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Tomás Calvillo Unna

01/03/2017 - 12:00 am

Ahora

Asistí el pasado domingo 26 a la Plaza de la Tres Culturas, recorrí la zona arqueológica que  es un lujo que nos podemos dar sin costo alguno. Tratar de imaginar los tiempos idos, sobre todo los del periodo prehispánico es más que difícil. Somos las generaciones que Tlatelolco continúa vinculando al 2 de octubre, a la […]

¿Cómo lograr que una candidatura se conjugue en plural?, ¿cómo expandir un movimiento sin perderse en el laberinto de la política que se atrapó no sólo por su corrupción y su porosidad criminal, sino por su incapacidad de romper conceptos y lenguajes, actitudes y conductas que ya no tienen correspondencia con el vértigo de la vida diaria y su alienación tecnológica? Foto: Tomás Calvillo01

Asistí el pasado domingo 26 a la Plaza de la Tres Culturas, recorrí la zona arqueológica que  es un lujo que nos podemos dar sin costo alguno. Tratar de imaginar los tiempos idos, sobre todo los del periodo prehispánico es más que difícil. Somos las generaciones que Tlatelolco continúa vinculando al 2 de octubre, a la tragedia que segó la vida de muchos y que marcó el fin de aquel movimiento estudiantil que se convirtió en referente libertario de las lucha políticas del México contemporáneo.

“Ahora”,  el movimiento cuyas cabezas visibles son Emilio Alvarez Icaza, Sergio Aguayo, Javier Sicilia, entre otros, decidió iniciar allí un camino sin duda sinuoso y minado para encontrar junto con la ciudadanía una democracia extraviada y secuestrada.

El nombre completo del movimiento es “Ahora o Nunca”, me quedo con el “Ahora”, el  “Nunca”, suena imperativo y cercano a la soberbia algo que suele arruinar la política en México y sus dirigentes, algo que no traduce el esfuerzo que se reveló públicamente el pasado domingo.

Es una apuesta necesaria y esperanzadora, en muchos sentidos es un despertar que requiere de amalgamar un país desmembrado y asediado por la violencia, estupidez y mezquindad. Los desafíos son todos pero no hay de otra si se elige la arena política para dar la batalla por cambiar las condiciones de vida, para muchos no se trata de una elección sino de un asunto de sobrevivencia.

Para quien analiza y reflexiona con profundidad sobre estos tiempos, es la oportunidad de sumarse a un esfuerzo que deje de ser testimonial y se convierta en un ejemplo de transformación posible, real, ejemplo cargado de imaginación y responsabilidad.

¿Cómo lograr que una candidatura se conjugue en plural?, ¿cómo expandir un movimiento sin perderse en el laberinto de  la política que se atrapó no sólo por su corrupción y su porosidad criminal, sino por su incapacidad de romper conceptos y lenguajes, actitudes y conductas que ya no tienen correspondencia con el vértigo de la vida diaria y su alienación tecnológica?, ¿Cómo ir más que rápido, pero despacio?, ¿cómo hablar con millones pero con nombres propios?, ¿cómo reconocer el latido de cada uno en el latido de la tierra misma?, ¿cómo reconocerse en el otro sin confusión?, ¿cómo impulsar el silencio que recupere el valor intrínseco  de la palabra?, ¿cómo dejar de ser gandallas y canallas sin la bendición de nadie?, ¿cómo acallar los pensamientos para escuchar y descubrir ese poder inmenso que tiene el nosotros?…Más preguntas y más respuestas por venir.

Lo cierto es que estas batallas requieren de consistencia y compromiso; y saber que el territorio en disputa también está en la mente, ahí se siembran los paraísos y los infiernos; ahí las victorias y derrotas, ahí el sentido buscado, ahí se oye y comprende el reloj del corazón cuando se le da cuerda…para el Ahora.

 

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