la hidroxicloroquina, y al igual que con el tratamiento del coronavirus, no han tenido problemas de arritmia porque es aplicada con vigilancia adecuada durante 72 horas, que en muchos países no se tiene o se efectúa”.
Además está el uso de plasma de pacientes convalecientes, un tratamiento cuya aplicación clínica por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fue autorizada por la Cofepris desde el pasado 22 de abril. De acuerdo con el doctor David Macedo Reynada, existe evidencia de que el uso de plasma es efectivo para combatir epidemias.
“Los pacientes que ya se recuperaron de la infección tienen una carga alta de anticuerpos y esa carga puede mantenerse por varias semanas o meses. Entonces nosotros colectamos su plasma” que está lleno de anticuerpos, dijo en mayo a SinEmbargo el médico hematólogo del Banco Central de Sangre del Centro Médico de la Ciudad de México. “Cuando administramos a una persona que está en un estado grave estos anticuerpos”, abundó, “lo que podemos hacer es ayudarle a su organismo a que primero neutralice la infección viral y posteriormente, a que su propio organismo pueda formar una respuesta inmunológica propia y pueda resolver éste estado inflamatorio que sufre un paciente grave con COVID-19”.
Para el Gobierno de México, dada la incertidumbre sobre la COVID-19, todo tratamiento “debe basarse en evidencia científica de eficacia y seguridad apoyada por ensayos clínicos con metodología adecuada”, ya que “la mayor parte de medicamentos que son empleados actualmente carecen de ésta evidencia, por lo que su utilización fuera de ensayos clínicos es altamente cuestionable”. En ese sentido, uno de los medicamentos utilizados a nivel internacional, el baricitinib, no es recomendado por la Secretaría de Salud dado su “amplio efecto inmunosupresor”, salvo en ensayos y en combinación con remdesivir.
Ante éste panorama también hay otras alternativas que deben de ser exploradas, explicó Ponce de León de Nutrición. “El Iner está trabajando con antivirales orales para pacientes ambulatorios o que no requieren oxigenación y que no tienen factores de riesgo como sobrepeso y obesidad. Lo que se está buscando en México son modalidades terapéuticas orales parecidas a los tratamientos que fueron utilizados durante la epidemia de influenza”, concluyó el médico.