Las hijas del vendaval

01/11/2016 - 12:01 am
Pero, por lo pronto, allí las vemos caminando con guapura, por la vereda que se estremece al ritmo de sus caderas. Foto: Cuartoscuro.
Allí las vemos caminando con guapura, por la vereda que se estremece al ritmo de sus caderas. Foto: Cuartoscuro.

Fueron concebidas durante la tormenta de los últimos años de la década de 1960 y los primeros de 1970. Nacieron de matrimonios jóvenes, estremecidos por la música y las novedades.

Ahora ellas caminan por la cuarta década de su vida, con toda su experiencia acumulada: son mujeres de excepción.

He tenido la oportunidad de ver a un grupo de ellas en la UACJ que intentan, con el apoyo de algunos varones inconstantes, establecer el principio de igualdad de oportunidades, derechos y prestaciones laborales en la misma institución.

Es increíble que la universidad facilite a los hombres la inscripción de su pareja en los servicios médicos, pero que exija a las mujeres un juicio para demostrar la dependencia económica del cónyuge y limite a las madres solteras a escoger entre inscribir a sus padres o a su hijo. Llevamos 43 años con sindicatos y rectores que piensan que las mujeres trabajan para el esposo, y que sólo se les da empleo para que escapen algunas horas de las rejas de su casa.

Estas mujeres de excepción están en otros sectores de la sociedad, no sólo entre las privilegiadas por la alta educación. Son obreras, recolectoras, vendedoras, restauranteras, negociantes. Profesionistas de todos los ámbitos de la vida.

Son mujeres de voluntad firme, lealtad genuina e inteligencia multidimensional, que analizan su situación, posibilidades de triunfo, postura de combate, claridad en los puntos de presión y valor para hacer lo que se tenga que hacer.

En días pasados, buscando en la programación de medianoche me encontré la excelente película Made in Dagenham, que narra la heroica lucha de las obreras inglesas a mitad de los sesentas para obligar a la fábrica Ford a igualar el salario de las que hicieran el mismo trabajo que los hombres.

Aquí redescubrí que esas habilidades en la administración del liderazgo, la negociación frente al poder y la lealtad a sus compañeros también las poseen mis contemporáneas, y no sólo mi esposa.

Lo que alcanzo a ver de sus vidas me indica que es en la familia donde despliegan todas sus habilidades, con el noble pero limitado objetivo de hacer felices a sus parejas.

Si queremos tener la esperanza para un México mejor esta generación de mujeres, que hoy está entre los 30 y 45 años, debe asumir la conducción del país. Esperemos que se dé un cambio general de roles y que ellas arriben un día a la conducción de la patria como género, no como individualidades.

Pero, por lo pronto, allí las vemos caminando con guapura, por la vereda que se estremece al ritmo de sus caderas.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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