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Benito Taibo

01/03/2015 - 12:00 am

¡Atrévete!

Mi amiga Sara Sefchovich me envío su nuevo libro, después de invitarme a presentarlo, sin hacerme mayores advertencias. Me llegó, justo cuando iba hacia al aeropuerto a realizar uno de esos viajes relámpago a los que me comprometo constantemente, y en cuanto estuve sentado en el avión, abrí el paquete con el libro de marras, […]

Mi amiga Sara Sefchovich me envío su nuevo libro, después de invitarme a presentarlo, sin hacerme mayores advertencias.

Me llegó, justo cuando iba hacia al aeropuerto a realizar uno de esos viajes relámpago a los que me comprometo constantemente, y en cuanto estuve sentado en el avión, abrí el paquete con el libro de marras, que resultó que tiene una abrumadora portada, por su absoluta sencillez en blanco y negro, y una palabra clave puesta entre signos de admiración, que de entrada me remitió, sin pensarlo siquiera, a los títulos de autoayuda que constantemente defenestro en ferias y conferencias, por motivos que hoy no vale la pena explorar.

¡Atrévete!, leí de golpe y porrazo. Y como mi cabeza generalmente va más rápido que el avión en el que estaba subido pero sobre todo porque conozco bien a Sara, a su seriedad para tratar los temas y a su inteligencia demostrada una y mil veces, me dije a mi mismo: Aquí hay una trampa.

Y por supuesto que la había.

Y gracias al subtítulo que precede a la que parecería escandalosa palabra de portada, que es en sí misma un codazo fuerte en las costillas, muy a la mexicana, inferí instantáneamente que detrás del ladrillazo inicial había una sólida construcción de palabras y pensamientos, investigación exhaustiva, sensibilidades y opiniones que por fuerza llevarían a una reflexión importante sobre nuestro tiempo. Una “Propuesta hereje contra la violencia en México”.

Y  yo que soy un hereje también (con lo cual el guiño cómplice se estableció inmediatamente), lo leí de un tirón antes de aterrizar en mi destino.

Lo primero que puedo y quiero decir es que no, no es un libro de autoayuda, para mi tranquilidad y la de ustedes.

Y lo segundo, es que sorprendentemente, sí lo es. Uno que puede autoayudar a esta sociedad  fragmentada y dividida en un tiempo violento, donde causa y efecto se han desdibujado en los vericuetos de la falta de estado de derecho y cabalgante impunidad, y dónde estamos perdiendo la capacidad de asombro, para suplirla con la fría, cruel, terrible estadística en la que los muertos, desaparecidos, humillados, han dejado de tener caras e historias para convertirse en vulgar cifra con muchos ceros detrás.

Y ese par de horas en el avión, se convirtió en un vertiginoso y esclarecedor viaje al infierno, de la mano de una guía, Sara Sefchovich, que no tiene miedo de llamar las cosas por su nombre, mientras las va señalando con el dedo.

Y mientras leía iba entendiendo cabalmente el título y el subtítulo y simultáneamente, recordando todo lo que lamentablemente sé sobre la violencia y todo lo que sé sobre México.

Tal vez estemos presenciando el principio del fin de la civilización. Y el inicio de un adormecimiento social que mira la violencia esperando que no la alcance y la toque.

Y es esta suerte dicotomía la que explora profunda y apasionadamente Sara Sefchovich en su ¡Atrévete! Y que ahonda en su génesis, su desarrollo, las estrategias fallidas para transformarlo y el montón de medias verdades o falacias absolutas que se han dicho acerca de él y que han generado ese estado de las cosas a del que ya estamos hartos pero al cual, con terror lo digo, nos vamos lentamente acostumbrando.

Y algunas asombrosas, por decir lo menos, declaraciones o soluciones propuestas por algunos y que serían desternillantes si  no fueran tan serias llamadas de auxilio frente a la imposibilidad de contener el fenómeno. Cito textualmente del libro de Sara: “… hay quienes prefieren otros caminos, como el gobierno de la ciudad de Matamoros que pidió a los ciudadanos que no salgan de su casa para evitar riesgos o el cura de Guanajuato que recomendó “pedirle a dios que ablande los corazones de los delincuentes para que dejen de hacer el mal”.

Dos propuestas que sólo hablan de desesperación.

Sólo con un proceso de fondo de reconstrucción del tejido social, educación y cultura suficiente, justicia clara e inmediata y desaparición de la impunidad, se logrará poco a poco, ir transformando  a este país, construyendo seres humanos libres y pensantes.

O eso era lo que yo pensaba hasta que leí el libro de Sara Sefchovich como se lee una buena novela.  Y esto que acabo de decir, es por supuesto un halago. He dejado de ser un “lector” habitual para convertirme en un usuario pleno de cultura escrita que puede entrar al ensayo o a los textos de divulgación científica con la misma alegría que a la literatura, pero también reconozco mis atavismos culturales, que siguen considerando a la novela como la reina madre de las contadoras de historias.

Refiriéndose a esa vía de solución que mencioné unas líneas arriba y que tiene que ver con la reconstrucción del tejido social, Sara nos da un palmo de narices, como decía mi madre:

Las propuestas de los estudiosos son excelentes, sin duda, y definitivamente son la única solución verdadera, efectiva y permanente para resolver la delincuencia y la violencia. Sin embargo, no son posibles. Y no lo son, porque no puede ser que lo que se proponga implique y exija cambiar toda la realidad económica, social y política del país. Y es lo que, de un modo o de otro, todos sostienen. “Se requiere del cambio de todo un sistema, no sólo de una parte”, lo cual exige “un rediseño de fondo de la acción pública”, “un cambio en el modelo social” y “un verdadero pacto político. ¿Cuándo va a suceder que se pueden modificar todas las estructuras y todo el sistema de funcionar del gobierno y de la sociedad?

Se pregunta Sara después de habernos dado un mazazo en la cabeza.

Estamos frente a un texto diferente, un ensayo esclarecedor y concluyente que no se queda sólo en el mullido sillón de la academia, donde muchas veces basta y sobra con la concienzuda revisión y análisis del problema para sumar al sillón, un mullido cojín de autocomplacencia.

Sara Sefchovich, lanza la llamada a la acción y determinada como es, e inteligente cómo por supuesto es, no sólo cómo entomólogo que descuartiza a un bicho para saber cómo está construido, propone las medidas y fórmulas para cambiar el comportamiento del bicho. Una propuesta sin duda diferente.

Sólo vine hasta aquí, para decirles a ustedes, que me atreví. Que las propuestas herejes son lo mío lo mío. Que la posibilidad de encontrar soluciones “sencillas” a problemas aparentemente irresolubles es tarea de observadores acuciosos de la sociedad, de la realidad, de esos que se atreven, como Sara Sefchovich a llamar a todos a atrevernos.

Les propongo que lo lean, y se sorprendan como yo…

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