Jesús Robles Maloof
30/06/2016 - 12:00 am
Genealogía del odio
Diseñada desde el Gobierno federal e implementada por los medios de comunicación oficialistas, en estos años hemos visto en ejecución las viejas estrategias de guerra sucia con algunas tácticas de nuevo cuño, todas alimentadas en el odio, el racismo y los prejuicios hacia quien protesta en defensa de sus derechos.
Los asesinatos de nueve personas Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19 de junio, en una protesta reprimida con armas de fuego por las corporaciones policiacas, tienen su origen no solo en la reforma educativa de Enrique Peña Nieto o en la oposición de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), se pueden explicar también como el contexto creado por la desinformación y propaganda de odio hacia esa organización dentro de la estrategia del actual régimen para criminalizar a los movimientos sociales.
Diseñada desde el Gobierno federal e implementada por los medios de comunicación oficialistas, en estos años hemos visto en ejecución las viejas estrategias de guerra sucia con algunas tácticas de nuevo cuño, todas alimentadas en el odio, el racismo y los prejuicios hacia quien protesta en defensa de sus derechos.
Creo que en la democracia a la que aspiramos el disenso es pieza fundamental, sólo la versión autocrática de Peña Nieto considera que quien se opone es enemigo de México. Por lo tanto si es válido oponerse a las acciones del Gobierno, es legítimo disentir con la CNTE, con sus objetivos y con sus métodos. Como lo he escrito aquí, creo que hay temas en las que los maestros y la sociedad deben debatir abierta y honestamente. No me refiero en a las opiniones críticas frente al movimiento magisterial en general, sino a aquellas que forman parte del discurso del odio.
En un contexto de desinformación intencionada, entender los motivos de lucha de las y los maestros es importante. Es un derecho fundamental protegido por la Constitución, protestar y oponerse a una reforma que mutila derechos laborales modificando las formas de contratación y despido, acciones de gobierno que no necesariamente están relacionadas con la mejora en la educación, sino con eliminar la disidencia a las reformas que buscan procesos de privatización de lo público.
Podemos discutir si la afectación a derechos de terceros o la violencia es un método aceptable para la defensa de un derecho, pero antes de apresurarnos a condenar a la CNTE por “violenta” les invito a revisar el origen de ese lugar común y revisar de dónde viene esa idea.
Como antecedente en 2013 aquí en Sin Embargo describí parte de este discurso mediático que aludía a “la peste” y “enfermedades” a propósito de la protesta de maestros en el Zócalo capitalino, discurso fundado en el higienismo del siglo XIX. Ese año titulares como “Desinfectan el Zócalo”, “Las enfermedades respiratorias, las gastrointestinales .. les han declarado la guerra” y “Dejan maestros huella”, eran cotidianos.
Semanas previas a los hechos de Nochixtlán, la bateria de medios impresos y electrónicos recuperaba las declaraciones de Osorio Chong, Aurelio Nuño, de empresarios y jerarcas eclesiásticos aderezadas con editoriales que hablan por sí solas.
“No permitiré que la CNTE y “sus aliados” echen abajo la reforma educativa: Nuño, “Alianza CNTE-AMLO, alienta violencia: Osorio”, “Ningún diálogo con la CNTE sobre reforma educativa: Osorio”, “Coparmex pide crear frente común contra violencia de la CNTE”, “Solo Nuño se aventó”, “La izquierda idiota y la CNTE” Si hacen paro, no duden que serán despedidos: Nuño”, “Contra CNTE, mano firme: Osorio”, “Intento de homicidio, la nueva acusación contra Rubén Núñez”,”No se permitirá más violencia de la CNTE“. Podría hacer una lista de notas, titulares y editoriales que consignan el discurso de odio pero rebasaría los límites de este espacio.
De forma particular menciono a Excelsior que en su especial sobre la reforma educativa llamado “Jaque a Maestros” consigna una editorial llamada “Aurelio Nuño, el hombre que puso en su lugar a la CNTE”. Dicha sección es un ejemplo de propaganda que apenas y menciona los hechos de Nochixtlán.
En los medios convencionales la propaganda es burda y abierta, pero en las redes sociales la estrategia ha sido más sutil y no por lo mismo menos obscura como lo devela por Lo Que Sigue. En este sentido hay evidencia que el día de los hechos en Nochixtlán al acceso a internet fue cortado.
Del análisis de esta propaganda me surgen algunas preguntas obvias. ¿Qué el diálogo no es una obligación de los gobiernos? ¿No son el paro y la huelga derechos protegidos en nuestra Constitución y leyes federales? ¿Las alianzas políticas son ilegítimas? ¿Deberíamos destacar a un funcionario que “puso en orden a la CNTE” o a quien mejora sustancialmente la educación impulsando infraestructura?
Son evidentes las características de este discurso 1. Hacer pasar por inaceptable, lo que en realidad es el ejercicio de derechos protegidos por la Constitución. 2. Caracterizar como criminales a las y los maestros y por lo tanto enemigos de la sociedad. 3. Echar andar un supuesto apoyo social del gobierno contra la CNTE por empresarios y sociedad. 4. Intentar, en el discurso, colocar la violencia del lado del movimiento magisterial.
Pero todo esta narrativa de odio se viene abajo precisamente por que impacta e influye no solo a una desinformada sociedad, sino a quienes portan los toletes y las armas de fuego en nombre del gobierno. Ellos creen que frente a una protesta legítima, está el enemigo de la sociedad y por lo tanto es válido abatirlo.
Las explicaciones posteriores al uso de armas contra manifestantes son ridículas. Los policías federales y la Gendarmería “fueron emboscados”, “No tenían armas”, dice la versión oficial. Las fotografías, los videos y la reconstrucción periodística de los hechos dejan desnudo al autoritarismo asesino, que evidenciado se ve obligado a formular la conocida “investigación a fondo”. Ya nadie les cree.
La tragedia de Nochixtlán nos recuerda que a la par de la verdad y la justicia, una tarea permanente es nuestro lastimado país, es evidenciar la falsedad del discurso autoritario y con ello apreciar en su burda desnudez a la propaganda de odio que le acompaña.
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