Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).– Fueron uña y carne. El primero formó parte del “cuarto de guerra” que llevó al otro a la Presidencia de México. Y el segundo lo tuvo cerca mucho tiempo, en el primer círculo, hasta que los reclamos de la sociedad civil tras la tragedia de la Guardería ABC lo llevaron a un exilio pactado: al Partido Acción Nacional (PAN), como funcionario.
Juan Francisco Molinar Horcasitas había guardado silencio sobre su distanciamiento con el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa, a quien sirvió como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y Secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT); no había contado, por ejemplo, cómo decidió cambiar de grupo político (y su acercamiento a Gustavo Madero)… hasta ahora, cuando Margarita Zavala, ex Primera Dama, ha decidido abrir fuego contra el líder nacional del PAN después de quedarse fuera de las candidaturas a una diputación. La señora Zavala quiere ahora dirigir el PAN, en lo que algunos han calificado de “berrinche”.
La respuesta de Molinar Horcasitas, en ese contexto, parece un disparo a dos pájaros: al ex Presidente y a su esposa, Margarita, quien ha abierto sus intenciones de participar en la vida política de su partido.
La carta de Molinar es dura con su ex jefe. Lo llama iracundo varias veces. Le reclama cómo después de cada fracaso por imponerse en el PAN (imponerse él e imponer a su gente) respondía con ira y con amenazas. “Cuando no pudo imponer un tercer Presidente incondicional, Calderón dividió al partido y amenazó con irse del PAN”, le dice.
“Fueron muchos los episodios en los que Felipe Calderón trató de manera irrespetuosa o incluso abusiva a los líderes partidarios que se reunían con él. Estas constantes fricciones no se hicieron públicas por prudencia política y, paradójicamente, por respeto a la investidura presidencial. Desde la perspectiva de Calderón, el partido le pertenecía al Presidente. Eso no está en la cultura del PAN. Los panistas pensamos que el Presidente pertenece al Partido”, le dice.
“Si la razón y no sus humores hubiesen guiado las decisiones de Calderón, él hubiera entendido que su deber moral era aceptar que no todas las decisiones del partido debían amoldarse a su voluntad. Pero tomó la ruta opuesta: la animosidad de Calderón en contra de Gustavo Madero escaló hasta niveles de encono cuando la planilla del actual dirigente panista derrotó a la del candidato que le opuso, Ernesto Cordero, quien ya había sido rechazado por la mayoría panista en su anterior intento de ascender al liderazgo panista como candidato presidencial. Tres reveses consecutivos debieron ser suficientes para que Felipe Calderón entendiera que, efectivamente, el PAN es su casa, pero que también es la casa de los demás panistas y que en ella manda la mayoría, como en cualquier democracia. No fue así: mientras más perdía, más se enconaba”.
Calderón le responde hoy:
“Querido Juan, mientes: Y para muestra, un botón: Es cierto, siempre había considerado al Partido como mi casa, por lo menos hasta ahora. De no ser por las expresiones abrumadoramente afectuosas de militantes y votantes, estaría claro que ya no lo sería más. Sí he dicho “el PAN es mi casa”. Sin embargo, inventas historias y para ello mientes burdamente al extremo de atribuirme expresiones que nunca he tenido. Por ejemplo, ¿cuando he dicho, ‘y en mi casa mando yo’? ¿Alguien me lo ha oído decir alguna vez? ¿Amigos? ¿Enemigos? No. Nunca lo he dicho, ni hablando del PAN, ni en ningún otro contexto. No creo en esa expresión que tiene un tufo de misoginia y machismo. No es tampoco ni remotamente la regla en mi propia casa, tú lo sables. Jamas lo he dicho y tú, tratando de hacer un falso argumento, pones palabras en mi boca que nunca he pronunciado. Mientes pues, qué pena”.
Juan Molinar dice:
“El ‘poder de Madero’, que tanto escandaliza a quienes se autoexcluyeron, es fruto del pluralismo y la inclusión. Esto no lo concibe el modo de actuar político de Felipe Calderón que se ha reducido y enconado hilando derrota tras derrota, tras derrota. Felipe Calderón ha perdido una tras otras porque ha hecho lo contrario: dividir, discriminar entre los panistas ‘auténticos’, los que siempre acatan sus decisiones, y los ‘impuros’, los que no siempre coinciden con él. Esa es la ruta del aislamiento y el rencor. Si quiere, él puede sumarse a la actitud pluralista y tolerante que usa como estrategia el esfuerzo sostenido de sumar e incorporar a las diversas expresiones ideológicas, regionales y políticas del panismo, para darle fuerza al partido y volver a ponerlo en aptitud de servir desde el gobierno. Madero y los órganos dirigentes del partido están en esta línea”.
Calderón responde:
“Y esa no es la única ni la más importante falacia de tu escrito desgraciadamente. En otros lugares recurres a verdaderos plagios de comentarios y expresiones mías vertidos en entrevistas de campaña, por supuesto tergiversados de mala fe. Por ejemplo, solía decir yo mismo que mi temperamento es fuerte sí, pero mi carácter me ha permitido no sólo convivir con él toda mi vida y desplegarlo en energía, en decisiones difíciles, en victorias que parecían imposibles, como la de 2006, en fortaleza ante adversidades como las que nos toco vivir. Y vaya que hicimos mucho. En ese afán que tienen de desconocer todo lo que los gobiernos panistas hicimos, a ti te ha de parecer poco lo que hicimos, pero a mí y a millones de mexicanos no. Pero vuelvo al detalle, plagio pues y tergiversado. Adiós honestidad intelectual, venga la regular creación literaria.”.
LA CARTA DE MOLINAR:
Las rutas políticas de Calderón y Madero
Muchos panistas lamentamos las recientes declaraciones del expresidente Felipe Calderón, pues demuestran que él aún insiste en imponer su voluntad por encima de la de los panistas. Es triste constatar que Calderón sigue sin asimilar el hecho de que la actual dirigencia panista no sólo está ejerciendo sus facultades legales, sino que también está sustentada en la legitimidad que confiere el haber sido electa, por primera vez en la historia del partido, mediante el voto directo, libre y secreto de los militantes. Al menos por eso, Felipe Calderón y su equipo deberían respetarlas reglas internas y las instituciones partidarias democráticamente electas. Él y quienes en su oportunidad perdieron en las urnas el derecho a dirigir el partido deberían respetar la voluntad mayoritaria delos panistas, sumarse al esfuerzo de sus compañeros y dejar de dañar de manera pública la imagen del partido y sus dirigentes. Las reglas dela democracia y la lealtad al partido los obliga moralmente a unirse en la causa de Acción Nacional y concentrarse en ganar las elecciones.
Lamentablemente, Felipe Calderón anuncia que la más reciente andanada no será la última. Era de preverse, pues sigue su patrón de conducta: controlar las organizaciones a las que él pertenece “está en su naturaleza”. Usar malas formas es su costumbre. Alguien me explicaba su conducta diciendo que actúa así porque es un hombre de carácter muy fuerte. Contesté que no, que es un hombre de temperamento muy fuerte, y que le falta carácter para templar su temperamento. Por eso, a pesar de su enorme talento, sucede lo que con gran lucidez anticipó Carlos Castillo, en una conocida carta: el creciente aislamiento al que la personalidad de Calderón lo conduciría.
Es cosa de ver cuántos de quienes lo llevaron a la Presidencia de la República ya no están con él. Y que no se diga que todos se alejaron porque perdieron el interés cuando dejó de ser Presidente. Hay que recordar que entre los separados hay personas que en su momento tomamos grandes riesgos políticos para hacerlo Presidente cuando élno tenía puesto público, ni empleo, ni dinero y se encontraba en el sótano de todas las encuestas. Muchas de esas personas no están ya con él porque Felipe las lastimó y las alejó. En contraste con su intemperancia, Felipe Calderón ha sido respetado y respaldado por la actual dirigencia panista, aunque él se ha empeñado en dividir al partido.
Calderón impuso dos Presidentes del CEN del PAN.
Cuando él fue Presidente de la República, postulado por el PAN, impulsó desde Los Pinos a dos Presidentes Nacionales consecutivos cercanos a él. La mayoría de los consejeros panistas coincidieron con él y lo apoyaron en su propuesta. En esa etapa de intensa cercanía Presidente-Partido él participaba directamente en los procesos de designación de candidatos y en otras decisiones importantes del Partido. Esta injerencia no es en sí misma perversa ni indebida, y de hecho es deseable y virtuosa, si el Presidente de la República, como líder informal del partido, colabora respetuosamente con el liderazgo formal, institucional, de la organización. No fue el caso. Fueron muchos los episodios en los que Felipe Calderón trató de manera irrespetuosa o incluso abusiva a los líderes partidarios que se reunían con él. Estas constantes fricciones no se hicieron públicas por prudencia política y, paradójicamente, por respeto a la investidura presidencial. Desde la perspectiva de Calderón, el partido le pertenecía al Presidente. Eso no está en la cultura del PAN. Los panistas pensamos que el Presidente pertenece al Partido.
Cuando no pudo imponer un tercer Presidente incondicional, Calderón dividió al partido y amenazó con irse del PAN.
Continuando esa línea, Calderón intentó imponer a un tercer Presidente del Partido, impulsando, una vez más, a otro de sus secretarios particulares, Roberto Gil, pero el panismo rechazó abrumadoramente esa intentona porque la persona elegida por Calderón no contaba con la confianza de la mayoría del ConsejoNacional. Por eso, en una elección en la que participaron cinco aspirantes (tres hombres y dos mujeres), el Consejo Nacional, mediante voto secreto y directo, eligió a Gustavo Madero. Esta fue la primera de una serie de reveses de Calderón en los procesos políticos panistas. Él se empeñó en imponerse y el panismo se empeñó en ejercer su autonomía.Desde ese momento, como Presidente y como ex presidente dela República, Calderón se empecinó en combatir a la dirigencia formal y legítima del PAN. En algún momento de esa etapa alguien recordó una expresión atribuida a Felipe Calderón que describe su actitud: “El PAN es mi casa y en mi casa mando yo”. El calderonismo no pudo derrocar a Madero, pero sí fue un factor de división que le restó gobernabilidad al PAN durante el año y medio que precedió a las elecciones de 2012.
El panismo no postula a Ernesto Cordero como su candidato presidencial y Calderón escala el conflicto.
Si la razón y no sus humores hubiesen guiado las decisiones deCalderón, él hubiera entendido que su deber moral era aceptar que no todas las decisiones del partido debían amoldarse a su voluntad. Pero tomó la ruta opuesta: la animosidad de Calderón en contra de Gustavo Madero escaló hasta niveles de encono cuando la planilla del actual dirigente panista derrotó a la del candidato que le opuso, Ernesto Cordero, quien ya había sido rechazado por la mayoría panista en su anterior intento de ascender al liderazgo panista como candidato presidencial. Tres reveses consecutivos debieron ser suficientes para que Felipe Calderón entendiera que, efectivamente, el PAN es su casa, pero que también es la casa de los demás panistas y que en ella manda la mayoría, como en cualquier democracia. No fue así: mientras más perdía, más se enconaba.
La agenda del nuevo CEN es de fortalecimiento y mejora del partido, no de revancha con Calderón.
En contraste, el PAN no se orientó entonces, ni lo hace ahora, por una postura anti-calderonista. Por el contrario, me consta que la dirigencia actual considera que Felipe Calderón puede y debe ser un gran activo del partido, pero eso no implica que el partido deba plegarse siempre a su voluntad. La dirigencia panista actual ha actuado sin rencores y lo seguirá haciendo. Prueba de ello es que varios notables calderonistas han sido designados candidatos a importantes puestos de elección popular.Primero fue el grupo de senadores que poco después respondieron a la generosidad del CEN formando un bloque abiertamente opuesto al Comité Ejecutivo Nacional del partido que los postuló y llevó a sus asientos. Más recientemente destacan otros casos, pero el más notorio es sin duda el de su hermana, “Cocoa” Calderón, a quien la dirigencia apoyó como candidata a gobernadora de Michoacán. En ambos casos se recurrió a la designación pues era previsible que en una elección de militantes no obtendrían la mayoría.
En el caso de su esposa, Margarita Zavala, que tanto se ha discutido en estos días recientes, muchos panistas la reconocen como un activo del Partido, pero en esta ocasión la esposa del ex presidente Calderón compitió por un puesto contra Cecilia Romero, quien es otra panista de prestigio y de indudables méritos, que incluso la llevaron a ser Presidenta del Partido. El resultado fue una cuarta derrota importante. Nuevamente, la derrota de Calderón fue producto de una decisión democrática, asumida mediante el voto libre y secreto de los integrantes de la Comisión Permanente, tal como disponen las normas partidarias. La mayoría de ese órgano se inclinó por Cecilia Romero y una minoría votó por Margarita Zavala (sólo doce votos de 58 posibles). La Comisión reconocía que ambas tienen grandes méritos, pero debía decidirse por una de las dos. Las demócratas deben aceptar los resultados de la mayoría y sumarse al esfuerzo, en vez de tratar de presentar como una exclusión autoritaria lo que fue una decisión democrática a favor de otra militante distinguida.
La fuerza de Madero y el aislamiento de Calderón.
La historia que los calderonistas cuentan con cierto éxito afuera del partido es la de una imposición autoritaria. Encuentran eco en medios, pero adentro son cada vez menos atendidos pues su mensaje disgusta a la militancia. Ellos hablan de una imposición autoritaria de Gustavo Madero, pero la verdad es más simple: todas esas decisiones han sido tomadas por los órganos legalmente facultados para ello y si acaso existe un patrón es que los calderonistas que alcanzan las nominaciones que pretenden las obtienen por la vía de la designación,y los que no las obtienen las pierden en elecciones directas de los militantes o de los integrantes de los órganos. Otro contraste importante es que después de la elección de Madero y de la planilla del CEN mediante el voto universal, directo y secreto de los militantes del PAN, en esos órganos ha privado un espíritu de colaboración y un notable nivel de acuerdo y armonía. Esto ha sido así porque el “poder de Madero”, que rechazan los calderonistas, es producto de la agregación y la incorporación de líderes panistas en todos los estados y en todos los niveles.Gustavo Madero ha obtenido muchas victorias internas y externas, y ha acumulado poder, porque ha sumado una gran diversidad de liderazgos panistas a lo largo y ancho del país, porque ha unido en la tarea nacional a muchos grupos que en el nivel local sostienen posiciones contrarias, y porque no excluye ninguna de las expresiones de los diversos matices que forman el espectro ideológico panista.
El “poder de Madero”, que tanto escandaliza a quienes se autoexcluyeron, es fruto del pluralismo y la inclusión. Esto no lo concibe el modo de actuar político de Felipe Calderón que se ha reducido y enconado hilando derrota tras derrota, tras derrota. Felipe Calderón ha perdido una tras otras porque ha hecho lo contrario: dividir, discriminar entre los panistas “auténticos”, los que siempre acatan sus decisiones, y los “impuros”, los que no siempre coinciden con él. Esa es la ruta del aislamiento y el rencor. Si quiere, él puede sumarse a la actitud pluralista y tolerante que usa como estrategia el esfuerzo sostenido de sumar e incorporar a las diversas expresiones ideológicas, regionales y políticas del panismo,para darle fuerza al partido y volver a ponerlo en aptitud de servir desde el gobierno. Madero y los órganos dirigentes del partido están en esta línea.
Juan Molinar
LA CARTA DE CALDERÓN:
Puerto Príncipe, Haití, a 28 de enero de 2015
Mtro. Juan Molinar Horcasitas
Presente
Querido Juan, mientes:
Y para muestra, un botón: Es cierto, siempre había considerado al Partido como mi casa, por lo menos hasta ahora. De no ser por las expresiones abrumadoramente afectuosas de militantes y votantes, estaría claro que ya no lo sería más. Sí he dicho “el PAN es mi casa”. Sin embargo, inventas historias y para ello mientes burdamente al extremo de atribuirme expresiones que nunca he tenido. Por ejemplo, ¿Cuando he dicho, “y en mi casa mando yo”? ¿Alguien me lo ha oído decir alguna vez? ¿Amigos? ¿enemigos? No. Nunca lo he dicho, ni hablando del PAN, ni en ningún otro contexto. No creo en esa expresión que tiene un tufo de misoginia y machismo. No es tampoco ni remotamente la regla en mi propia casa, tú lo sables. Jamas lo he dicho y tú, tratando de hacer un falso argumento, pones palabras en mi boca que nunca he pronunciado.
Mientes pues, qué pena.
Sólo una cosa explica que hayas pasado de la honestidad intelectual a la franca invención literaria: la amargura. No la tenías cuando te propuse, sin margen de negociación, como consejero del IFE junto al querido Alonso Lujambio y a Pepé Woldenber como Consejero Presidente
Tampoco cuando te invitamos a pertenecer al PAN, el paso que hacía falta y que incluso en tu propia casa esperaban. La tenías cuando te humillaron en el gobierno y en el partido pero no contra quienes te abrimos los brazos y te recibimos de vuelta. Y ciertamente no la tenías cuando te apoyamos para que fueses ese brillante Diputado federal.
No tenías ese amargura cuando te invité a construir el triunfo de 2006, ni en el alegre cuarto de guerra, ni mucho menos el día que pudiste decir “ya está”.
Alguna tuviste, y no entiendo bien porqué, cuando te nombré director de una de las instituciones desde las que se puede hacer mucho bien a los demás (¿qué más que curar a los enfermos?) que es el ideal de todo servidor público. Se te quitó pronto cuando te nombré Secretario de Comunicaciones y Transportes, y creo que hicimos muchas cosas buenas juntos. Tenías amargura, tristeza y preocupación cuando fuiste víctima de las peores ignominias. Sabes que de todas ellas te defendí, aún a costa mía. Pero sí, la tuviste desde el día en que pedí tu renuncia. Sé que de entonces a acá has tenido razones cada vez mayores de alimentarla.
Y esa no es la única ni la más importante falacia de tu escrito desgraciadamente. En otros lugares recurres a verdaderos plagios de comentarios y expresiones mías vertidos en entrevistas de campaña, por supuesto tergiversados de mala fe. Por ejemplo, solía decir yo mismo que mi temperamento es fuerte sí, pero mi carácter me ha permitido no sólo convivir con él toda mi vida y desplegarlo en energía, en decisiones difíciles, en victorias que parecían imposibles, como la de 2006, en fortaleza ante adversidades como las que nos toco vivir. Y vaya que hicimos mucho. En ese afán que tienen de desconocer todo lo que los gobiernos panistas hicimos, a ti te ha de parecer poco lo que hicimos, pero a mí y a millones de mexicanos no. Pero vuelvo al detalle, plagio pues y tergiversado. Adiós honestidad intelectual, venga la regular creación literaria.
Hay muchas cosas que decir y desmentir. No sólo tuyas: también las de quienes desde esa dirigencia trabajan para sí mismos, y que nos dicen a algunos panistas calificativos que ni remotamente han sido capaces de decírselos al gobierno.
Es cierto, hay unas historias personales asociadas a la vida de los partidos y de las organizaciones. En mi caso, el PAN ha estado fuertemente presente en mi vida, y a su vez he participado en su lucha, una veces de manera relevante, otras no tanto, en la Larga marcha por el desierto, en el Congreso, en el gobierno, y casi siempre en el frente de batalla, en casi la mitad de los 75 años de vida del partido. Deja tú los que mi padre vivió desde el inicio.
Pero honestamente no creo que ese sea el problema. A lo mejor estoy equivocado, pero siento que del “que nunca falten los motivos espirituales” al “ánimo Montana” hay cierta diferencia. Por cierto, estos nuevos ideólogos siguen presidiendo el comité de elecciones. Y si esto pareciera simplemente nostalgia, hay cosas que son todavía más preocupantes.
El verdadero problema es que el PAN le ha cerrado la puerta a los ciudadanos. Sus voces, sus representantes, (ve la lista de los próximos 15 notables que irán a la Cámara) se representan a sí mismos, no a los ciudadanos. Antes no sólo se les abrían las puertas, se les invitaba a entrar. Y no hablo sólo de los tiempos de Gómez Morin, hablo de los nuestros: Santiago, Paco Paoli, Fauzi, Josefina, Alonso, tú mismo, Ernesto, Roberto y muchos más son ejemplos claros. Ahora en cambio, le ha cerrado las puertas a los ciudadanos literalmente. A servidores públicos leales e intachables. Nadie se ha podido afiliar desde hace más de un año. Me refiero a los ciudadanos que de buena fe y motu proprio han querido hacerlo, particularmente en esta hora crítica del país donde renace la urgencia ciudadana de participación y la necesaria existencia de un instrumento adecuado para ello.
Corrijo, nadie que no sea de esa composición de intereses que dirige al partido, porque de la elección interna para acá, en menos de un año, han más que duplicado el padrón interno, con inserciones masivas que incluyen casos no sólo escandalosos, sino que rayan en la manipulación y en el fraude. Peor aún, el padrón interno no se puede consultar salvo en el número y nombres. Somos muchos los que hemos solicitado una copia para ejercer nuestros derechos políticos internos y se nos ha negado. Quienes están en esa coalición de intereses, en cambio, hasta mandan cartas de Navidad al domicilio personal y electrónico de todos los casi ya medio millón de militantes. Impedir el ingreso de mujeres y hombres de bien que espontáneamente quieren registrarse y a la vez afiliar corporativamente desde los gobiernos estatales, negar el padrón a disidentes internos, pero utilizarlo en provecho personal por Ustedes… ni el PRI se había atrevido a tanto. Y no hablemos, por ahora, de los recursos económicos que utilizan. Eso merece capítulo aparte.
Desde el fin del periodo de César Nava, breve pero por cierto nutrido en victorias estatales, más de las que ha tenido la actual dirigencia en 4 años, me abstuve de buscar un acuerdo para una candidatura consensual. Lo saben los candidatos y por eso, como bien mencionas, hubo varios. Pude haber tenido por supuesto mi propio voto y decisión, independientemente de que participaban varias personas cercanas a mí, como Paco Ramírez Acuña por ejemplo. Así que las victorias y derrotas de que hablas no son mías, pero les encanta imputármelas. Deberías menospreciar menos a tus propios compañeras y compañeros. Ellos, tanto o más brillantes que tú, han crecido y se han formado en convicciones sólidas, y han tomado su propio camino. Por una sencilla razón: no creo en los liderazgos que generan dependencias. Creo en el verdadero liderazgo que forma y libera, para que quien te siga pueda y tenga la posibilidad de ser mejor, y eso implica no sólo aceptar sino incluso estimular la discrepancia con quien ha sido seguidor. Ha sido la historia de muchos en el PAN en su relación conmigo, ¡qué bueno!. Con algunos coincido, con otros no, y no pasa nada. Y no digo que a pesar de ello, digo que gracias a ello siempre estoy lleno de amigos nuevos y viejos. Independientemente de que contrario a lo que dices, mantengo con la mayoría de los más relevantes compañeros de campaña una cercanía: Ernesto, Roberto, Javier, Juan Ignacio, Alejandra, Aitza, Rogelio, Bruno, Gerardo, Patricia, César, Guillermo, Florencio, Jordy, Gaby, Arturo y eso sin contar a los muchos que en todo el país participaron como Kana, Adriana, Hugo, David, Tarcisio, Beto, y muchos que me siguen honrando con su amistad y cercanía. Habría que agregar a Don Luis, a Diego, a Fernando y a muchísima gente, colaboradores de la campaña que siguen siendo muy cercanos amigos. Hay desde luego quienes se han alejado, es tu caso, afirmo por resentimiento. Hoy confirmas en tu texto por resentimiento, con el mismo con el que creo has exacerbado la distancia que dices lamentar entre Gustavo y yo. Muchos de los más queridos y más leales se han ido: Juan Camilo, Blake, Alonso… y a pesar de esa profunda tristeza, la cercanía de muchísimos, de varias generaciones, me acompaña y me hace muy feliz, de eso no te preocupes.
Pero aún suponiendo sin conceder que según la obsesión de ciertos Edipos sea yo siempre quien compite, no otros, déjame decirte qué pienso del triunfo y la derrota, esos impostores, como decía Kipling: En el PAN y en la vida política me ha tocado ganar y perder, y no he tenido el menor empacho en asumir lo uno y lo otro. Es más he ganado lo que muy pocos han ganado y como todos he también perdido. Cuando era frente al gobierno en condiciones autocráticas, incluso se perdía con honor. En lo interno, en la nitidez democrática de la contienda brotaba espontáneamente la camaradería castrense. Pero aquí, Juan, Ustedes están haciendo trampa.
Y no puntualizo una a una las cosas que están haciendo ni respondo a todas las mentiras que están diciendo, porque no es el momento. Aún en el mar de insultos e improperios con los que quieren provocar mi salida, aún ahí ha habido voces que, cosa rara, llaman a la mesura. Es lo correcto: habremos de discutir, y mucho, pero no es ahora. Por cierto, tu escrito no abona en nada al esfuerzo de militantes y candidatos en esta campaña que tan falsamente invocas. Para alguien que ha estado bajo constantes amenazas, incluso de muerte, esos escritos son nada, son como las bolitas de papel que te avientan en clase. Pero para nuestros adversarios –quienes por cierto trabajan muy coordinados con algunos de aquellos a quienes defiendes—son munición artera y mentirosa que mermará los esfuerzos de nuestros compañeros y amigos en las elecciones que vienen.
Por cierto, diles a tus amigos que hagan un lado su narcisismo, al menos por un rato, y que en lugar de hacer anuncios para sí mismos los hagan para las candidatas y candidatos que literalmente se están jugando la vida, como es el caso de Cocoa, y que necesitan todo el apoyo.
Deseo sinceramente que tengas paz y hagas un lado tanta amargura. Un abrazo.
Felipe