Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

01/08/2015 - 12:04 am

Pobreza

La semana pasada escribí sobre ciertos consejos financieros que no funcionan en nuestro país. Consejos orientados a personas que desean invertir para volver más productiva su existencia. Hoy, una semana más tarde, se ha publicado el resultado de un análisis nacional en torno a la pobreza. Las cifras no son nada alentadoras. Por el contrario, […]

La semana pasada escribí sobre ciertos consejos financieros que no funcionan en nuestro país. Consejos orientados a personas que desean invertir para volver más productiva su existencia. Hoy, una semana más tarde, se ha publicado el resultado de un análisis nacional en torno a la pobreza. Las cifras no son nada alentadoras. Por el contrario, tras varios sexenios, la pobreza en nuestro país sólo se ha incrementado.

            Esto implica muchas cosas. De entrada, que los esfuerzos para combatirla han sido insuficientes, han estado mal orientados o, peor aún, han tenido desvíos cargados de corrupción que han enriquecido a unos cuantos. Sabemos, pues, que más de la mitad de la población vive en la pobreza.

            Lo más grave de esta cifra no es sólo el dato avasallador de la pobreza. Supongo que otras economías han pasado por lo mismo. Seguramente, la Alemania de la posguerra arrojaba datos más catastróficos. Sin embargo, ellos supieron salir adelante para convertirse en una de las economías más poderosas del planeta. Lo más grave, entonces, es que en México no se ve un camino que permita asegurar que dentro de tres, cinco o cuarenta años las cosas vayan a cambiar.

            Es fácil echarle la culpa al gobierno. Yo me sumo a quienes lo hacen. Los programas que plantea no son efectivos, el dinero se pierde en los procesos de repartición, la miseria acumulada a lo largo de tantas décadas contrasta con la insultante riqueza de unos cuantos. La pregunta, entonces, se vuelve simple: ¿qué hacer para revertir el proceso?

            Y no me refiero al hecho de que, de pronto, todos seamos ricos. Sino a políticas claras que no afecten a las mayorías. Basten un par de ejemplos. Tras la reforma fiscal, muchos de los miembros de la clase media descubrieron que, de un día para otro, su sueldo llegaba por una cantidad menor. El litro de leche de Liconsa ha subido esta misma semana, cuando la noticia de la pobreza aún nos abruma. Los ricos, en cambio, siguen ingresando más dinero a sus cuentas bancarias.

            ¿Entonces?

            Al parecer lo que se requiere es una visión de país comprometida, más allá de demagogia y de programas inútiles. Hay economistas autorizados que hablan de un sistema impositivo que grave más a quien más gana. Otros predican acerca de las virtudes de un desarrollo tecnológico en las zonas más vulnerables para que se pueda mejorar su calidad de vida. Unos más aseguran que, a largo plazo, la educación es la clave. Y los puntos de vista se suman, las claves para salir de un estado tan escandaloso de desigualdad parecen ser claros.

            Parto de la suspicacia: quizá esos analistas se equivoquen. No lo sé. Ignoro cuáles serían las consecuencias de un aumento al salario mínimo por decreto o medidas tan radicales como populistas. Lo que me queda claro, sin embargo, es que ninguno de estos sistemas ha sido puesto en práctica de manera constante, objetiva, orientada a resultados cuantificables. No sólo la pobreza ha crecido, la educación sigue siendo pésima, la desigualdad se incrementa, casi todos tenemos menos recursos que antes.

            Y eso es preocupante. Sobre todo, porque al margen de la enorme responsabilidad de la clase gobernante a lo largo de sexenios y décadas que se acumulan en la miseria, todos los demás tampoco hacemos mayor cosa. Cuando imagino al alemán de la posguerra, al japonés de la posguerra, a todos los sobrevivientes de países devastados, imagino a personas que lucharon por salir adelante. Aquí, apenas me alcanza para visualizar a otros muchos que luchamos igual de duro para mantenernos como estamos, para no perder tanto en la próxima crisis. Y eso es duro. Quizá nuestros esfuerzos, también, estén mal orientados.

            De seguir las cosas así, no será sorprendente corroborar que, en los próximos estudios, seguiremos igual de mal: mayor pobreza, peor educación y un futuro que ya no se puede sostener en sus propias esperanzas de tan deslavadas que están.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas