Los altos índices de popularidad del Presidente bajaron del 78 por ciento de marzo de 2019 al 56 por ciento actual, según un sondeo del periódico Reforma publicado el lunes. Pero analistas consultados por la agencia Associated Press señalan que aún persiste el apoyo de un sector de la población que por primera vez en muchas décadas siente que el Presidente representa sus intereses.
Por Mark Stevenson Y María Verza
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Para ser un mandatario con una economía en caída libre y con la cuarta cifra más alta del mundo de muertes confirmadas por COVID-19, la popularidad del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sigue alta, aunque muchos consideran que hay cosas que no van bien.
El mandatario envió el martes al Congreso su Segundo Informe de Gobierno, y en un discurso sin sorpresas destacó su lucha contra la corrupción.
“Este Gobierno no será recordado por corrupto, nuestro principal legado será purificar la vida pública de México”, aseguró. “La austeridad republicana es una realidad (…) ya no hay lujos en el Gobierno”.
También enfatizó sus más importantes retos: la pandemia y la economía, aunque viendo el vaso siempre medio lleno. Según dijo, ya empieza a dar frutos la fórmula económica que su Gobierno ha puesto en marcha basada “en la moralidad, la austeridad y el desarrollo con justicia”, una estrategia que calificó de “peculiar”, “heterodoxa” y “única en el mundo” al basarse en apoyos directos a la gente. “Ahora, por el bien de todos, primero se rescata al pueblo”, afirmó.
En la gestión del coronavirus, y según algunas encuestas, López Obrador sigue teniendo más del 50 por ciento de apoyo a una estrategia que muchos consideran que es poco más que control de daños, con pocas pruebas diagnósticas y casi sin rastreo de contactos ni confinamientos obligatorios. En cambio, se centra en ampliar el número de camas en hospitales, lo que, según el Presidente, dejará a México con un “mejor sistema de salud”.
No todos coinciden.
“Hay un manejo de la pandemia tremendamente malo”, dijo Miguel Pérez Juárez, profesor de ciencias políticas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, describiendo como una “burla” a la sociedad y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que el presidente casi nunca lleve cubrebocas.
La luna de miel con el Presidente ha terminado y los altos índices de popularidad bajaron del 78 por ciento de marzo de 2019 al 56 por ciento actual, según un sondeo del periódico Reforma publicado el lunes, una encuesta realizada en persona y con un margen de error de 4 puntos. Pero persiste el apoyo de un sector de la población que “por primera vez en muchas décadas siente que el Presidente representa sus intereses”, indicó Pérez Juárez.
López Obrador volvió a hablar en tono paternalista resumiendo los apoyos que el Gobierno ha dado a los más desfavorecidos y en lugar de abordar los reclamos de los expertos sobre la pandemia optó por pedir a la gente que cuide su alimentación y haga deporte, puesto que el coronavirus ha golpeado sobre todo personas con obesidad y diabetes.
“La gente reconoce claramente que las cosas no van bien, en la economía, en las calles”, dijo Federico Estévez, profesor de ciencias políticas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Pero eso, “no le perjudica”, agregó.
“En este momento, que está difícil, tenemos un buen Presidente”, explicó Alejandro González, un diseñador de 55 años. “La corrupción es un pulpo con muchos brazos metido aún por todos lados incluso en los entornos más cercanos al presidente y va a tardar todavía un rato limpiar esa parte”.
La estrategia antidelincuencia del Gobierno tampoco da frutos. Los homicidios se han quedado estancados en unos 3 mil mensuales en un país de casi 130 millones de personas, en torno al mismo nivel de los dos últimos años, y la lucha por el territorio de los cárteles se mantiene, así como sus negocios criminales.
Sin embargo, el Presidente aseguró que “ya no manda la delincuencia organizada, como era antes” y garantizó que “ya no hay torturas, desapariciones ni masacres; se respetan los derechos humanos y se castiga al culpable sea quien sea”, aunque las denuncias por abusos de las fuerzas armadas o policiales continúan en algunas partes del país.
López Obrador confía en que su principal legado sea perseguir a políticos corruptos del pasado y el martes volvió a apelar a su objetivo de “moralizar” y “purificar” la política. “Ya se acabó la robadera de los de arriba pero todavía falta desterrar por completo el bandidaje oficial”.
En las últimas semanas, una sucesión de declaraciones y videos filtrados en los que se ve a políticos con maletines llenos de dinero, ha reforzado la creencia de que los gobiernos anteriores estaban llenos de corruptos aunque esas grabaciones, la mayoría procedentes de señalamientos del exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), quien aspira a evitar la cárcel, no se han traducido en pruebas admisibles en una corte.
Para José Antonio Crespo, analista político en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en México, López Obrador esta usando bien su lucha contra la corrupción “pero si eso le va a permitir llegar al fondo, a castigar a los culpables, hasta ahorita no lo veo”, dijo.
De hecho, apenas el 28 por ciento de los encuestados por Reforma creía que los sospechosos irían a prisión.
Y sin nada para presumir en el frente económico —el PIB cayó un 18.7 por ciento en el segundo trimestre—, la campaña anticorrupción podría ser clave de la estrategia de López Obrador para las elecciones legislativas en 2021, en las que espera mantener su mayoría simple en el Congreso y conseguir más gobernadores estatales para su partido Morena.
Según Crespo, ese será el eje de la campaña “donde el principal tema es el pasado, no el presente” donde ”no hay mucho para presumir”.
El colapso económico reducirá los fondos disponibles para el año que viene pero López Obrador insistió en que no aplicará recetas neoliberales contra las que siempre luchó, como endeudarse, y que sus grandes proyectos de infraestructura seguirán adelante, como el Tren Maya por la península de Yucatán -criticado por ambientalistas y comunidades indígenas- , o la construcción de una enorme refinería de petróleo cuando la mayoría de los países apuesta por las energías renovables.
En un México cada ve más polarizado, el presidente volvió a arremeter contra sus críticos –”conservadores”, “pseudoecologistas”– sin ápice de autocrítica.
“No hubo sorpresas”, dijo Crespo. Esquivó temas donde los números no le favorecían, como el desempleo informal, y destacó los compromisos cumplidos en programas sociales que sí son reales pero “¿van a funcionar?”, se preguntó el académico. “Yo creo que no”.
Sin embargo,”hoy por hoy la mayoría de la gente le cree”.