La inteligencia artificial (IA) avanza a pasos de gigante. Tanto, que ya se habla de que pronto tendremos una “singularidad tecnológica”. Tal evento se refiere a la posibilidad de que la humanidad logre un día crear un robot lo suficientemente inteligente que pueda, él mismo, mejorar el diseño de posteriores generaciones de robots.
En ese futuro, tal vez no lejano, las máquinas habrán alcanzado la capacidad de auto mejora continua, hasta llegar a diseñarse con cada vez más capacidades. Habría entonces una “explosión de inteligencia artificial”, con mentes cada vez más poderosas hasta llegar al punto de ser inmunes a la demagogia –aún queda por saber si también a la corrupción de los poderosos–. Tal cosa sería el fin de la civilización como la conocemos y el comienzo de otra en la que el ser humano sería relegado a un segundo plano por su –literalmente– retraso mental. La distancia que nos separa de ese futuro es imposible de predecir, pero en términos de avances tecnológicos falta un trecho importante por recorrer.
Para darnos una idea, pensemos en que a nuestro cerebro le resulta por demás sencillo reconocer un rostro familiar entre miles, hazaña que las máquinas están muy lejos de lograr. Está dotado de mil billones de neuronas organizadas en redes y el aprendizaje se da cuando sus dendritas (prolongaciones ramificadas) se van uniendo hasta formar una ruta. Las computadoras, si bien hacen cálculos a gran velocidad, a la hora de pensar resultan tontas.
Pero ya se trabaja para acelerar el progreso en la materia. Recientemente se consiguió desarrollar un componente electrónico llamado “memristor” que, de la mano de los científicos, avanza rumbo al aprendizaje. Científicos de la Universidad de California publicaron en la revista Nature sus trabajos para desarrollar una red neuronal capaz de diferenciar las letras “z”, “v” y “n”.
Como era de esperarse, los sistemas militares van aprovechando el desarrollo en este campo, lo que enciende focos rojos al margen de las hazañas del conocimiento científico. Los científicos Elon Musk (fundador de PayPal Inc. y de las empresas tecnológicas SpaceX, Tesla Motors y Solar City) y Stephen Hawking, hoy sin duda la mente científica más brillante sobre el planeta, nos alertan contra el uso bélico de estos avances. Ambos firmaron una carta abierta que fue presentada en la 24a Conferencia Internacional Conjunta de Inteligencia Artificial, en Buenos Aires, que terminó ayer.
Musk y otros personajes destacados de la informática afirmaron que la inteligencia artificial puede llegar a ser más peligrosa que las armas nucleares. Se refirieron al creciente uso de “drones”, con los cuales ya se libran batallas a distancia; eso es lo que sucedió cuando el bombardeo nuclear de Estados Unidos a Japón: máquinas contra personas, con el fin de hacer una “depuración étnica”. Pero no olvidemos que todas las guerras, hasta las religiosas, en el fondo son económicas.
Hawking, por su parte, recientemente sorprendió a la opinión pública mundial al asegurar que “las máquinas someterán a la humanidad dentro de 100 años”, que equivalen a unas 3 generaciones. La gran incógnita es: ¿Tendremos los humanos la capacidad de controlar este desarrollo, o seremos lo suficientemente estúpidos como para caer en nuestra propia trampa?
Referencias: cienciaes.com, Quilo de Ciencia (podcast)”, “Hacia el Big Bang de la Inteligencia Artificial”, Jorge Laborda Fernández / “Training and operation of an integrated neuromorphic network based on metal-oxide memristors”. M. Prezioso et al., Nature 521, 61–64 (07 May 2015). http://www.nature.com/nature/journal/v521/n7550/full/nature14441.html / SinEmbargo: “Otro llamado al miedo: Hawking y Elon Musk arrementen contra la IA” (29 julio 2015).
