La guerra y la pobreza en la Franja de Gaza obligan a las familias a vivir en los cementerios

30/12/2014 - 11:03 am
La última guerra, que duró 50 días, dejó una devastadora destrucción de viviendas e infraestructuras vitales y a unas 108 mil personas sin hogar, según la ONU. Foto: EFE.
La última guerra, que duró 50 días, dejó una devastadora destrucción de viviendas e infraestructuras vitales y a unas 108 mil personas sin hogar, según la ONU. Foto: EFE.

Por Saud Abu Ramadán

Gaza, 30 dic (EFE).- Jalil Keheel nunca imaginó que terminaría residiendo en un cementerio de la ciudad de Gaza, pero este palestino no ha visto otra salida a la cruda situación económica que padece, resultado del último embate bélico que sacudió la franja.

De 27 años y con mujer y tres pequeños, este gazano vive en una carpa entre dos tumbas del principal camposanto de la capital, erigida con plásticos de nailon y techumbre de láminas de metal.

Atrás quedó la casa de dos habitaciones que hace apenas medio año era su hogar y el de su prole, una de las 18 mil viviendas de Gaza que quedaron inhabitables en la ofensiva a gran escala llevada a cabo por Israel.

Keheel no sólo perdió su residencia, sino todos sus muebles y enseres. Tampoco es el único que vive rodeado de tumbas en Gaza, sino que hay otras quince familias obligadas a levantar rudimentarias construcciones de latón, y sufren severas dificultades.

Su familia se alimenta gracias a los restos de comida dejada por vecinos del barrio y a las hortalizas y frutas que tiran los vendedores del mercado, que llegan a veces en condiciones que superan la madurez.

“He estado viviendo en este cementerio, como ves, en una situación muy difícil”, lamenta Keheel, cuyo rostro cubre una poblada barba y su pantalón lo sujeta a modo de cinturón una cuerda de plástico porque no puede permitirse comprarse ropa.

“No creo que haya nadie en el mundo que soporte vivir bajo estas condiciones”, abunda con pesadumbre.

El camposanto dista mucho de parecerse a aquellos remansos de paz y orden que abundan en Estados Unidos o Europa, comenta este palestino: “Esto no está limpio, está lleno de ratas, insectos, reptiles y perros callejeros, y estos animales son un peligro para mis hijos”.

A esto se suman las eternas discusiones con los familiares de los difuntos sepultados en el lugar.

“Vienen todo el tiempo y me dicen que este no es un sitio para vivir, y yo les digo: ‘Dadme un alternativa, ¿dónde debería vivir con mi mujer y mis hijos?’, y se quedan callados y se van”, expone.

De acuerdo a los expertos, las tasas de pobreza y desempleo en la depauperada Gaza, sometida al bloqueo de Israel y Egipto durante más de siete años, no para de crecer.

Israel lanzó el 8 de julio su último ataque militar para destruir decenas de túneles cavados por organizaciones armadas para atacar en el territorio israelí.

La última guerra, que duró 50 días, dejó una devastadora destrucción de viviendas e infraestructuras vitales y a unas 108 mil personas sin hogar, según la ONU.

En una conferencia celebrada en El Cairo el pasado 12 de octubre, varios países donantes se comprometieron a destinar 5 mil 400 millones de dólares para reconstruir la franja, partidas que no terminan de llegar y que merman el inicio del proceso.

“Exhorto seriamente al gobierno de unidad palestino a no contar con el dinero de los donantes y dejar de esperar a que cumplan lo prometido. Llamo al gobierno a que haga algo, incluso si es temporal para ayudar a mi familia, a aquellas que viven en cementerios y a miles que han perdido sus hogares”, pide Keheel desconsolado.

Su mujer asegura mientras cuelga en una cuerda entre dos lápidas la ropa lavada de sus hijos, “la vida aquí da miedo, no sólo porque vivimos entre muertos, sino por las serpientes y perros que merodean de noche”.

Conocida bajo el apelativo de Om Omer y cubierta con un pañuelo negro, del mismo color de su largo vestido, esta madre explica que el frío que padecen es lo que peor lleva.

“Este invierno está siendo especialmente duro, mis niños enferman todo el tiempo”, se queja, de la misma manera que reconoce que “lo que nos lleva a vivir así es la difícil situación económica”.

“Cuando mis niños juegan, lo hacen saltando de una tumba a otra. Tienen derecho a tener una vida digna como la de otros niños”, afirma.

Mohamed Salem, funcionario del Ministerio de Propiedad Islámica apunta que “pese a que el islam prohíbe vivir entre tumbas, su ministerio ha comenzado a ser condescendiente con esas familias que han perdido sus hogares durante la guerra de Israel en Gaza”.

Concluye que “la única solución es levantar el bloqueo, reabrir los cruces y permitir la entrada de todo tipo de material de construcción”, para que los cementerios sean exclusivamente residencia de los muertos. EFE

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