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Cuatro lugares del sur de Polonia para visitar antes del invierno

31/08/2018 - 12:01 am

Polonia con sus ciudades medievales, su entorno rural y su abundante vegetación es un lugar hermoso para visitar; algunos puntos obligados son Wroclaw y Cracovia.

 Ciudad de México, 31 agosto (ElDiario.es/SinEmbargo).- Perderse por las carreteras rodeadas de bosques y verdes llanuras de la Baja Silesia, en el suroeste de Polonia, es como transitar por los caminos de Invernalia, el norteño reino de la serie Game Of Thrones gobernado por la familia Stark. Dormir en alguno de sus innumerables castillos de arquitectura prusiana, es como hacerlo en Desembarco del Rey, el feudo de los Lannister en la misma serie. Toda la provincia, o voivodato, que es como se les llama en Polonia a las provincias, es ideal para encontrar localizaciones donde rodar las escenas de los reinos más septentrionales de Poniente.

Pero además, la Baja Silesia tiene como capital a Wroclaw. Decir que en alemán se la conoce como Breslau y en checo como Breslavia es un poco contar la historia de esta ciudad y la zona que la rodea. Formó parte de la antigua Prusia Oriental -hasta el siglo XIX fue casi exclusivamente alemana- así como de los reinos de Bohemia y Moravia. En 1939 fue ocupada por los nazis y defendida a sangre y fuego hasta 1945, año en que fue asignada a Polonia definitivamente. Su arquitectura y su ambiente, son una mezcla de todas las culturas que la han habitado.

WROCLAW

Wroclaw combina a la perfección el ambiente estudiantil de vocación cosmopolita de las ciudades del oeste europeo, con una arquitectura medieval de fuerte influencia prusiana y un gran patrimonio eclesiástico de las más diversas religiones. Aunque hoy es predominantemente católica, antaño fue una ciudad luterana con sus iglesias de torres rectas y punteadas, y también husita, con características de la arquitectura bohemia como podemos encontrar en Praga, por ejemplo. Por otro lado el barroco está presente en casi todos sus altares, retablos y órganos.

Además, es una ciudad localizada en un meandro del río Odra, y está formada por 12 islas fluviales con cerca de 100 puentes, algunos de los cuales dan un aire muy romántico a esta capital de voivodato. Especialmente atractiva es la isla donde se sitúa el barrio eclesiástico, con numerosos edificios de arquitectura gótica polaca y prusiana y un encantador jardín botánico. Paseando por sus calles se pueden rememorar otros paseos por ciudades universitarias como Cambridge, Oxford, Harvard o Yale, por ejemplo.

Puente de Wroclaw con el barrio eclesiástico al fondo. Foto: Jordi Sabaté, ElDiario.es

Es una ciudad relativamente fácil para moverse -aunque el tema de las islas hace que no se llegue a todos sitios en línea recta-, con trayectos cortos y asequibles andando, y un centro de sabor medieval, si bien con ambiente descaradamente de ocio enfocado a estudiantes. Ello se traduce en numerosos locales de copas, discotecas y los más variados restaurantes de todas las cocinas posibles. Si de día se puede disfrutar del arte y los museos de Wroclaw, de noche su marcha sorprende por la vitalidad lúdica de los estudiantes y lo variado de la oferta. Tiene un par de días intensos y divertidos.

LOS SUDESTES SEPTENTRIONALES

Las tierras que se extienden al sur y suroeste de Wroclaw lindan con la cordillera de los Sudetes, que separan Polonia de la República Checa y fueron motivo de uno de los hechos más dramáticos en los momentos previos a la segunda guerra mundial, cuando la Liga de Naciones los cedió a Alemania, sacrificando parte del territorio nacional de la entonces Checoslovaquia. Lo cierto es que la zona siempre fue de predominancia cultural alemana, con cerca de seis millones de personas que se habían quedado descolgadas de su patria de origen en 1918.

Sin embargo, la reocupación alemana de la zona, significó una limpieza étnica de ciudadanos eslavos tan brutal como había sido la de ciudadanos alemanes tras la primera guerra mundial. En 1945, la zona fue dividida entre Checoslovaquia -el sur de la cordillera- y Polonia -el norte y noroeste-, y entre 8 y 10 millones de alemanes fueron expulsados de su territorio ancestral. En consecuencia, ambos lados de los Sudetes son hoy habitados hoy por eslavos católicos, que viven en pueblos de marcada arquitectura alemana y luterana.

Castillo de Czocha. Foto: Jordi Sabaté, Eldiario.es

En otras palabras, recorrer en coche las carreteras de la Baja Silesia -un coche por un día puede costar unos 25 euros- es moverse por un territorio polaco de ambiente prusiano, marcado por austeras iglesias, pueblos ordenados y grandes castillos que hoy son museos, hoteles, ambas cosas a la vez o residencias privadas de millonarios árabes e indios. Muchos de estos castillos se pueden visitar por un par de euros y en alguno, como es el caso del de Czocha, situado al pie de una colina rodeada por un lago, se puede dormir por 30 euros la noche. De paso, se pueden rememorar los ambientes de Desembarco del Rey y quién sabe si recrear sus intrigas palaciegas… Todo es cuestión de imaginación.

AUSCHWITZ-BIRKENAU

En mayo de 1945, cuando las tropas rusas entraron en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, a solo 40 kilómetros de Cracovia, los nazis se habían marchado dos semanas antes y apenas quedaban unos 600 prisioneros con vida. Ninguno de ellos sobrevivió. Cuatro de las cinco cámaras de gas del campo habían sido dinamitadas y solo seguía en pie la primera y más rudimentaria. Fue gracias a testimonios de prisioneros enviados a otros campos y a la labor de los historiadores que se conoce la escalofriante realidad que sobrevino a este teatro de la brutalidad y la muerte desde 1939 a 1945.

Es aquí donde se puso en práctica la llamada solución final para los judíos de Europa. Se calcula que murieron en el más de dos millones de personas, aunque oficialmente la cifra es de 1 millón 100 mil víctimas. La mayoría fueron personas de religión hebrea, eslavos y también unos 20 mil gitanos de los 400 mil que exterminó el régimen nazi. El campo se puede visitar por unos 10 euros con la asistencia de guías de la asociación Memorial Auschwitz, aunque también se organizan tours desde Cracovia con guías no oficiales. La mayoría de los ‘paseos’ se incian bajo el siniestro cartel de entrada en el campo, que contiene la cínica frase “El trabajo nos hace libres”.

Todos ellos nos darán una explicación detallada e in situ de como era la vida y la muerte en este campo, recorriendo las sendas que llevaban directamente de los trenes a las cámaras. Es una experiencia dolorosa en la que en varias ocasiones deberemos contener las lágrimas, pero se trata de un dolor necesario para mantener en la memoria que la maldad no es necesariamente un fenómeno anormal y aislado, sino que habita en todos nosotros y crece en los lugares donde no se cultiva el diálogo y la tolerancia. Como dijo el filósofo hispano-estadounidense Jorge Santayana, en una frase que figura a la entrada del campo: “aquellos que olvidan su historia, están condenados a repetirla”.

CROAVIA Y KAZIMIERZ

Aunque Cracovia es la capital fundacional y espiritual de Polonia, a lo largo de su historia ha funcionado como estado independiente y también ha pertenecido al imperio austro-húngaro, como parte de la Galitzia, que ha dejado su impronta arquitectónica en los barrios aledaños al casco antiguo, una joya medieval con numerosos palacios, iglesias y un castillo imponente donde están enterrados todos los reyes polacos. Por otro lado, Cracovia suma a su patrimonio arquitectónico el cultural del barrio de Kazimierz, antigua ciudad judía absorbida por la capital en el siglo XIX.

Placa en la sinagoga vieja de Cracovia. Foto: Jordi Sabaté, Eldiario.es

Un dato: Cracovia llegó a tener más del 25 por ciento de población de religión judía askenazi, y los hebreos participaban activamente en el gobierno de la ciudad como industriales, concejales, médicos o arquitectos. Tras la llegada de los nazis su población se vio claramente reducida, aunque poco a poco se ha recuperado y hoy Kazimierz goza de una cuota importante de ciudadanos judíos que conservan viva la tradición hebrea de la Europa oriental, así como cuatro sinagogas de gran valor patrimonial.

Merece la pena visitar el casco antiguo y sus edificios, así como la plaza de su mercado, la mayor de Polonia. Pero la verdadera joya de Cracovia es Kazimierz, donde se mezclan en sus callejas medievales los judíos ultraortodoxos con jóvenes estudiantes que van a sus locales de ocio y restaurantes favoritos.

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