Por Gustavo Ampugnani*

Este mayo Greenpeace llegó a sus primeros 25 años de presencia en México. En este tiempo hemos puesto a discusión temas que estaban ausentes en la agenda pública o eran minimizados por los tomadores de decisión: los riesgos de la energía nuclear, la importación de residuos tóxicos al país, el impacto de las actividades petroleras en el Golfo de México, la contaminación genética del maíz mexicano, la deforestación o el vertido de sustancias químicas a los ríos.

En todos estos casos Greenpeace investigó, documentó y exhibió a través de la confrontación creativa y no violenta para hacerlos llegar a la ciudadanía y, con ello, catalizar cambios positivos en materia regulatoria, legislativa o empresarial en México.

Durante estos 25 años Greenpeace México adquirió una identidad propia dentro de la organización global de la que es parte. Hoy, cerca de 80 mil personas nos apoyan con un donativo mensual que nos permite desplegar nuestro trabajo en distintas partes del país, apuntalado por la dedicación y esfuerzo de más de 3 mil voluntarios.

Al no recibir financiamiento de gobiernos, partidos políticos o empresas, Greenpeace trabaja con total autonomía en aquellos temas ambientales prioritarios a nivel mundial y en los que desde México podemos hacer la diferencia. Esa independencia económica y política conlleva también una alta responsabilidad con la transparencia y la rendición de cuentas dentro y fuera de la organización.

Actualmente nuestros esfuerzos están centrados en lograr un cambio sistémico y cultural para enfrentar las amenazas globales del cambio climático y detener la pérdida masiva de biodiversidad, ambos desafíos abordados de manera incipiente en la agenda política de los gobiernos mexicanos -en todos sus niveles- y de las actuales candidaturas presidenciales.

En los últimos años Greenpeace ha trabajado en proyectos de ciudades sustentables y mares limpios de plásticos para impulsar cambios, principalmente en lo que a relaciones de poder y toma de decisiones se refiere, así como de las formas de pensar que hoy rigen nuestros comportamientos y pautas de consumo.

El aumento de la temperatura del planeta no va a desacelerarse si no cambiamos la forma en la que generamos energía o nos transportamos en las grandes ciudades. La biodiversidad marina no va a estar a salvo de los plásticos si no reducimos su uso en empaques, envases y productos innecesarios de “usar y tirar” (popotes, bolsas, charolas o vasos de unicel, etc.).

En este camino de transformaciones, es esencial la voluntad de cambio, a lo que llamamos el poder de la gente, que se expresa a diario, imperioso y obligado cuando se trata de crear las condiciones para que nuestros hijos e hijas y las generaciones detrás de ellos convivan en sociedades en armonía con la naturaleza, sostenibles en lo ambiental y equitativas y justas en lo social. Aunque el desafío es grande, la participación activa de las personas es el motor de cambio que nos impulsa a continuar con energía, profesionalismo y entusiasmo en un movimiento socio ambiental más amplio y diverso.

*Gustavo Ampugnani es Director Ejecutivo de Greenpeace México

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