Parcial y subjetivo | Ciertos tíos de ultramar…

01/06/2012 - 12:10 am

A la hora de hacer listados es importante delimitar para que los elementos no se vuelvan excesivos. Sin embargo, no es una tarea sencilla. Hoy, por ejemplo, quiero ocuparme de algunos escritores españoles. Si lo pienso con calma, puedo acumular a un par de docenas que me interesan. Y sólo estoy considerando a los vivos. Es evidente que no puedo hablar de todos justo ahora. ¿Cómo acotar entonces? A partir de ciertos rasgos comunes que pueden agruparse.

Elijo, entonces, a cinco novelistas que no son jóvenes ni viejos. Tampoco son desconocidos. Varios de ellos acumulan importantes premios en su haber. Otros, han publicado cerca de una veintena de libros. La diferencia de edades entre el mayor y el menor es de catorce años (si al menos fuera una década…). Como puede verse, no es fácil trazar los límites para que ellos habiten.

Entonces me decanto por mis preferencias. Los elegí por dos razones. La primera tiene que ver con el lugar que ocupan en las letras españolas. Todos gozan de buena salud literaria, se dedican a la escritura y tienen fieles lectores. Sin embargo, no son las grandes vacas sagradas de la Península. Al contrario, son escritores en proceso de ser reconocidos en toda su dimensión en la medida en la que su obra les vaya abriendo ese sendero. La segunda es que me entusiasman. Asisto a la lectura de sus libros con avidez. En cuanto alguno aparece en las mesas de novedades lo incorporo a mi biblioteca. Si bien es cierto que no todos son buenos, conservo la esperanza puesta en la sorpresa. Algo tiene su escritura que me impulsa a descubrirlo. Y eso es algo que no me sucede con muchos de los autores consagrados.

JUAN MANUEL DE PRADA:

Como novelista bien podría decirse que es exitoso. Ha conseguido tres de los más importantes premios literarios en lengua hispana con apenas cinco novelas. En ellas, llama la atención el cuidado barroco de su prosa. Abrir cualquiera de sus libros requiere cierta disposición de ánimo. No son sencillos. Incluso da la impresión de que hace lo posible por resultar complejo. Así, leerlo se convierte en un reto: sus páginas están plagadas de palabras rescatadas del olvido. Algo extraño en un mundo que parece optar por la simpleza, por el reduccionismo en el lenguaje. Si cualquiera puede comunicar su estado de ánimo a partir de dos signos de puntuación, Juan Manuel de Prada muestra cómo las palabras siguen siendo mucho más efectivas a la hora de novelar, de crear una trama y de poner a los personajes en posiciones comprometidas. Leerlo, entonces, no es sólo asistir a los sucesos, también es asumir que vivimos dentro del lenguaje. De ahí el gran valor de su prosa.

 

AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO:

Es, quizá, uno de los autores más buscados en lengua española. La razón es simple: ha conseguido seducir a los nuevos lectores. Para lograrlo, partió de un planteamiento narrativo novedoso. Sus novelas están construidas a partir de una sucesión de historias breves. Conforme se avanza en la lectura, se tienden vasos comunicantes entre ellas. Así, mientras se toma partido por unas, las otras van desvelando secretos necesarios para la configuración de un todo narrativo. Fernández Mallo ha conseguido algo muy difícil en nuestros días: experimentar y no perderse en el intento como muchos que, por privilegiar la forma, se olvidaron de contar historias o de comunicar emociones. Él lo consigue a partir de un tejido casi único que se vuelve adictivo. Leerlo es aventurarse al precipicio porque, en medio de esta vorágine, persiste la desolación.

 

LUIS LEANTE:

Armado de una sensibilidad especial, Luis Leante sabe contar historias. Lo hace desde un estilo madurado a lo largo de un par de décadas. En su obra es común encontrar grandes rodeos que permiten al lector especular en torno a los personajes. Ellos, por su parte, suelen tener una vida que se va deshilvanando conforme transitan por su presente. Es por eso que se perciben tan humanos: porque cargan a cuestas un pasado que lastra sus expectativas. Derrotados y deprimidos, se pueden dar el lujo de abandonarlo todo para perseguir una idea añeja o un sueño perdido. De cualquier modo, saben bien que los grandes sentimientos que les estaban reservados ya los han agotado por completo. Es en medio de esta enorme melancolía que se consigue lo fundamental dentro de la narrativa: contar una historia apasionante, de ésas que impiden soltemos los libros antes del final.

 

ANTONIO OREJUDO:

Aunque muy espaciadas, sus novelas siempre causan alboroto, generan expectativas. En ellas hay una propuesta narrativa que las vuelve únicas: no son parte de un proyecto monumental sino que funcionan en sí mismas. También tienen esa incuestionable cualidad que consigue seducir a sus lectores por medio de construcciones inauditas pero habitables. Más aún, leer a Orejudo implica sospechar. Algo funciona diferente dentro de sus mundos. Algo que despierta la suspicacia y obliga a perseguirlo. Tanto, que cuando se acaba la lectura, uno se debate frente a la posibilidad de abandonarlos. Entonces uno se vuelve goloso. La lectura ha sido satisfactoria pero se desea su continuación porque siguen quedando preguntas sin respuesta pese a que las historias han concluido. Cerrar el libro es una liberación resignada. Tan efectiva es la manera en la que juega con nosotros.

 

JOSÉ CARLOS SOMOZA:

Si algo distingue a José Carlos Somoza es su acezante necesidad por renovarse. Tiene más de una docena de novelas en su haber y puede decirse que cada una de ellas está dentro de un género diferente. Así, se puede pasar de lo erótico a lo terrorífico, de las brujas a la Grecia clásica, de lo epistolar a lo fantástico, del futurismo decadente al científico con sólo cambiar de libro. Es lo contrario a un escritor de fórmula. Pese a ello, existen puntos en común entre sus libros. El principal tiene que ver con la intriga. Ésta se va desarrollando a lo largo de la novela para desembocar en un final que, en la mayoría de los casos, resulta tan sorprendente como impactante. Para conseguirlo, dosifica la información narrativa con la precisión del alquimista. Sus novelas, son de ésas que, de una forma u otra, consiguen alterar el ritmo cardiaco.

Termino esta lista dejando en el tintero otros tantos escritores españoles que están en el rango de edad de los mencionados. Supongo que los incluiré en otra entrega. Mientras tanto, dejo a éstos como una primera muestra de lo que se está haciendo al otro lado del océano. Con o sin detractores, todos ellos han construido un estilo propio que les permite sumar lectores a sus causas.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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