Por Jenaro Villamil
En enero de 2010 comenzó a circular en las papelerías del Estado de México una estampita con la foto y la biografía de Enrique Peña Nieto. “Es el gobernador más conocido por los mexicanos”, rezaba la síntesis monográfica que apareció junto con la de otros personajes, como Barack Obama, Felipe Calderón y Heriberto Enríquez, autor de la letra del himno mexiquense.
La estampita, elaborada por Editorial Bob, formó parte del material escolar solicitado en escuelas públicas para los estudiantes de tercero, cuarto, quinto y sexto grados de primaria, así como de nivel secundaria.
Cuando se ventiló en la prensa la desmesura de poner la biografía de Peña Nieto como texto escolar, el entonces secretario de Educación estatal, Alberto Cuti Naime, aseguró que no había al respecto una instrucción a los directivos ni a los maestros, y prometió realizar una investigación.
La mejor respuesta fue la del propio Peña Nieto: “Es la primera noticia que tengo; dejen que la vea y les comento”, respondió a la prensa local. Sin embargo, agregó que esta biografía no violaba el artículo 134 de la Constitución federal, que prohíbe a los gobernantes promover su imagen.
“Si alguien considera que se está violando la ley, que recurra a las instancias correspondientes para que se determine lo conducente”, retó Peña Nieto con el típico lenguaje burocrático.
El escándalo duró unos días, pero se sumó a la conocida y bien documentada faceta del entonces mandatario mexiquense que en menos de seis años batió los récords como promotor de su figura: en miles de spots televisivos y radiofónicos (3 mil 400 impactos a nivel nacional tan sólo en su campaña del V Informe de Gobierno), en entrevistas concertadas en medios electrónicos, en páginas de revistas de sociales llegó a pagar despliegues de 25 páginas en publicaciones como Caras), en programas de espectáculos, en eventos deportivos, en campañas electorales en otras entidades, incluso en encuentros “privados” con el papa Benedicto XVI en el Vaticano, en redes sociales (contaba ya con más de medio millón de seguidores en facebook) y hasta en espectaculares callejeros.
Peña Nieto es un éxito indudable del Branding o “posicionamiento de marca”, como le llaman los mercadólogos. Con una trayectoria de menos de 12 años en cargos públicos, es conocido por 92.2% de los mexicanos, sólo superado por Andrés Manuel López Obrador, a quien 95% de la población lo identifica, pero tiene más de 20 años de trayectoria, de acuerdo con una encuesta de Mitofsky.
Además Peña Nieto, de quien pocos recuerdan alguna política o iniciativa específica –se le conoce más por su relación con la actriz Angélica Rivera, La Gaviota, o por su inconfundible peinado engominado y con copete--, tiene 44.7% de opinión positiva, según la misma encuesta.
Más que un hombre sin atributos –como reza el titulo de la novela de Robert Musil--, Peña Nieto es un político de infomercial, al que los medios de comunicación, la clase política empresarial y hasta la farándula consideran ya un presidente virtual.
Los escándalos que rodearon su gestión, incluyendo la sospechosa muerte de su esposa Mónica Pretelini, sus gastos en comunicación social, o el caso de la niña Paulette, no han disminuido su popularidad, según los sondeos. Una cortina virtual y telegénica lo protege. Es el político de moda.
De “Peñita” a Golden Boy
Durante el gobierno de Arturo Montiel, la prensa local y algunos funcionarios le pusieron el sobrenombre de Peñita. Era un funcionario joven, vestido siempre de manera formal, pegado al gobernador, cargando siempre una enigmática maleta. Era discreto y eficaz.
En su autobiografía Desde Atlacomulco, Montiel menciona que incorporó a su gobierno a “una pléyade de jóvenes comprometidos, entre los que se encontraban el actual gobernador Enrique Peña Nieto, Carlos Iriarte, Javier Cruz Zepeda, Olga Navarro y Miguel Sámano, entre otros”.
En esa época Peña Nieto no tenía gran trayectoria política, pero sí se había desempeñado como un eficaz tesorero y administrador de los recursos en dos campañas electorales: la de Emilio Chuayffet en 1993, y la de Arturo Montiel Rojas en 1999.
Su militancia y liderazgo priistas eran escasos. En 1981, a los 15 años, repartió propaganda durante la campaña de su tío, Alfredo del Mazo González. Se afilió al PRI en 1988 y fue delegado en la XVIII Asamblea General del partido, en noviembre de 2001. En mayo de 1990 operó como secretario del Movimiento Ciudadano en la Zona 1 del Comité Directivo Estatal de la CNOP, el sector popular del PRI, y en agosto del mismo año fungió como representante de la Comisión Coordinadora de Convenciones para la Asamblea Municipal del Frente Juvenil Revolucionario en el Distrito XXIV local. Es decir, ningún cargo de importancia.
Incluso algunos viejos militantes del PRI, como el exsenador Mauricio Valdés, recuerdan que durante su paso como tesorero por el comité de financiamiento del PRI en la campaña de Emilio Chuayffet, Peña Nieto tuvo un negocio frente a las oficinas del partido en la calle Fidel Velásquez, una lavandería.
En otras palabras, lo suyo no era el proselitismo, sino el manejo de recursos. En la campaña de 1999 se desempeñó como subcoordinador financiero. Ya en el gobierno, Montiel lo nombró secretario particular de Carlos Rello Lara, secretario de Desarrollo Económico, otro joven colaborador montielista que fue el enlace entre el sector empresarial y las campañas priistas.
En el 2000, Peña Nieto fue secretario técnico del gabinete de Montiel, y después subsecretario de Gobierno. En 2003, el gobernador lo nombró secretario de Administración y, en septiembre del mismo año, se convirtió en diputado local por el distrito de Atlacomulco, y un año después, en septiembre de 2004, se convirtió en presidente de la Junta de Coordinación Política de la LV Legislatura.
Para entonces, había dejado de ser Peñita y formaba parte del grupo bautizado como Golden Boys, los jóvenes funcionarios de la administración montielista que formaron un poderoso grupo compacto, el cual sobrevivió a la multitud de cambios y enroques del gabinete de Montiel.
Los Golden Boys eran reconocidos como los “metrosexuales” de la política mexiquense: jóvenes, bien vestidos, formados en universidades privadas, pragmáticos en el trabajo administrativo, pero conservadores y excluyentes en su ideología.
A este grupo compacto que sobrevivió con Peña Nieto pertenecen Luis Enrique Miranda Nava, quien fue secretario de Administración con Montiel; Carlos Iriarte Mercado, exsecretario de Desarrollo Social; Luis Videgaray, secretario de Finanzas, en los dos gobiernos y luego diputado federal, y Miguel Sámano Peralta, poderoso secretario particular de Montiel.
La prensa los conoció por formar parte también de una red de espionaje y apoyo mutuo para desplazar a otras figuras. Carlos Díaz de León, parte de los Golden invisibles, fue el responsable de esa red. El espionaje interno sobrevivió al gobierno de Montiel, y uno de sus responsables es el secretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava.
GRUPO ATLACOMULCO
El ascenso discreto, eficaz, de Enrique Peña Nieto evitó que la mayoría de los observadores políticos repararan en un detalle biográfico sustancial: su parentesco con cuatro gobernadores del estado provenientes de Atlacomulco, el municipio donde se fundó y se enlazó la dinastía de poder más importante del Estado de México.
Su padre, Enrique Peña del Mazo, ingeniero de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), está emparentado con Alfredo del Mazo González y con el padre de éste, Alfredo del Mazo Vélez, quienes fueron gobernadores de la entidad. Del Mazo Vélez gobernó de 1945 a 1951 y fue el sucesor de Isidro Fabela, el “pacificador” del Estado de México y fundador del grupo Atlacomulco. Del Mazo Vélez fue el primer mandatario en completar el periodo de seis años después de la Revolución Mexicana.
Por parte de su madre, Socorro Nieto Sánchez, Peña Nieto está emparentado también con Salvador Sánchez Colín, quien gobernó de 1951 a 1957. Sánchez Colín fue el sucesor de Del Mazo Vélez. Su gobierno se caracterizó por intensificar la industrialización del estado, aun a costa de la crisis del campo y de un agudo endeudamiento público.
Sánchez Colín fue clave en la carrera del político-empresario más encumbrado del Estado de México: Carlos Hank González. Con su apoyo, el profesor nacido en Santiago Tianguistenco fue alcalde de Toluca (1955-1957) y en 1969 se convirtió en gobernador de la entidad, hasta 1975.
En 1981, en plena sucesión presidencial, Hank González apoyó a Ignacio Pichardo Pagaza como sucesor, pero pudo más el aval y el padrinazgo del entonces poderoso dirigente de la CTM, Fidel Velázquez, quien impulsó a Alfredo del Mazo González, hijo de Del Mazo Vélez y tío de Peña Nieto.
Arturo Montiel fue el cuarto pariente de Peña Nieto en llegar a la gubernatura, proveniente de la dinastía de Atlacomulco. La cercanía entre ambos personajes no es casual. El propio Montiel relata en su autobiografía que él salvó la vida de Enrique Peña del Mazo tras un accidente en la carretera de la Ciudad de México a Atlacomulco.
La suerte, la providencia y la genealogía ayudaron al ascenso de Enrique Peña Nieto, el quinto gobernador mexiquense que nació en dicho municipio.
Sin embargo, existe una paradoja en la historia reciente de Peña Nieto; siendo el gobernador más vinculado con la dinastía Del Mazo, no pudo concretar la sucesión a favor de su primo, Alfredo del Mazo Maza, alcalde de Huixquilucan, a pesar de que las encuestas y la operación del gobierno peñista lo favorecían.
EL MALEABLE
Algunos analistas consultados advierten que en el proceso de su propia sucesión radicó la principal debilidad del mandatario mexiquense. En menos de 12 años de ascenso fulgurante en la política estatal y nacional, Peña Nieto no consolidó su propio equipo compacto.
Sus decisiones dependen, en buena medida, de lo que le aconsejan sus asesores directos, sus padrinos políticos, los aliados y los empresarios. En 2011 operó en contra de la lógica del Grupo Atlacomulco y favoreció como su sucesor a Eruviel Avila, un político del Valle de México, dos veces alcalde de Ecatepec y más vinculado a Arturo Montiel que a Peña Nieto.
La designación de Eruviel Avila fue exitosa porque evitó el fantasma que ha acompañado a Peña Nieto durante toda su administración: una fractura al interior del PRI mexiquense que le arrebatara la gubernatura, con el apoyo de una alianza opositora PAN-PRD y pusiera en riesgo su proyecto más ambicioso, la candidatura presidencial para el 2012.
--¿Por qué eligen los grupos de poder a Peña Nieto? –se le pregunta a Rubén Mendoza Ayala, adversario del actual gobernador durante la campaña del 2005.
--Porque es maleable. Dime cuáles son sus logros. Los indicadores de empleo y de inseguridad en el Estado de México son terribles. A él lo ven como un buen administrador.
“Siempre lo sentí como un gerente que le administraba a Montiel. Lo entrenaron perfectamente para hablar ante los medios. Quítale las tarjetitas y no puede. Tiene que aprender las cosas de memoria. Creo que hay una mafia detrás de él muy fuerte”, advierte Mendoza Ayala, quien fue el candidato a vencer en el Estado de México hace seis años, cuando el PAN tenía las preferencias.
ORTODOXIA DEL CONTROL
A pesar de su juventud, el proyecto político que encarna Enrique Peña Nieto es el retorno del viejo control priista. Durante su gobierno barrió con la oposición en 2009; recuperó la mayoría absoluta del Congreso local; impuso por mayoriteo, en septiembre de 2010, la llamada Ley Peña, una reforma constitucional para cerrar el paso a las candidaturas comunes de la oposición; y promueve desde entonces, en el Congreso federal, una contrarreforma política para incluir la “cláusula de gobernabilidad” que le garantice al PRI una mayoría absoluta con el 40% de la votación.
Peña Nieto reiteró su oposición a las candidaturas independientes y a la reelección legislativa, así como su apoyo a la cláusula de gobernabilidad, en un artículo publicado en El Universal el 18 de julio de 2011:
“Como lo he dicho anteriormente, la cláusula de gobernabilidad, que permitiría alcanzar la mayoría absoluta al partido que obtuviera una mayoría relativa de alrededor del 40% de la votación, es un mecanismo democrático viable para alcanzar mayorías parlamentarias. Otra opción, la más necesaria, sería eliminar la cláusula que limita la sobrerrepresentación del 8% en la Cámara de Diputados. En un contexto plenamente democrático, resulta absurdo poner un freno a la formación de mayorías.
“Estas y otras fórmulas para construir mayorías, como la reducción de los legisladores plurinominales, deberían de ser incorporadas al debate.”
Su menosprecio de las minorías políticas, su poca tolerancia a la crítica, su incomodidad ante la diversidad sexual o su indolencia ante la ola de feminicidios (más de 900 durante su gobierno), forman parte del bagaje conservador de Peña Nieto como político de la vieja guardia.
La empatía de Peña Nieto con la jerarquía religiosa y con los grupos más conservadores de la Iglesia católica es otra característica de su gobierno. Para el especialista Bernardo Barranco, “no es casual que sea un gobernador del Estado de México el que muestre su fervor religioso. El Grupo Atlacomulco siempre ha sido muy proclive al conservadurismo religioso”.
Peña Nieto estudió en la Universidad Panamericana, del Opus Dei. En su viaje al Vaticano, en diciembre de 2009, el gobernador mexiquese se comprometió con el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, a revisar la legislación estatal que despenaliza el aborto.
Testigos del encuentro declararon a la agencia Notimex que Peña Nieto le informó a Bertone que el Congreso estatal revisa una posible reforma en la materia.
La tesis de licenciatura en la Universidad Panamericana fue El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón. En esta obra de 200 páginas, el futuro licenciado en derecho no oculta su admiración por el jefe militar triunfador de la Revolución, conocido como El Caudillo, que dominó la política nacional hasta que fue asesinado por un fanático religioso en 1928, después de reelegirse como presidente de la República.
Para Peña Nieto, Obregón fue “uno de los estadistas más audaces e inteligentes” y “un general mártir e invicto”. En la misma tesis, Peña Nieto hace una extensa referencia al debate en el Constituyente de 1917 sobre el artículo tercero y el papel de la Iglesia. Los diputados moderados “apoyaban el derecho de la Iglesia, o de cualquier persona, de establecer escuelas particulares”.
VIDA PRIVADA, ESCÁNDALOS CALLADOS
El episodio más dramático durante la gubernatura de Peña Nieto ha sido la muerte de su esposa, Mónica Pretelini, el 11 de enero de 2007. Desde que la noticia se divulgó, hubo una serie recontradicciones que no dejaron claras las causas de ese deceso.
Peña Nieto y Pretelini se conocieron durante la campaña a la gubernatura de Emilio Chuayffet, en 1993. Ella era presidente de la Asociación de Colonos de Tecamachalco, y él, tesorero de la campaña. El 12 de febrero de 1994 contrajeron nupcias en la iglesia de Santa Teresita, en Lomas de Chapultepec, y tuvieron tres hijos.
Durante la campaña electoral de Peña Nieto, Pretelini encabezó las redes de apoyo entre mujeres para su esposo. Quienes la conocieron recuerdan su eficacia en la labor proselitista. También subrayan que desde 2005 los rumores constantes de los amoríos extramaritales de Peña Nieto generaron varias escenas y pleitos por celos entre la pareja.
La muerte de Mónica Pretelini sorprendió al entorno personal y político del mandatario. No ayudaron las distintas versiones que se divulgaron sobre su fallecimiento. Primero, la Dirección General de Comunicación Social divulgó que la muerte fue producto de “un paro respiratorio”. El periódico unomásuno registró la versión de que murió por “sobredosis de antidepresivos”, mientras que el doctor Paul Shkurovich Bialik, jefe de neurofisiología del hospital ABC, afirmó que Pretelini “sufrió una crisis epiléptica que le ocasionó una arritmia cardiaca, lo que a su vez le provocó un paro respiratorio” (Proceso, 11 de enero 2007).
Los excolaboradores y gente cercana a Pretelini declararon que nunca se enteraron de ningún tratamiento neurológico y menos que tuviera crisis de epilepsia.
La confusión llegó al propio Peña Nieto. Durante entrevista con el periodista Jorge Ramos, en la cadena Univisión, en mayo de 2009, el gobernador mexiquense trastabillo al dar a conocer la versión.
--Gobernador, su esposa, ¿cómo murió? –le preguntó Ramos.
--Mira, pues en su momento se dio la explicación. Fue algo…intempestivamente. Ella llevaba dos años de tener alguna enfermedad… parecida a lo que era… se me fue el nombre de la enfermedad puntual.
--¿Epilepsia?
--Epilepsia, pero no era epilepsia exactamente, pero era algo parecido a la epilepsia. Lamentablemente, en algún momento –yo no estaba con ella--, tuvo un ataque parecido a esto, y lamentablemente perdió la vida. Y yo cuando la encontré en su momento en nuestra recámara, pues ya estaba prácticamente muerta, y el médico en su momento –y ahí esta el parte médico— explicó ampliamente, con los términos médicos, cual había sido la causa de su fallecimiento.
El video con este fragmento de la entrevista de Jorge Ramos a Peña Nieto fue uno de los más vistos en Youtube.
La polémica revivió durante el debate del 10 de marzo de 2010 en la Cámara de Diputados, cuando se dio a conocer la firma del “pacto secreto” del gobierno de Peña Nieto con la administración de Felipe Calderón para que el PAN no realizara alianza electoral con el PRD en el Estado de México.
La diputada panista María Elena Pérez de Tejada, del Estado de México, provocó la furia de la bancada priista y peñista cuando señaló que el gobernador “es acusado de haber matado a su mujer”. Esta frase provocó que los priistas demandaran que fuera borrada del Diario de los Debates del Congreso.
Efectivamente, la frase desapareció, pero en las redes sociales la acusación permanece. En el buscador Google, hasta agosto del 2011, cuando se escribió este texto, había 23 mil 900 búsquedas ligadas a la frase “Enrique Peña Nieto mató a su esposa”.
–Apro