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Jorge Alberto Gudiño Hernández

01/11/2014 - 12:03 am

Ser responsable

Cada tanto, algún alumno me presenta un justificante por haber faltado a una de mis clases. Los hay expedidos por un médico, por la propia universidad, por su trabajo y, a veces, por los organizadores de un evento al que asistió. Todos los recibo con el mismo talante: me molestan un poco. He usado el […]

Cada tanto, algún alumno me presenta un justificante por haber faltado a una de mis clases. Los hay expedidos por un médico, por la propia universidad, por su trabajo y, a veces, por los organizadores de un evento al que asistió. Todos los recibo con el mismo talante: me molestan un poco.

He usado el ejemplo de esta misma columna cuando hablo con ellos. Debo entregarla tal día a determinada hora, al margen de lo que me suceda. Si tuve que ir al doctor, si preferí emborracharme con mis amigos, si una tragedia familiar se gestó de improviso, el resultado es igual: entrego a tiempo o no me publican. Simple y sencillo. Lo mismo pasa con gran parte de mis actividades profesionales.

Así que los justificantes me ponen de malas. Y no es que yo sea inflexible ni mucho menos. El asunto radica en la responsabilidad. Me da la impresión de que muchos de mis alumnos juegan a siempre ganar. Esto se vuelve evidente cuando alguno, con toda la calma del mundo, me avisa que no llegará la siguiente clase porque estará en una conferencia que le dará los puntos necesarios para acreditar determinado requisito.

Por mí está bien, respondo. Cada quien es libre de decidir en qué ocupa su tiempo y cómo invierte sus esfuerzos. Si quieren ir a un lugar que acepten las consecuencias de no estar en el otro. En verdad, me parece muy sencillo pero hay quien se rehúsa a perder una cosa a cambio de la otra.

Más allá de los ejemplos triviales, pasa algo parecido con nuestro país. Si dejamos de lado las consignas, la furia, las manifestaciones de apoyo y los discursos gubernamentales, algo me queda claro: las cosas han llegado al punto de lo insostenible. Este país debe cambiar.

Ante esa certidumbre, la pregunta no es cómo sino quién.

Es fácil pensar en que todos estamos de acuerdo con la idea del cambio, con la de un mejor país, con la de un más alto nivel de vida y mayores ingresos, con la de las calles libres de violencia y con la de un altísimo nivel educativo. El problema es que el sistema está demasiado corrompido y, en consecuencia, no hay soluciones fáciles. Y ése es un gran problema: ¿cómo le hacemos para cambiar algo sin tener que pagar las consecuencias?

A mí no me resultan atractivas las soluciones que incluyen violencia, inestabilidad, crisis. El equilibrio familiar es precario y requiere de certezas. En esa misma circunstancia debe haber millones de mexicanos. De ahí que el cambio lo tengan que propiciar aquéllos que no le temen. Y ellos suelen ser los jóvenes. No sólo por su situación particular. También porque tienen mejores ideas y porque se atreven a ponerlas en práctica. Ya se ha visto que las grandes respuestas y manifestaciones vienen de las universidades. Son ellos nuestros héroes en potencia. Siempre y cuando, claro está, no busquen justificar sus faltas sino asumir los costos de sus decisiones. Algo que le haría bien al país entero.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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