Hoy, un grupo de cuatro jóvenes asaltó a balazos un camión lleno pasajeros el Estado de México. Una de las asaltantes era una mujer embarazada de 15 años, de acuerdo con los primeros datos. Falta que los consignen, ahora que han sido identificados. Pero nada es extraordinario en una entidad donde domina una premisa: tu vida no vale nada. Tan sólo durante el primer bimestre del 2016, hubo 352 personas asesinadas en el Estado de México, colocándose en el pináculo a nivel nacional. El año pasado también lo encabezó con 2 mil 105 homicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Pero la gente no lo deja pasar. La gente, de hecho, está muy harta.
Por Alejandro Melgoza Rocha
Ciudad de México, 28 de abril (SinEmbargo/VICE).- “¡Saquen la gasolina!”, gritaron los vecinos mientras rodeaban a dos presuntos asaltantes de transporte público. Los aplastaron, como si fueran una estampida, hasta fracturarles costillas y extremidades. Teñidos con su sangre mientras permanecían tendidos en el suelo, los criminales no pudieron hacer nada para defenderse. Esa noche el pueblo tocó las campanas y se reunió en cuestión de minutos para decidir sus destinos. La piedad no figuraba, querían ojo por ojo.
La noche del 3 de octubre de 2014, hombres y mujeres de la colonia Tablas del Pozo, en Ecatepec, buscaron neutralizar el dolor de cabeza diario: la inseguridad.
Los habitantes no olvidaron cada centavo hurtado. “¡Párate! Desde las cinco de la mañana andan de culeros. Que se mueran los hijos de su puta madre”, ordenaba un poblador. Mientras tanto, decenas de personas propinaban patadas. Uno de los asaltantes tenía la cara completamente roja, empapada por su propia sangre. El otro ya no traía camisa, se la habían roto. Ninguno podía moverse. Sólo intentaban cubrirse el rostro con las manos.
“Si los dejamos ir, al rato se van a alivianar, van a estar afuera y nos vuelven a dar en la madre”, dijo uno de los vecinos. A la escena llegaron dos oficiales con uniformes fluorescentes de tránsito, sin embargo, no pudieron hacer nada. Los centenares de pobladores no permitieron que llevaran a los supuestos criminales, pues, de acuerdo con ellos, no terminarían en un Ministerio Público. “Siempre que la policía los detiene, les quitan el botín y los dejan ir”, comentó alguien.
Cuando la policía intentó llevárselos el ambiente se tensó. “Ábranse a la verga”, reclamaron a los oficiales que intentaron intervenir. Ya era demasiado tarde. Los sujetos eran irreconocibles. Desfigurados.
Las sirenas rojas y azules de las patrullas iluminaban los rostros de los pobladores. Entonces surgió la idea del fuego: “Quémenlos a los hijos de su puta madre”, proponían los vecinos, de acuerdo con un video inédito de esa noche proporcionado a VICE.
“¡Dejen que los linchen!”, gritó una mujer.
Las peticiones se hicieron reales. Les prendieron fuego por algunos momentos. En el cuerpo del asaltante sin camisa se alcanza a percibir la piel rozada por quemaduras. La autoridad sólo se los llevó a las clínicas 76 y 68 del IMSS casi en calidad de muertos. Al final fallecieron en el nosocomio. Sus identidades no fueron reveladas por la PGJEM.
“RATERO, SI TE AGARRAMOS, ¡TE VAMOS A LINCHAR!”
En el Estado de México hay una premisa: tu vida no vale nada. Y es que tan sólo durante el primer bimestre del 2016, hubo 352 personas asesinadas en el Estado de México, colocándose en el pináculo a nivel nacional. El año pasado también lo encabezó con 2 mil 105 homicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). La gente está harta.
“Ratero, si te agarramos no te vamos a remitir a las autoridades… ¡Te vamos a linchar!”, advierten algunas mantas colgantes en el Estado de México. Y aunque el fenómeno lleva décadas en América Latina, hace dos años las comunidades de los municipios de la zona conurbada decidieron hacerle frente a los criminales. Este método de supervivencia es la ley talión la que les ha parecido más efectiva que la del Estado.
En las últimas décadas se contabilizaron más de 300 casos de linchamientos donde el Estado y la Ciudad de México encabezan la lista, de acuerdo con el estudio Linchamientos en México: recuento de un periodo largo (1988-2014), de los investigadores Raúl Rodríguez Guillén y Norma Ilse Veloz Ávila. Sin embargo, un oficio obtenido por VICE a través de la Ley de Transparencia da cuenta del trofeo que se lleva el municipio del cual es oriundo el gobernador Eruviel Ávila Villegas. Además las páginas Denuncia Ecatepec y Delincuentes Naucalpan, confirmaron que estos casos suceden al menos una vez al mes.
“Ecatepec es uno de los más altos, según mi registro desde 2010, tal vez el que más tiene a nivel nacional y es el más reincidente”, señala Mónica Hernández Monroy, autora de la tesis Comunidad y seguridad pública: un análisis de los linchamientos como hecho social en Ecatepec (2010-2015). “Genera liberación de tensión social, pero no garantiza colectividad permanente”, dice Hernández.
Por otro lado, Simón Vargas Aguilar, especialista y consultor en seguridad y justicia, agrega que esto contribuye a una espiral de violencia. “Si esto continúa, después empezarán contrataciones de sicarios o miembros de pandillas para eliminar a otros” y señala que esto sucede por la falta de confianza en las instituciones. “Esto es un tema para los tres órdenes: federal, estatal y municipal. Deben fortalecer la integridad de sus sistemas de seguridad, procuración e impartición de justicia y el relativo a la reclusión”.
Actualmente enel Estado de México operan la Familia Michoacana, Guerreros Unidos, Caballeros Templarios, Los Zetas, Cártel del Golfo y los Beltrán Leyva, según la Secretaría de Marina. A últimas fechas nos comentan fuentes policíacas que el Cártel Jalisco Nueva Generación ha entrado a disputar luego de las presuntas ejecuciones a narcomenudistas independientes en Ecatepec que venden piedra a 80 pesos.
VECINOS CONTRA LA DELINCUENCIA
En San Pedro Jajalpa, Ecatepec, el resultado de las disputas entre los traficantes fue de 13 cadáveres, cuatro torturados y tres baleados en un primer evento de 2013, y seis degollados en 2012. Pronto esas bandas delictivas ejecutaron personas inocentes y operaron otros giros que afectaron a los civiles, lo que ocasionó que más de 300 colonos se organizaran: repartieron silbatos que debían ser soplados al unísono para advertir peligro. “Les damos una santa madriza para que corran la voz a sus cómplices”, cuenta Graciela Ávalos, líder popular del municipio, a quien han intentado levantar en dos ocasiones.
Ávalos sabe que la inseguridad y los asesinatos forman parte de la vida cotidiana en Ecatepec. Junto con otros cientos de colonos decidió organizarse para frenar las actividades delictivas. Primero iniciaron con las mantas pegadas por toda la localidad para amenazar al hampa; un método que ya había sucedido en otros municipios como Tlalnepantla, Neza, Coacalco, Cuautitlán Izcalli y Atizapán. Notaron que no servían las intimidaciones e idearon un sistema de vigilancia distinto mediante el uso de silbatos.
Así fue como nació el Consejo de Vigilancia, Rotación y Seguridad Vecinal. “Si hay alguien sospechoso es un pitido. Si son dos es salir a hacer justicia. Queremos que con la organización se vaya la delincuencia”, señala un integrante del comité de vigilancia.
En la organización participan más de 300 colonos. No volvieron a tirar cuerpos y disminuyó el índice delictivo. Gerardo Negrete de 52 años es uno de los vecinos que participa en el programa. Tiene su silbato agarrado a un llavero. “Empiezan a silbar y todos salimos con un palo o un tubo y a la antigüita. Antes había lo de las drogas y se metían a robar, ahorita ya no. De todos modos a las ocho ya no salimos”.
“El linchamiento es lo más justo que existe, pero queremos un marco legal, un nexo entre el consejo y las autoridades. Nuestra prioridad es la seguridad”, detallan. Además cuentan que están por impartir un curso, dado el éxito de su mecanismo de defensa. De cabello teñido rojizo, suéter negro y un morralito que lleva a un lado, Ávalos confirma que las colonias Vista Hermosa, Tierra Blanca, El Ostor, Ampliación Tulteplac y Jardines de Morelos están pidiendo simulacros para adaptar esa medida.
Como resultado, agregan los organizadores, detuvieron a ocho. Además de alertar en decenas de ocasiones probables amenazas. “No los matamos como en otros pueblos, pero si los atrapamos, nos los llevamos y les damos una santa madriza para que corran la voz a sus cómplices”, aclara Ávalos. “Una vez un delincuente se fue corriendo y se metió en una cerrada. Ahí lo acorralamos entre 20 personas. Llegó una patrulla pero se quedó pendeja porque primero llegó la maña y se lo llevaron. Dicen las malas lenguas que apareció su cadáver en Chiconautla”, añade uno de los miembros de la organización.
NO MÁS MUERTOS EN NAUCALPAN
El aroma a coladera combinado con el de carnitas mañaneras cociéndose en su jugo se levanta en San Bartolo, a unos kilómetros de Ecatepec, en Naucalpan. La piratería abunda en su mayoría como en cualquier tianguis. Es una avenida desordenada, mal planeada en sus rutas, donde los camioneros, los automovilistas y los taxistas se abultan en las horas pico.
San Bartolo luce en apariencia tranquilo, pero sus criminales se esconden entre callejones y puestos, y como las arañas de cueva, jalan y atracan a su presa cuando va pasando. Las combis te llevan a los sitios más peligrosos de la zona: El Molinito, Cuartos Capulín, Cuartos San Luis y otros más. Son sitios donde se asientan casas de seguridad de bandas delictivas.
De acuerdo con los reportes de la página Delincuentes Naucalpan, al menos se da un linchamiento por mes en este municipio. “Nosotros en ningún momento promovemos el linchamiento, pero es información que compartimos. Apenas sucedió uno en San Bartolo. Anteriormente tengo entendido que fue uno por el Molinito de unos presuntos secuestradores, donde incluso tocaron las campanas y salieron por ellos”, dice el administrador de la página.
En un video que circula en redes sociales se puede ver a un presunto criminal que intentó asaltar en San Bartolo a principios de abril. Los comerciantes lo persiguieron hasta arrinconarlo en la calle. Uno de ellos lo golpeó mientras dos policías de tránsito lo custodiaban. Al final lo aprehendieron los municipales.
“Pasa muy seguido que golpean a los asaltantes”, cuenta un vendedor de productos de computadora. “Yo prefiero ponerme a orar. No estoy de acuerdo con los asaltantes que roban ni con los que hacen justicia por su mano. No soy nadie para juzgarlos, pero la Biblia dice que entregues todo a tu enemigo. No creo en el ojo por ojo”, agrega el comerciante de 60 años.
De su gorra camuflada tipo militar puesta al revés sobresale un mechón de cabello cano. “Fui militar de más joven. Cuando se subían a asaltar al camión les decía: ‘bájate cabrón o te voy a balacear’. Después ya de adulto entré a estudiar Derecho, pero la abandoné porque eran muchas injusticias. Preferí acercarme al Señor”.
Su recorrido de todos los días es desde Villa de Carbón para atender su negocio: son alrededor de dos horas y media de trayecto. Ahora cuando lo asaltan prefiere dejar su vida al destino, la suerte o a Dios. “Cuando me asaltan cierro los ojos y repito a mis adentros: ‘Pongo mi vida en tus manos, Señor'”.
El hartazgo ya no es exclusivo de clases sociales. Décadas atrás las colonias de mediano poder adquisitivo se habían silenciado. Satélite y Lomas Verdes —en Naucalpan— tuvieron una escalada en los últimos años. Los comandos y asesinatos desde motonetas se hicieron presentes en centros comerciales. En agosto de 2015, una joven de 27 años fue asesinada en la avenida Lomas Verdes luego de arrebatarle su automóvil. Con manifestaciones pacíficas, organización vecinal y contratación de seguridad privada empezaron; aunque algunos ya consideran la posibilidad de obtener un arma de fuego. “No más muertos en Naucalpan”, gritaban frente a las Torres de Satélite.
ANSIA DE VENGANZA
Durante el periodo 1988-2014 se cometieron 366 linchamientos, según la investigación de Raúl Rodríguez y Norma Veloz. La lista de los estados por orden de gravedad son el Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Mientras que las entidades sin un solo evento son Colima, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas.
El municipio más elevado hasta el momento es Ecatepec. En el periodo 2014-2015 se dieron 12 casos de “conglomeraciones sociales” en las que intervino la autoridad. La Comisión Estatal de Seguridad Ciudadana contabilizó 12 casos, tres de ellos en Ecatepec; diez fueron por lesiones físicas y dos por impacto de bala. También aparecen Naucalpan, Tlalnepantla, Temascaltepec, Chiconcuac, Temoaya, Tezoyuca y Ocoyoacac.
Un conteo extraoficial de la página Denuncia Ecatepec registró sólo en ese municipio alrededor de 30 casos durante el año pasado y lo que va de éste. “La gente se contagió. Los linchamientos hacen quedar mal parado al gobierno municipal y estatal”, explica el administrador vía telefónica, quien acusa que tanto el gobierno estatal, como hampones, los han amedrentado. Lo mismo confirmó el encargado de Delincuentes Naucalpan.
Mónica Hernández Monroy, cuyas cifras inéditas del municipio las presentará en los próximos meses, enfatiza que los linchamientos “ocurren más es en los pueblos originarios de Ecatepec, donde la gente se conoce un poco más o en los barrios industriales, donde viven obreros. Es un fenómeno producido por la violencia que la gente vive, pero que también genera un punto de unión. La violencia genera un vínculo con la población, pero no es un vínculo que sea a largo plazo; genera emociones, ansia de venganza, pero no un proyecto a largo plazo”.
Según la investigación de los especialistas de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco, el retrato de este fenómeno no significa una justificación ni una forma de solucionar los conflictos, sino se trata de aclarar que “los linchamientos tienen cierta connotación de acción colectiva capaz de generar simpatía entre grupos de la sociedad. Al margen de si tiene o no un carácter legitimo o cuándo es que lo tiene, es necesario identificar las causas de los linchamientos”.
Pero, ¿se puede recaer en una paranoia colectiva donde se linche a la persona incorrecta? Rodríguez Guillen dice que generalmente se lincha a quienes han cometido delitos porque se les agarra infraganti. Son pocas las veces en que se somete al linchamiento o al castigo exagerado a alguien que no cometió un delito. “Puede suceder como con Tláhuac o en Puebla con el caso de los encuestadores, pero eso tiene que ver con un fenómeno que sí está asociado a la delincuencia y al castigo. Muchas veces el rumor juega el mismo papel que el hecho específico. No se cometió pero el contexto genera la posibilidad de que se linche a alguien por equivocación”, señala.
“ESTAMOS HARTOS”
En este paraje desolado todos tienen algún suceso sobre el crimen o a sus muertos que velan y lloran. En estos tiempos se prefiere no cargar lujos y tener un monto mínimo para entregar a los asaltantes, así como celulares antiguos o descompuestos. Bolsillos vacíos son igual, en la mayoría de las ocasiones, a un basculeo que desemboca en una golpiza o en una bala clavada en el cráneo. Esto puede pasar a cualquier hora del día.
Cada día son más los ciudadanos que en colectivo hacen frente o que cargan armas de fuego. “Estamos hartos”, dice Francisco Mendoza, de 31 años, quien se enfrentó a su agresor a finales de marzo. “No me quitó nada”, cuenta Francisco, un ecatepequense afortunado, pues apenas el 5 de abril, en la Vía Morelos, los pasajeros se defendieron, pero dos fueron asesinados a balazos. Quedaron tapados con una sábana blanca, inmóviles. Y la lista es enorme.
Los vientos en el Estado de México se respiran violentos. Ximena Martínez de 33 años los inhala camino a su hogar en Netzahualcóyotl. Sólo en marzo la joven fue asaltada en tres ocasiones en la avenida Texcoco. La primera vez fue el celular y los aretes; la segunda, la bolsa con 250 pesos y cosméticos; y la tercera un nuevo teléfono. En la última ocasión, uno de los pasajeros les dijo a todos: “Es el Juan Carlos y su banda, ya sé dónde vive, vamos a partirle su madre”, recuerda. “Pero nadie quiso. Yo sí quería pegarles”.
La confianza en las autoridades es casi nula. Cientos de denuncias terminaron por dirigirse a páginas de Facebook como Denuncia Ecatepec, Delincuentes Naucalpan, Naucalpenses en Movimiento por la Seguridad y Coacalco: el grito de la gente, entre otras. A la gente le generan cierta confianza estas páginas. El principal discurso en los usuarios es que el ladrón no te va a perdonar la vida y la misma sociedad tiene que hacer justicia por su propia mano.
QUE CHINGUEN A SU MADRE LOS RATEROS
Año y medio transcurrió desde el linchamiento en Tablas del Pozo y esa tierra sigue siendo de nadie: no pasan patrullas ni militares como tanto publicita el gobernador. “No hay seguridad pública. Ya ningún gobierno va a poder controlar esto”, pronostica Teresa Carlo de Jesús, presidenta de la colonia, quien tiene la puerta de su casa reforzada con otra de acero. Nos mira con desconfianza desde que llegamos y mantiene su distancia atrás de los barrotes. La misma situación fue corroborada por la Mesa Directiva de la Primaria Salvador Novo: “Hemos estado pidiendo patrullas y cuando vienen nos piden dinero”.
Tablas del Pozo es una de las cientos de colonias azotadas por la pobreza en Ecatepec. La localidad pertenece a uno de los siete pueblos originarios. Las casas son de techos improvisados con láminas, rocas, cartón y madera. Están amontonadas en las faldas del cerro, cuyo ojo de agua algún día proveyó a la comunidad, pero ahora sólo es un drenaje maloliente. Entre las terracerías hay decenas de manteles extendidos con artículos usados, viejos o robados. “Ahora caminamos más tranquilos”, dice un letrero del gobierno municipal despintado y graffiteado.
Al caer la noche no hay tranquilidad. “Salen los rateros y andan por todos lados”, cuenta Martín Ángel Guzmán, de 60 años, un mecánico que conoce el nacimiento del pueblo. Fue el segundo poblador en llegar a aquel cerro provisto de frondosos árboles, un río, milpas y fauna silvestre. “Era un edén”, dice mientras recarga sus manos llenas de aceite para autos y curitas pegados en sus dedos. “Había tranquilidad, pero de diez años para acá está muy peligroso. En la tarde pasa un Tsuru con encapuchados; traen armas de fuego y te asaltan todo lo que traigas”.
De camisa verde y gorra, Guzmán asegura que han sido varios los linchamientos. “Es como decir que estamos hasta la madre”, platica. “Están chingue y chingue… pues ahora va la de nosotros, ora’ sí que chinguen a su madre”.
Las estampas son muchas, las cifras de igual manera, el aguijón que penetra en el pecho a los familiares lo es aún más. En medio de esta tierra maldita donde la miseria está enterrada hasta las raíces más profundas, el nativo de Tablas del Pozo, Martín Ángel, reflexiona mientras su nieto juega cerca. “No somos Dios para quitar la vida, pero esto es diario, diario, diario, diario… de que lloren en mi casa, mejor que lloren en la de ellos”.