Alejandro Páez Varela
30/04/2018 - 12:07 am
Misión suicida
La vocación del PRI hacer daño. Viene implícito en la naturaleza del priista. Como con la #LeyChayote: aunque no tenga sentido ya, infringir daño.
La semana pasada, cuando el PRI y sus socios aprobaron la #LeyChayote que permite al Gobierno federal seguir repartiendo miles de millones de pesos del erario a los medios (como lo ha hecho durante todo el sexenio), muchos nos preguntamos para qué. Hay al menos tres grandes razones para que no lo hiciera. La primera es electoral: el PRI pudo mostrarse sensible ante la presión social y bajarle al despilfarro, al menos públicamente. La segunda razón que tenía era ayudarle a Enrique Peña Nieto a cumplir una de tantas promesas que tiene pendientes desde que era candidato. Y la tercera es que todas las encuestas indican que el PRI será expulsado de Los Pinos: ¿para qué dejarle a otro Presidente en bandeja de plata una regulación ventajosa y antidemocrática que debe ser revocada?
El análisis de las razones del PRI tiene también una explicación a boca-de-jarro. No se necesita ser una lumbrera para deducirlo. Es vocación por hacer daño; por ponerle un pie a la sociedad para que tropiece, para que no avance. Tan simple como eso. Son deseos insanos de que todo se hunda en un lodazal del que solo sacan la cabeza los vivales, es decir, los priistas; un deseo de que todos coexistan con la suciedad para sacar provecho a la podredumbre. Porque eso ha sido el PRI para la vida pública de México por décadas. Eso, me parece, está en lo que llaman “ADN priista”; está en su manual de iniciación. Era demasiado pedirle a un Emilio Gamboa Patrón que actuara con inteligencia: la #LeyChayote es un balazo en un pie para los priistas pero ganó el deseo de dañar.
El deseo de hacer daño cohabita con el gusto por la rapiña. No tengo otra explicación para que el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, que se lanzó en este sexenio, esté lleno de oscuridad y contratos sospechosos. No creo que exista una obra de Peña con más ojos puestos. Y aún así, hay contratos que generan todas las dudas y fueron asignados de manera directa. Hay metidos empresarios relacionados con el PRI y con el ex Presidente Carlos Salinas. Están los mismos nombres de priistas que han ganado todo una y otra vez. No pudieron sustraerse de la megaobra, no pudieron vencer la tentación. No pudieron dejar a un lado sus deseos de sacarle más millones a México. No creo que alguien, en su sano juicio, pensara que el PRI se iba a mantener en Los Pinos después del pésimo desempeño de Peña casi desde el primer día. Aún así le hincaron el diente a los contratos del NAIM. Es una confianza ciega en sí mismos, en que no serán exhibidos y en que saldrán impunes. Es la confianza que da ser una cofradía para hacer el mal.
Hay una cuarta razón por la cual el PRI y sus socios no debieron aprobar la #LeyChayote: ¿qué no ven el lastre que significa su partido para la campaña de José Antonio Meade? ¿Qué no se dan cuenta que lo arrastran al abismo? ¿Por qué no echarle una ayudadita?
***
En los últimos días se escucha que Meade ha entendido que su campaña no puede ir como va. También se dice que hará cambios.
Si alguien me pregunta si es posible tal aventura, le diría que no. El candidato del PRI es parte de la metástasis: ¿cómo cambiar algo sin cortarse un brazo, una pierna; sin mutilarse a sí mismo? Y aún así, sin pierna y sin brazo, Meade será Meade, el hombre que acompañó cinco años a Peña Nieto, el que “no vio” la corrupción, el que no movió un dedo cuando los gobernadores del PRI saqueaban sus entidades. Ahora dice que él metió a la cárcel a no se quién: miente, miente: Javier Duarte fue detenido en Guatemala, Roberto Borge en Panamá, Tomás Yarrington en Italia y Eugenio Hernández en Tamaulipas por el gobierno local, que es de Acción Nacional. ¿De dónde saca que él los detuvo? Al único al que él y sus compañeros de gabinete pudieron meter a prisión es César Duarte; pero sigue prófugo en Estados Unidos, seguramente porque trae el maletín cargado de documentos que hunden a todos.
¿Cambios en la campaña del PRI? Bueno, alguien dice que podría salir Aurelio Nuño pero yo lo dudo. Que los negativos de Javier Lozano pesan en él y que va para afuera, pero yo lo dudo. Meade apenas tiene equipo propio; es, básicamente, un apéndice del Gobierno de la República o concretamente, de Los Pinos. ¿Cómo deshacerse de Nuño? ¿Por quién? ¿A quién pondría poner en su lugar, que tenga cara para pararse frente al electorado?
Pero si el fracaso de la campaña preocupa a Meade, en Presidencia están que arden. Cualquier encuesta les dice que, después del primer debate, AMLO no tuvo un rasguño mientras que Ricardo Anaya tuvo oportunidad de lucirse y crecer. Crecer, a costa de Meade. Porque si Anaya crece, Meade cae. Eso dicen las estadísticas. Entonces la preocupación que aqueja en Los Pinos se ha vuelto una alarma: a este ritmo, el PRI quedará en tercera fuerza pero muy abajo.
Presidencia, se dice, está en este momento en un gran dilema. Unos afirman que Peña Nieto ya decidió que con Anaya, ni a la esquina. Le quedan dos sopas: o jugarse el todo por el todo, intensificar la guerra sucia contra Andrés López Obrador y preparar un fraude “al estilo Edomex”. O dialogar la transición con el candidato de Morena.
¿Yo qué creo? Que Presidencia se decidirá por lo primero. Que irá en una misión suicida en las semanas que le quedan a esta campaña; que juntará a los peores y aunque tenga que poner al país en riesgo, buscará imponer a Meade. Y ese será el último gran error de Peña Nieto. El error que lo entierra.
La vocación del PRI es hacer daño. Lo han hecho tantas veces que hay ya una justificación “moral”: son lo que son; viene implícito en la naturaleza del priista.
Como con la #LeyChayote: aunque no tenga sentido ya, deben causar daño.
El PRI ha sido una pesadilla para México durante décadas. Y mientras no se le mande a las mazmorras, lo seguirá siendo. Tampoco esta vez se impondrá la inteligencia. En la desesperación, los priistas irán por la misión suicida aunque el país caiga en la inestabilidad. Triunfará en ellos la mezcla de desesperación, el deseo de dañar y la avaricia.
Porque sí, porque eso hay en el fondo: todavía creen que pueden ir por más. No renuncian a seguir sacándole millones a México. No importa la gente, no importa el país: si no ganan ellos, no gana nadie. Será misión suicida, así que pónganse el paracaídas...
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