Imperialismo Mexicano

01/03/2014 - 12:00 am

Le digo “mexicano” por apego, pero de origen es global; “Imperialismo”, porque se tata de una voluntad totalitaria que impera por medio de emperadores y porque domina varios estados. Me da tristeza esta entrada, pero sigo para encontrar la salida.

Asumiendo la curiosidad del que piensa con ganas de entender, repasemos nuestro presente: tenemos una miseria que mata más que las violencias, una clase política que desprecia a su pueblo (“Por sus frutos…”), normas que legalizan los abusos y penalizan las protestas, delitos cometidos sin delincuentes castigados, una cumbre que busca el poder sólo por la riqueza que consigue, y un pueblo cansado de protestar porque le convencieron que su oposición aburre, que ya deje de repelar.

Los imperios y las empresas se parecen. El objetivo de una compañía es ganar más. Si pertenece a una persona, o ésta toma todas las decisiones, los pasos de la organización estarán guiados por su criterio personal. Si hay un CEO, director o gerente que rinda cuentas a una asamblea de accionistas, se limitará a ejecutar las órdenes que le den; las decisiones serán regidas por un criterio corporativo, lejos de la ética que orienta las decisiones de una persona.

Partamos del supuesto de que el hombre más rico del mundo, Bill Gates, es una buena persona aunque tal vez no sea inmaculado –un supuesto, digo–. Si en un arranque de generosidad quisiera, por ejemplo, duplicar los salarios de sus obreros sin subir los precios de sus productos, su Consejo de Administración se lo impediría de inmediato; no es que esté formado por personas sin escrúpulos, sino que al integrarse en un grupo caen en un anonimato que les da impunidad y sus decisiones estarán orientadas sólo por la búsqueda de ganancias. Eso, y no los valores personales, es lo que dirige las decisiones en una corporación.

La clase política mexicana opera con la estructura inédita de una agrupación de emperadores. La autoridad se usa para hacer leyes retroactivas que validan lo que les conviene hacer y es ilegal, y nuevas normas que penalizan lo que les estorba de la sociedad -aunque sea legítimo. A mitad del partido, ya sabemos, cambian las reglas sin preguntarle al otro equipo y lo obligan a obedecer por medio de la fuerza.

A todo esto ya nos habituamos, pero una pregunta sigue retumbando en nuestra mente: ¿Por qué en México sigue vigente esta anarquía institucional? Porque se nos alimenta, por conducto de los medios y las escuelas, con la única idea de que ya tenemos lo que deseábamos y, aunque quisiéramos, nada podríamos hacer para cambiar las cosas. Si lo duda usted, repase cuántas veces una conversación casual sobre la situación del país termina con la frase: “Sí, pero ¿qué podemos hacer? Nada.” (duda resuelta).

Están de moda las autodefensas y nos parecen novedad, pero sólo repiten una de las primeras formas comunitarias que hubo en la humanidad para neutralizar las agresiones externas. Hoy vemos que estas sencillas estructuras resuelven un problema que crece en México y amenaza con ganar esta batalla que el país no está peleando; ¿por qué? Una pista: nadie se defiende si se le convence de que no tiene ni la mínima oportunidad de detener a su agresor. El “bullying” ejemplifica la estructura sicológica de esta indefensión.

La derrota del oprimido comienza cuando se convence de su incapacidad de vencer, de mejorar su situación social y económica. Se repite: “¿Qué podemos hacer? Nada.” Pero cuando el hambre aprieta, los argumentos se olvidan. Las opciones son morir de hambre, de bala o hacer algo al respecto. Es lo que en México nos urge a todos; es eso, o acabar con la nación por un egoísmo generalizado, depredador y asesino.

Si un pastor no toma medidas para que su rebaño crezca y además se come a sus animales, él y su familia se quedarán sin qué comer y sin opciones. Es lo que estamos haciendo con México. La alternativa que nos queda es la desobediencia civil. Nicolás Maquiavelo afirmó que ningún príncipe se sostiene si el pueblo no quiere. Cada quién en su entorno, mucho o poco, está obligado a hacer algo por salvar a esta comunidad llamada México. Este imperialismo local nos tiene postrados. Pero, ¿vencidos? No del todo. Dijo Gandhi que “La diferencia entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer, resolvería la mayoría de los problemas del mundo.”

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