La historia de José Aceves, de 17 años, demuestra que las circunstancias de la infancia no siempre determinan el futuro; el año pasado, Aceves fue uno de los estudiantes que el Fondo de Defensa de los Niños (Children’s Defense Fund) reconoció con los premios Venciendo los Pronósticos de 2016 en California (California Beat the Odds).
Por Araceli Martínez Ortega
Ciudad de México, 29 de abril (SinEmbargo/LaOpinión).- José Alberto Aceves Salvador no solo se va a graduar de la secundaria como el primero de su clase sino con el orgullo de haber sido aceptado en siete de las ocho más prestigiosas universidades de Estados Unidos como Harvard, Cornell, Princeton, Yale, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), UCLA y UC Berkeley.
La octava universidad, la de Pennsylvania lo tiene en su lista de espera.
“Solicité mi ingreso a 22 universidades, 18 me aceptaron”, dice feliz.
“Quiero estudiar ingeniería enfocada en biología”, precisa.
Este joven de 17 años, hijo de padres inmigrantes mexicanos, venció todos los pronósticos en contra que clasifican a estudiantes como él —de escasos recursos— en una categoría que les da pocas posibilidades de graduarse de la secundaria e ir a la universidad.
“No la hemos tenido fácil en la casa. Mis padres trabajan muy duro.
Vinieron a este país cuando tenían 20 años. Yo soy el menor de mis hermanos. Los tres nacimos aquí”, explica.
Aceves Salvador creció en el barrio angelino de Koreatown y asiste a la escuela secundaria New Open World Academy desde quinto grado.
Su madre trabaja en la limpieza de un hospital y su padre es cocinero.
Cuando era niño, rara vez la veía porque a menudo regresaba a la casa cuando él estaba dormido. Sus hermanos mayores andaban afuera con sus amigos y él se quedaba con su padre quien sufre problemas de alcoholismo.
“Cuando solicité entrar a todas estas universidades me sentí abrumado. Pensaba que no tendría oportunidad y no me iban a aceptar”, dice.
Pero cuando las cartas de aceptación empezaron a llegar a su casa, la preocupación se transformó en alegría y agradecimiento para sus padres.
“Ellos me empujaron a hacer lo más que pudiera. Me decían cada día que me pusiera las pilas, que diera el 100%. Ellos son mi motivación. Todo lo que he hecho ha sido con su ayuda. Están muy orgullosos”, admite.
En particular dice que su madre ha sido su mayor influencia. En ocasiones cuando su padre solo podía conseguir empleo de medio tiempo, ella se convertía en la principal proveedora de la familia. “Quiere una vida mejor para nosotros de la que ellos tuvieron. Quiere que siga mi pasión”.
Toda su vida ha vivido con estrechez económica. Nunca ha tenido una recámara propia. Ha compartido con sus padres y dos hermanos, un departamento de una sola recámara. “Aprendí a estudiar con ruido”, dice sonriendo.
Atribuye también su éxito escolar a la preparación y los programas que le dieron en la escuela que lo motivaron y convencieron que sí podía ir a la universidad.
“Claro, algunas veces me sentí intimidado”, reconoce.
La clave para avanzar en la escuela es hacerse un horario. “Me doy tiempo para estudiar tres y cuatro horas después de clases, hacer otras actividades extracurriculares y también para relajarme. Me gusta ver la tele, escuchar música y dibujar”.
Y siempre supo que quería estudiar ciencias pero no fue hasta el décimo grado cuando se decidió por la ingeniería.
“A los 30 años me sueño y me veo como un investigador en biotecnología porque no solo voy por el diploma de la licenciatura sino que quiero hacer la maestría y estudiar un doctorado”.
Considera que fueron tres los factores que lo ayudaron a ser aceptado por tantas universidades: su historia de vida, los programas que ha tomado como cuando un verano fue a MIT y sus relaciones con los maestros.
Pero también se ha convertido en un motivador y un gran influencia para sus compañeros en su escuela a quienes anima a prepararse para la universidad. Cuando un amigo necesita ayuda con una tarea que no le sale, dedica tiempo para ayudarlos así como para llenar las solicitudes para ir a la universidad.
“Hay ayuda, oportunidades. Ellos necesitan mostrar que están motivados, que tienen ideas y soluciones”, aconseja a otros estudiantes.
El año pasado, Aceves Salvador fue uno de los estudiantes que el Fondo de Defensa de los Niños (Children’s Defense Fund) reconoció con los premios Venciendo los Pronósticos de 2016 en California (California Beat the Odds).
Aún no ha decidido a qué escuela ir pero la universidad de sus sueños es el Instituto Tecnológico de Massachusetts.