¿Cómo cambiar de vida en 72 horas?

01/11/2013 - 12:02 am

Primero, tenga usted un deseo adolescente de vivir fuera de su país. Jamás lo cumpla. Es el gusanito indispensable para ser candidato a un cambio drástico.

Hágase de un par de relaciones largas, adquiera un trabajo estable y que le guste. Así entenderá que el “felices por siempre” solo aplica en Disney etapa pre-milenio.

Eche raíces. Réntese un departamento, siembre plantas y véalas crecer. Eventualmente, todo mundo querrá comprarle hasta los ceniceros. Su bonsái morirá con otro dueño.

No se le ocurra dar un enganche ni para el perro. Aunque, he de decirlo, ahora los animales viajan muy cómodos en los vuelos trasatlánticos. No lo debemos ver como un impedimento, sino como un compañero de viaje.

Compre varios juegos de Tupperware y utensilios de cocina. Curiosamente estos dan una sensación hogareña impresionante. El que sean de buena marca lo pondrá a prueba ante la vida para que usted trabaje el desapego y recuerde el día que invirtió más de mil pesos en aquel juego de cubiertos que ahora estará rematando.

Reúnase con sus amigos. Martecitos, juevecitos, lo que guste. Los recuerdos viven por siempre en la memoria y en nuestros corazones. O eso dice Hallmark.

Elija su bar o cafetería favoritos. Asista regularmente. Siempre será bueno regresar al bar después de años y suponer con ilusión que el mesero lo va a reconocer.

Adquiera una tarjeta de cliente regular de alguna heladería o antojería de su gusto. Esto para decirle a sus sobrinos o hijos que usted “siempre iba a las Neverías Roxy”, como si eso le hiciera a usted más interesante a la vista de los chiquillos.

Acuda de manera regular a la carnicería, pollería o tortillería de su barrio y hágase amigo del merchante. La abarrotera no puede faltar. Piense que a como va el mundo, hay muchas probabilidades de que usted se convertirá en vegano y no echará de menos las fajitas de pollo.

Mejore la relación con su familia de manera significativa. Esto le dará la razón para repetirse a sí mismo: “desde que llegué a Tinguindín, mi abuelita y yo somos una misma”. No se preocupe, a mayor distancia, más cariño.

Coma algún alimento regional típico de su ciudad o pueblo y presuma todo el tiempo de él. Ejemplo: yo no puedo vivir sin: la torta de tamal defeña, torta ahogada tapatía, gorditas de Doña Tota en Monterrey, panucho de Mérida, tasajo de Oaxaca, enchiladas de Guanajuato, tacos de camarón o langosta con camarones de La Paz, pozole verde de Colima, tacos de frijol a las brasas de Tecomán. No se preocupe, prepárese mentalmente para regresar a México lindo y querido con ganas de un atascón de enchiladas verdes.

Pruébese a sí mismo que puede hacer nuevos amigos. Le va a costar trabajo, pero una vez que lo logre, se dará cuenta de que sus habilidades para socializar siguen tan vigentes como en el kínder. No se me angustie, cada nueva relación de amistad le representa más oportunidades de que le reciban en todas partes de su querida patria.

Ahora viene lo bueno. Olvídese de todo lo anterior, y sólo siga estos tres pasitos:

1.- Consígase a alguien que le haga una propuesta –puede ser de amor–. Este es el detonante. Si luego no funciona, no importa.

2.- Diga que sí.

3.- Compre un boleto, renuncie a su trabajo, avise a sus padres y amigos, despídase, venda su patrimonio y cambie a dólares (en ese orden).

Felicidades, usted se ha hecho de una nueva vida. Todo esto en menos  de 72 horas.

No olvide patentar los derechos de autor de su novela Región 9, versión Tepito (sin ánimos de ofender).

Nos escribimos del otro lado del charco.

@mariagpalacios

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