Olvidados o abandonados por sus dueños, estos canes son rescatados y adiestrados para protección y detección de droga, cadáveres y explosivos.
Por Jesús Peña
Ciudad de México, 29 de octubre (SinEmbargo/Vanguardia).– A “El Harrys” lo trajeron sus dueños porque ya no podían con él, dijeron, y lo dejaron en el Centro de Readaptación Social (Cereso) varonil de Saltillo, Coahuila. Venía flaco, flaco y traía una cortada en la pata izquierda.
Que lo había apachurrado un coche, contaron sus amos, y que si lo podían dejar aquí porque ya estaban cansados de andar correteándolo cada vez que abrían la puerta de la calle y “El Harrys” salía disparado.
Que ya no podían con él y que si lo dejaban, preguntaron.
Entonces “El Harrys”, un labrador chocolate, tenía ocho meses y una hiperactividad de pelotita alterada, capaz de desquiciar a cualquiera.
Que aquí lo dejaban, que ya no lo querían, dijeron sus dueños y se fueron.
Quién iba decir que tres años después “El Harrys“, aquel labrador chocolate y andariego, se convertiría en uno los elementos más profesionales, especialista en detección de drogas y cadáveres de la Unidad Canina de la Policía Operativa del Estado.
EL COMIENZO
Su historia, como la de sus compañeros canes, comenzó hace nueve años, en los patios exteriores del Centro de Readaptación Social (Cereso) varonil de Saltillo, Coahuila, cuando sus antiguos amos miraron, a través de la malla ciclónica del penal, a un grupo de hombres que jugaban con unos perros.
Que si aceptaban perros, que venían al donar a “El Harrys” porque ya no lo querían, dijeron los amos del cachorro y los hombres que sí, que lo dejaran, que lo tendrían a prueba, y “El Harrys” se quedó.
Al rato más gente que había visto jugar pelota y obstáculos a esos hombres y sus perros, vinieron a la penitenciaría: que si podían traer a sus mascotas porque ya no podían con ellas. La mayoría eran perros de raza como “El Harrys”.
“Desgraciadamente algunas razas empiezan a tener demanda y moda. Yo siempre recomiendo a la gente que cuando adquiera un perro vea cuál es la función de su raza para que sepa, más o menos, lo que puede esperar.
“Ahorita los adquieren, después ven que no son perros buenos para estar en un espacio chico y los echan a la calle o los sacrifican, o los regalan más delante y ahí se viene el problema”, dice Luis Jaime Flores Moreno, jefe de Formación de la Unidad Canina Penitenciaria, una mañana en las instalaciones del Centro de Adiestramiento Canino de la Unidad Desconcentrada de Ejecución de Penas y Reinserción Social del Gobierno de Coahuila.
El Centro de Adiestramiento Canino es así: dos módulos de jaulas, caseta–oficina, un como estacionamiento donde hay varios cadáveres de vehículos que son usados para el entrenamiento de los perros, y un área verde con árboles espesos y pasto crecido, en un predio localizado dentro de la residencia juvenil varonil.
Hace nueve años, cuenta Luis Jaime, de profesión médico veterinario zootecnista y entrenador de canes, no había esto.
“Había compañeros que ya estaban haciéndolo, pero no se le había dado forma ni tenía esa misión de hacerlo extensivo a todo el estado, faltaba darle profesionalización y valor a la herramienta que son las unidades caninas”.
Luis Jaime es alto, llenito, perlino, tiene poco cabello, lleva bigotes como de brocha y le gustan los perros.
Su historia se parece a la de los antiguos amos de “El Harrys” y a la de otras familias que vinieron a donar a sus perros porque ya no los querían, con la variante de que Luis Jaime es veterinario y adiestrador de canes:
Él también fue al Cereso, dijo que tenía unos perros entrenados que ya no le servían y los quería donar. La condición era que le dejaran capacitar al personal sobre el manejo de los canes, que compraran el alimento que él decía e instalaran jaulas de alojamiento de tales y cuales dimensiones.
Algo así andaban buscando, le dijeron en el Cereso, y al final Luis Jaime, cosas del destino, se quedó a trabajar ahí.
Pasado algún tiempo Luis Jaime consiguió formar un centro de adiestramiento canino en los patios exteriores de la penitenciaría, con los perros que la gente había ido a donar:
Un pastor alemán, un belga malinos, un pastor holandés, un golden retriever, un rottweiler, un mastín sudafricano, un springer spaniel, un labrador chocolate: “El Harrys”.
“Este tipo de perros en su casa son los perros que siempre traen un bote, las mangueras, los cables. Que destruyen todo. Es el perro que rompe la lavadora, que siempre trae un fierro, que trae el plato para allá y para acá, que rompe la tina.
“Esa característica se llama de presa, el perro nace con ella y se muere con ella y aquí en vez de quitársela lo hacemos que juegue más, la enfocamos a enseñarle detección o protección, lo hacemos un perro de trabajo”.
Entonces Luis Jaime se puso a jugar a los policías con los perros.
Juagaban todo el día a que los canes buscaban y encontraban una pelota, que a veces iba acompañada de una bolsita de polvo con olor artificial a mariguana, cocaína, heroína y metanfetaminas; cadáver humano o explosivo, escondida en un vehículo o al interior de unas cajas naranjas inventadas en Holanda, pero fabricadas aquí por Luis Jaime.
“Aquí ellos andan jugando. Los perros cuando trabajan, digamos trabajar entre comillas, es que andan buscando su juguete. El adiestramiento es la asociación de una sustancia que queremos que busque, con un atractor, que es un juguete.
“Al perro lo enseñamos a que busque su juguete primero y luego que ese juguete puede oler a muchas sustancias, la que queramos. Cuando él ya sabe piensa que la sustancia que anda buscando es su juguete”.
UN NUEVO ESPACIO
Hasta que empezó la construcción del Centro de Justicia Penal, en terrenos del Cereso de Saltillo, y la Unidad de Adiestramiento Canino fue reubicada en un área sin uso de la correccional para menores. Era un solar sucio y cubierto de yerba.
Se limpió, se puso pasto, se levantaron dos módulos de jaulas y se instaló una caseta que les donó el cerero y que ahora funciona como bodega y oficina de la Unidad.
Antes de esto, cuenta Luis Jaime, no había nada.
Lo confirmo cierta mañana que platico con un custodio, en la guardia de la residencia juvenil. El oficial, uno de esos viejos que han pasado la mitad de su vida cuidado puertas de cárceles, contó que en algún tiempo, allá por los 80, hubo perros en el penal, hasta que un día un director ordenó soltarlos y la mayoría de los canes murieron en la carretera, atropellados.
“Dijo ‘saquen esos pin… perros que no sirven pa’ nada’”.
—¿Eran de raza?
—No, y les daban de comer puros desperdicios.
—¿Quién?
—Un tontito…
Décadas después el Centro de Adiestramiento Canino de la Unidad Desconcentrada de Ejecución de Penas y Reinserción Social surtía de perros policía, especialistas en detección de drogas, cadáveres y explosivos, a las prisiones de todo el estado y a los distintos destacamentos de la Policía Operativa del Estado… “El Harrys” es uno de ellos.
Recuerdo que lo vi por primera vez en acción una tarde de miércoles, como a las 3:00, en medio de un retén policiaco instalado en la carretera a Zacatecas:
“El Harrys”, atado a una correa, yendo al lado izquierdo de su manejador, un oficial de la Policía Operativa, olisqueando en los neumáticos, las puertas, la caja, el cofre, los asientos de una estaquitas, de un vagón, de una troca cerrada. “¡Sin novedad!”.
Días atrás Jaime Salas, encargado del Escuadrón Canino de la Policía Operativa, me contaba en la correccional, desde donde opera el Centro de Adiestramiento Canino, sobre las hazañas del labrador chocolate:
“Es un perro que ya ha encontrado varios cargamentos (de droga) y osamentas”.
Y le pedí que me contara más de “El Harrys”, pero Salas no quiso, dijo que no, que era por seguridad de los oficiales manejadores de los perros y de los propios animales, y sólo se atrevió a soltar del can que: “se ha portado de maravilla”.
Otro mediodía en la guardia de la correccional el veterinario y entrenador Luis Jaime Flores Moreno está contando de cuando era alumno de veterinaria en Ciudad Victoria, Tamaulipas y le gustaba la materia de etología, esa rama de la biología que estudia el comportamiento de los animales.
De allí pasó a la Hill Country Dog Center, de San Antonio, Texas, donde hizo una especialización y luego a la Police Dog Center Holland, de Eindhoven, Holanda.
Estuvo como un año allá trabajando con perros, enfocado a un deporte que se llama KNPV y que abarca obediencia, agilidad, detección y protección, en los canes.
Después Luis Jaime regresó a Saltillo, puso una clínica veterinaria y abrió un centro de adiestramiento canino que daba servicio a una compañía de seguridad privada.
Cada que Luis Jaime miraba a un perro jugando en la calle con un bote en el hocico, le daban ganas de llevárselo para entrenarlo.
“Veía que había muchos perros con cualidades aquí y no se aprovechaban”.
Entonces vio que en el Cereso varonil tenían a unos perros amarrados y así fue como nació el Centro de Adiestramiento Canino de la Unidad Desconcentrada de Ejecución de Penas y Reinserción Social, que hoy tiene a su cargo 17 perros de razas grandes en proceso de selección y unos 38 destacamentados en los distintos centros penitenciarios y la Policía Operativa.
“Las unidades caninas damos apoyo al departamento de seguridad y custodia, pertenecemos a él. Los campos de aplicación que tenemos es en la prevención de sustancias prohibidas y prevención de motines, de disturbios adentro de los panales”, explica Luis Jaime.
EL SOLDADO
Es otra mañana en el área de entrenamiento de la Unidad Canina Penitenciaria y “El Soldado”, un pastor belga malinois, entrenado para la detección de drogas, está dando una exhibición:
“El Soldado” ladra, se sienta, se echa, rueda sobre el césped, brinca obstáculos, hace el muerto, busca droga a una orden de su manejador, el comandante Javier Alvarado Ovalle, subjefe de vigilancia en la Residencia Juvenil.
Alvarado Ovalle dice que conoció al “Soldado” desde que era un cachorro, Luis Jaime se lo regaló para evitar que fuera comido por su madre, una perra de trabajo pastor belga malinois como él, que había dado a luz cuando el centro de adiestramiento estaba en el penal varonil.
El comandante Alvarado lo llevó a su casa, lo crió, lo adiestró. “ElSoldado” tenía cuatro meses y dormía con él y su mujer en la cama.
“No hay otro perro como éste”, dice el oficial con cierto dejo de orgullo.
Luis Jaime platica que este can ha sido muy utilizado en las escuelas para mejorar la imagen de los cuerpos policiales entre los chicos y la sociedad en general, pero sobre todo entre los chicos.
“El Soldado” ya no está bajo entrenamiento, es un perro terminado y destacamentado en la Residencia Juvenil de Saltillo.
ADIESTRAMIENTO
La rutina en el Centro de Adiestramiento Canino es así: Luis Jaime y su ayudante, Omar Rivera, llegan por ahí de las 8:00 de la mañana, limpian las jaulas, sacan a los canes a pelotear un rato, entre 20 y 40 minutos, de acuerdo al rendimiento de cada animal, y les dan de comer unas dos mil 500 kilocalorías diarias de croquetas.
Le pregunto al entrenador que cómo es el adiestramiento de un perro de narcóticos.
“La gente pensaba que los perros se drogaban, que a los perros para buscar cadáveres o para buscar gente les daban de comer gente. Es imposible que pueda hacer así, el perro no sabría qué pasa”.
Estos perros aprenden mediante la asociación de un juguete y una muestra que se llama seudoaroma y que es un químico, un polvo parecido al talco, no tóxico, y con olor a drogas, cadáveres o explosivos.
“Lo enseñamos primero a encontrar su juguete. Cuando ya encuentra bien su juguete a ese juguete le asociamos un aroma, lo ponemos junto con el aroma, después quitamos el juguete y él ya piensa que su juguete huele a los narcóticos, a los explosivos, a las sustancias que nosotros le enseñamos”.
—¿Cuántos aromas es capaz de detectar?
—Digamos que el perro tiene 20 pelotas, son 20 aromas, él conoce cada aroma de sus 20 pelotas.
El perro realiza entonces un marcaje pasivo, que puede ser sentarse o echarse, o un marcaje activo, que puede ser rascar o ladrar, cuando detecte alguna de estas sustancias. El entrenamiento dura alrededor de cinco meses.
“Hay gente que te dice que ‘hueles a perro’ y que qué haces. Cuando el perro encuentra, cuando hace su trabajo te da mucha satisfacción y piensas que valió la pena”.
Todos los canes que llegan a la unidad son vacunados, desparasitados y puestos en observación médica. Después se les implanta un microchip de identificación en la piel que los acredita como propiedad del Estado.
Una mañana más en la Unidad de Adiestramiento Canino. El doctor Luis Jaime Flores y Omar Rivera, su ayudante, están realizando una demostración con algunos ejemplares.
Este es “El Oro”, está diciendo el médico. Lo tenían amarrado en un taller de soldadura y llegó aquí con una lesión en el cuello producida por la cadena, sus dueños lo trajeron por agresivo.
“Cada vez que pasaba gente por el taller él asociaba de que se estiraba, le dolía y fue agarrando de ser agresivo con las personas. Aquí le cambiamos eso por la pelota y ha estado trabajando muy bien”.
Otro es “Falco” y llegó a la Unidad desde cachorro. Lo trajo su dueño porque ya empezaba a hacer mucho desorden en casa; hoy “Falco” es un perro de guardia y protección.
Otro se llama “El Francky” y fue rescatado de un yonque, ahora que cerraron los negocios de ese tipo. Hoy recibe entrenamiento como perro de ataque.
A un pastor alemán color sable le dicen “El Mecánico”, porque cuidaba en un taller de compostura de autos.
Otro se llama “Max” y vivía en el techo de una casa. Su dueña lo trajo hace dos semanas porque tenía la costumbre de saltar de la azotea y corretear a la gente que pasaba por la calle; llegó muy flaco y con dermatitis en una pata, causa de la humedad.
Luis Jaime dice que “Max” es agresivo y no respeta jerarquías, le da por pararse de manos frente a sus entrenadores y gruñir. Ahora le están dando obediencia.
“Se llama ‘Max’, pero decía la dueña que no hacía caso por ningún nombre”, cuenta el médico.
A ella le pusieron “Catalina”, porque la encontraron vagando en la plaza Catalina, allá por Los González.
Alguien les habló, que había una perra de raza viviendo en la calle y fueron por ella.
Es una pastor belga malinois y venía preñada, 40 días de gestación. No hace mucho dio a luz en la unidad y sus cachorros fueron adoptados por familias saltillenses.
Luis Jaime dice que recién “Catalina” se lastimó los dientes de estar mordiendo el cerco de la jaula. No estaba acostumbrada a estar encerrada y se estresó.
“Muchos perros vienen de andar siempre sueltos, los amarramos, les ponemos la correa o los guardamos en las jaulas de alojamiento y se desesperan bastante, ellos mismos se hacen daño”.
REGRESAN POR ELLOS
Luis Jaime cuenta que es frecuente que algunos de los antiguos dueños de estos perros vengan a la unidad para exigir la devolución de sus mascotas, sobre todo cuando las han visto trabajando en la calle, ya entrenadas.
“Una señora nos dijo ‘oiga, regrésemelo, ya vi que ya lo traen’. Cuando donan les decimos que necesitamos tres semanas para ver si el perro trabaja o no. Si no, se lo regresamos y ya ellos buscan. A veces te dan un número de teléfono y no los encuentras nunca y aquí vemos qué hacemos con el perro, buscamos dónde acomodarlo.
“Vamos seleccionando perros que tengan mucha resistencia al trabajo, en este caso es la temperatura, que no tengan miedo a la gente, que sean rápidos y ágiles para brincar obstáculos”.
En sus inicios el Centro de Adiestramiento Canino tenía un convenio con la desparecida oficina de Control Canino Municipal, para la selección y rescate de perros con cualidades para el adiestramiento policial, y funcionó.
Luis Jaime dice que en el corto plazo la unidad pretende restablecer y hacer extensivo ese convenio al Centro Antirrábico de Saltillo.
“Hay perros que se sacrifican y que son buenos para el trabajo policial”.
Se calcula que un perro como estos puede llegar a costar entre 9 mil y 10 mil dólares en Estados Unidos.
“Ahorita en el mundo hay demanda de perros que tengan esas cualidades. Aquí mismo faltan. Nosotros queremos llegar a tener un tope de 50 perros trabajando, estamos con 30, 35, llegamos a 38”, dice Luis Jaime.
Días después Miguel Ángel Moncada, coordinador Extensión de Servicios de Salud de la Dirección de Salud Pública Municipal, me cuenta en su oficina de los consultorios municipales que la Unidad de Control y Bienestar Animal, antes Control Canino, sacrifica, mediante una sobredosis de anestésicos y barbitúricos, alrededor de 3 mil canes al mes.
Informa que 10 por ciento de estos perros son de rezas pitbull, pastor alemán y labrador, como “El Harrys”, que hoy es de los canes más profesionales del Escuadrón Canino de la Policía Operativa del Estado.
Quién lo iba decir...