La hambruna también azota el Altiplano de Nuevo León

01/02/2012 - 12:00 am

“Nos estamos muriendo de hambre y a nadie le importa. Nunca habíamos estado tan mal”, afirma Margarito Cruz Chávez, habitante de la localidad de Doctor Arroyo, del municipio del mismo nombre en Nuevo León, a la periodista Sanjuana Martínez. En esa zona del Altiplano, la gente vive de buscar lechuguilla, tallar y extraer el ixtle. Con esa actividad ingresan 11 pesos diarios por cada kilo, lo que apenas alcanza para una comida al día.

En un reportaje publicado por La Jornada, Martínez destaca las condiciones de hambre en que viven prácticamente sus más de 10 mil habitantes.

“En el piso está el banco, el tallador, la arrancadora y la oaxaca, instrumentos que utiliza para la talla a mano por la cual le dan 4 pesos más por kilo. Pero al día, trabajando 10 horas, sólo puede llegar a sacar tres kilos de fibra: ‘Si talla 50 pesos mi señor no ajustamos ni un almuerzo: 25 el kilo de frijol, la maseca en 13, porque no hay maíz, y el aceite en 30 y tantos… ¿usted cree? En el día damos una comida, con una tenemos’, dice la esposa de Margarito, Cándida Cruz Espinosa.

Esa familia, describe Martínez, tiene seis hijos y ocho nietos. Vive de la talla de lechuguilla, oficio que los abuelos y los padres les trasmitieron y que ahora enseñan a los hijos y nietos: “Voy ajustar 50 años y no conozco otro trabajo. ¿Qué más?: aquí no hay otra cosa”, le comenta Margarito a la reportera.

Su hija Beatriz Cruz Cruz, de 21 años, interrumpe a su padre con un bebé en los brazos: “El carro de lechuguilla lo viene uno tallando a la semana, fíjese. De aquí a que salga el ixtle y se seque. Lo compran en la cooperativa, pero ya nos dijeron que dentro de poco ya no lo van a comprar. ¿Qué vamos a hacer? De por sí, ahorita estamos comiendo puro chilito, como quien dice, luego ya ni eso. El pollo o la carne tenemos mucho tiempo sin probarlos”.

En el texto publicado por La Jornada se plantea: “Tiene dos niños, ambos enfermos de gripe. Aquí los niños mueren a veces de una simple diarrea: ‘En el centro médico no tenemos medicinas desde hace meses, ni tampoco doctor, hay que ir a la cabecera municipal, pero cobran 700 pesos. Bien nos muremos (sic) porque no alcanzamos a llegar. Ya han quedado varios en el camino’”.

Sanjuana Martínez relata que Cándida, madre de Beatriz, padece diabetes desde hace tres años. Dice que la enfermedad le surgió por una pena. Su nieta Anahí nació con dificultad: “Estábamos en la salita de espera y escuchamos el llorido. Nos dio un brinco el corazón de alegría, pero al rato el doctor salió y nos dijo: ‘ya nació la niña, pero con un pequeño problema para respirar’. No nos dijo nada de que íbamos a batallar”.

“Al mes y medio, la bebé lloró sin parar durante días y de pronto dio muestras de su enfermedad: ‘Le pegaron esas, ¿cómo se llaman?, ¿convulsiones? Le pegaron como diez, yo la agarraba y me la apretaba al pecho porque echaba unos gritos enloquecidos, como cabrito cuando lo matamos. Luego supimos que se llama parálisis cerebral’”.

“En este desierto donde no crece nada hace años y las vacas van muriendo por falta de agua y comida, la presencia del Estado es casi nula. Cándida llora por la seca y por su pena. Está empeñada en conseguirle una carreola especial a su nieta para que pueda salir de su ‘encerramiento’: ‘La pobrecita no mastica, sólo chupa. Nomás vive sentadita. Me juzgan loca porque sólo pienso en ayudarla. Tiene que haber alguien que nos ayude, con el ixtle no nos alcanza ni para comer’.

Hay muchas razones que explican la hambruna en Nuevo León, de acuerdo con el planteamiento de la autora del texto:

La fibra de plástico ha ido desplazando al ixtle con el consiguiente deterioro de vida para miles de artesanos que en la región sur de Nuevo León no tienen otra manera de sobrevivir. La falta de industria y de infraestructura gubernamental y ahora la sequía y la hambruna han obligado a cientos de personas a emigrar.

“Poco a poco las políticas institucionales abandonaron el campo. Los silos que almacenaban aquellas grandes producciones han quedado como símbolos de la decadencia y permanecen vacíos”, destaca.

Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.
en Sinembargo al Aire

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