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Óscar de la Borbolla

01/01/2018 - 12:02 am

Un buen propósito

Ojalá que cambiáramos de año como las víboras cambian de piel y, más aún, que el Año Nuevo representara una especie de reencarnación en otra vida; sacudirnos de veras el pasado y con el santo decir sí sí del que habla Nietzsche inauguráramos un radical comienzo, porque habría que librarse de las inercias, de los […]

Qué bueno sería desprenderme del año hundido y de la piel de víbora y de la parte espesa de mí mismo y comenzar hoy sin memoria el resto de mi vida. Foto: Especial

Ojalá que cambiáramos de año como las víboras cambian de piel y, más aún, que el Año Nuevo representara una especie de reencarnación en otra vida; sacudirnos de veras el pasado y con el santo decir sí sí del que habla Nietzsche inauguráramos un radical comienzo, porque habría que librarse de las inercias, de los pesos muertos, de los cadáveres que no se han terminado de enterrar, de los vínculos ociosos y hasta de las amistades de Facebook que nada más abultan sin participar nunca: de todo lo inútil que guardamos en los desvanes de la casa y del alma.

Hoy tengo ganas de podar la yerba y de quitarme el musgo, de acicalar mi persona y mi casa, de tirar por la ventana tantas cosas que he ido acumulando porque sí: por si alguna vez pudieran servirme o porque es muy difícil desprenderse de lo que fue de uno: camisas viejas, botellas vacías o conocidos de los que a fuerza de no ver sólo se conserva un número telefónico, un correo y un encuentro tan solo tangencial.

Qué ganas de salirme a la calle ligero de culpas, de recuerdos nefastos, de personas cuyo luido lazo hace que pendan como las secas hojas de un otoño que como dice Quevedo: ya fue sido, pero que no terminan de perderse en el horizonte de la muerte hacia el que sopla el tiempo, porque hoy quisiera comenzar sin muertos y sin agonizantes. Y también libre de proyectos caducos que envejecieron sin concretarse nunca y que han estado ahí en la lista de pendientes brincando desde hace lustros de un calendario a otro.

Habría que hacerle con un soplete de gas butano un cateterismo al corazón para desasolvar los sentimientos y las pasiones y que fluyan y se pierdan en la corriente las antiguas caricias y las balas que ya dolieron.

Porque ya estuvo bueno y porque -si de por sí es difícil vivir- se hace imposible cuando uno va cargado de fardos y rencores, de taras y de traumas, y de tareas a medias que uno sabe que no las habrá de completar jamás.

Que me acompañen el aire transparente y fácil y no el viento que sopla contra uno, el viento a favor, no la tormenta que cierra el paso con su oscuridad amenazante; ¡sí a la autopista, no al pantano que es impracticable!, debería ser mi lema desde hoy y andar ligero a la aventura, a lo que venga, a lo que traerá este año que para colmo no pinta nada bien.

Qué bueno sería desprenderme del año hundido y de la piel de víbora y de la parte espesa de mí mismo y comenzar hoy sin memoria el resto de mi vida.

Este es mi único propósito. Que al menos no se diga que no lo tuve claro.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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