Ciudad de México, 28 de ene (SinEmbargo).– Al Gobernador Eruviel Ávila se le apareció el diablo. O, mejor dicho, ya llevaba algunos años ahí, en el Estado de México, pero ahora anda furioso. En realidad, la presente violencia y su parafernalia –torturas, decapitaciones– era previsible desde los días en que el ex mandatario Enrique Peña Nieto caminaba hacia la Presidencia.
Las claves están en el expediente penal del caso conocido como “michoacanazo”, por el que fueron a prisión 11 Presidentes Municipales, 16 altos funcionarios y un juez durante la pasada administración pública en Michoacán.
Si bien todos los funcionarios resultaron exonerados por las acusaciones, no sin ausencia de controversia, el documento permite ver que la Procuraduría General de la República del panista Felipe Calderón no sólo estuvo en capacidad de colocar en el berenjenal político y judicial al perredista Leonel Godoy, sino también al priísta Enrique Peña Nieto.
Santo y seña de cómo el diablo ya andaba por ahí y cómo las autoridades lo sabían quedaron asentados en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/205/2009 la causa penal 02/2009-II instruida por el Juzgado Segundo de Distrito de Procesos Penales Federales en el estado de Nayarit, y el toca penal 576/2009 resuelto por el Tribunal Unitario de Circuito de la Séptima Región.
SinEmbargo posee copia completa de estos documentos.
EN CONTEXTO, PASEO VIRREYES: Parece que la administración de Eruviel Ávila Villegas se encamina a romper todos los récords posibles… aunque, lamentablemente para los ciudadanos, no son por sus triunfos. Tan sólo durante el primer mes de 2013 se han registrado en la entidad mexiquense 75 muertes vinculadas con el crimen organizado, más del 10% de lo contabilizado durante 2012, cuando la cifra de muertes relacionadas con el crimen organizado fue de 523. Si las cosas siguen este ritmo, pronto se podría alcanzar el récord de 2012, cuando tan sólo en el mes de agosto se registraron 89 ejecuciones, según el conteo del diario Milenio. IR A LA INFORMACIÓN
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El Estado de México satisface tres intereses fundamentales del narcotráfico: posee, al sur, un territorio apto por clima, orografía y pobreza para la producción de marihuana, amapola y metanfetaminas; es una zona propicia para el tránsito aéreo y terrestre; al contener la mayor población del país, contiene también el mayor mercado consumo potencial interno distribuido en dos de las mayores zonas metropolitanas, el Valle de México y el Valle de Toluca, y es un haz de ejes de conexiones terrestres y aéreas.
Grandes porciones de su clase política han sido señaladas por la corrupción y cuenta con una compleja diversidad geográfica y de fronteras: colinda con Michoacán –donde la guerra es entre La Familia, Caballeros y Zetas–, Guerrero –se añaden los Beltrán Leyva, el Cartel del Pacífico Sur y otros–, Puebla –avance de Zetas y El Golfo de Veracruz hacia el centro–, Morelos –en guerra interna de las fracturas de los Beltrán Leyva y disputa con Los Chapos– y Querétaro. Por si fuera poco, es puerta de entrada y salida de la capital mexicana.
En los mapas elaborados por las agencias antidrogas y de inteligencia estadounidenses se establece presencia de todas las agrupaciones criminales en el Estado de México y el Distrito Federal. La diferencia, por ahora, es que en la capital apenas asoma la violencia. “En la Ciudad de México, el crimen organizado sí está organizado, en los demás sitios es un crimen desorganizado y por eso ocurre la violencia que a nadie conviene”, apuntala el experto y asesor de la ONU en el tema Edgardo Buscaglia.
No todo el crimen organizado en suelo mexiquense ha sido importado. Algunos grupos son de conformación propia. Uno es el llamado Cártel de Neza, con la peculiaridad de tener como cabeza a una mujer, Delia Patricia Buendía Ma Baker; uno más es el llamado Cártel del Centro y, otro más, La Mano con Ojos. Ninguno ha tenido mayor relevancia. Algunos de sus integrantes, por ejemplo, obtienen armamento asaltando policías municipales solitarios y desprevenidos. Sin embargo, la diferencia con la delincuencia común es fundamental: quienes asumen la etiqueta del narco también mutilan, clavan mensajes en el pecho de sus ejecutados o los cuelgan de puentes vehiculares.
El recuento de ejecuciones hecho por el diario Reforma muestra que, durante los primeros 24 días de 2013, el Edomex presenció 72 homicidios característicos del crimen organizado. En tierra del presidente los caminos de la muerte son diversos. Se mata en el sobrepoblado Ecatepec y en el mínimo Otzolotepec; en el árido Nezahualcóyotl y en el helado Zinacantepec; en los montes de Luvianos y en el industrioso Tlalnepantla. Se detienen ínfimos vendedores de piedra en los barrios polvorientos de Chalco y se permite la fuga de capos de los fraccionamientos residenciales de Huixquilucan.
Otro grupo de manufactura mexiquense, pero de ascendencia morelense es Guerreros Unidos, una escisión de los Beltrán Leyva, enemistados con estos y aliados con Los Caballeros Templarios, descendientes de La Familia Michoacana y en guerra con esta.
El resultado ha sido que el año pasado, según datos del mismo diario periódico, el ejecutómetro mexiquense creció, durante 2012, 23.3 por ciento con respecto al año anterior al pasare de 424 a 523 muertes de este tipo.
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Un cártel no se construye en pocos años. El pasado remoto de La Familia, según la DEA, es de algunos rancheros de cejas juntas y sangre caliente que sembraban marihuana desde 1980, bajo el liderazgo de Carlos Rosales Mendoza, un fumador empedernido con tos permanente. El Tísico, le llamaron. Entendió el negocio y se asoció con el Cártel del Golfo. Rosales fue detenido en 2004.
Cuando “Ricardo”, un testigo protegido, declaró durante 2008 y 2009, los jefes de La Familia eran Dionisio El Tío o El Licenciado Loya. Alrededor de 55 años de edad, piel blanca, ojos claros, 1.80 metros de estatura y fornido. Originario de Apatzingán, tenía por funciones la compra funcionarios de todos los niveles, preferentemente policías. También coordinaba con todos los partidos políticos la selección de los candidatos y sus colaboradores en las diferentes presidencias municipales, no solamente en Michoacán.
Subordinados a él, en los tiempos de la propagación michoacana al Edomex, estaban Jesús El Chango Méndez, ya detenido; Servando La Tuta Gómez, entonces encargado de Arteaga y Lázaro Cárdenas y ex capitán del Cártel del Golfo, grupo del que se desprendieron los militares de élite que asumieron el nombre de Zetas y cuyo líder, Heriberto Lazcano, envió a un tamaulipeco como encargado de la Plaza de Lázaro Cárdenas.
Si se buscan razones para explicar la existencia de La Familia se encontrará que los michoacanos no querían el control tamaulipeco. Preso Osiel Cárdenas, no debían más obediencia que a ellos mismos. En 2006, la organización proclamó su independencia del Cártel del Golfo y de los Zetas. Se levantó en armas. “La Familia no mata por paga, no mata inocentes. Sólo muere quien debe morir. Sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”, arengaron en una de sus primeras mantas. Algo más de La Tuta: es enemigo mortal de un hombre hecho en el Cártel del Milenio o de Los Valencia, también michoacano: Juan José Farías Álvarez, contacto de Zhen Li Ye Gon, el supuesto empresario chino de la pseudoefedrina a quien incautaron 205 millones de dólares. Y algo más sobre Farías: en diciembre de 2006 asesinó en Naucalpan, Estado de México, a Felipe Zavala McGregor, primo político del recién asumido presidente de la República Felipe Calderón.
Nazario Moreno es otra figura clave en el embrollo mexiquense. Si se revisan sus direcciones, se tiene claro su pasado en el Cártel del Golfo. Alguna casa en Matamoros, otra Nuevo Laredo, una más en Monterrey. Pero es de Guanajuatillo, Michoacán. Es un prolífico benefactor de la gente y hábil comprador de su protección. Habría muerto a manos de la DEA y la Marina mexicana, pero en la Tierra Caliente se dice y se dice que ese hombre está vivo y en el trono de los Caballeros Templarios de Michoacán.
La propaganda, elemento constante y definitorio de los Caballeros Templarios de Michoacán, ha mantenido presencia en calles y pueblos del estado.
El 24 de enero de 2011, hace dos años casi justos, los narcotraficantes desplegaron mantas en varios sitios de su estado. Anunciaron –falsamente– el fin de su anterior organización, La Familia Michoacana. En su emersión pública, el 10 de marzo de 2011, colocaron 30 anuncios en las calles de varias ciudades del estado.
“A partir del día de hoy estaremos laborando aquí las actividades que antes realizaban los de La Familia Michoacana (…) Estaremos a la orden de la sociedad para atender cualquier situación que atente contra la integridad de los michoacanos” en referencia a quienes mantuvieran colaboración con el Chango Méndez, actualmente preso, por la supuesta renovación de un pacto con Los Zetas.
Y por esa enemistad de El Chayo y El Chango, las sucursales del narco michoacano en el Estado de México se desdoblaron y enfrentaron hasta el fundamentalismo religioso.
“Tiene una poderosa base religiosa”, dice un resumen ejecutivo de la DEA. “Y una mentalidad tipo Robin Hood: robar a los ricos para dar a los pobres. (…) Son extremadamente violentos.
“Compran directamente toneladas de cocaína colombiana o a través de Venezuela, Panamá y Guatemala. Sus células de operación independientes han sido identificadas en Houston, Dallas, Atlanta y en varios sitios de California el Norte de Carolina”.
Este es el tamaño de su negocio.
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En mayo de 2007, antes de la ruptura, La Familia Michoacana designó a Saúl Solís El Lince, un ex jefe policíaco, como su encargado en el Estado de México y el DF. La misión: controlar la distribución y venta de cocaína, marihuana e ice; cobrar cuotas de protección a propietarios de bares, discotecas, lotes de autos y vendedores de discos piratas, y eliminar a cuanto Zeta y Beltrán Leyva se pudiera.
La decisión se tomó en un rancho de La Familia, cerca de Nueva Italia. La avanzada al Estado de México colocó a El Lince como el inversionista inicial para el pago de sicarios, compra de vehículos, armas y drogas. La inversión se recuperaría con secuestros y venta de droga en la misma plaza. Funcionó algunos años, hasta que El Lince fue capturado en septiembre de 2011, pero ya no como enviado de La Familia, sino como lugarteniente de Los Caballeros Templarios.
Del emplazamiento de Solís al Estado de México –y la obligada guerra que vendría– el gobierno federal supo por las declaraciones de un hombre apodado El Chino dentro del legajo del michoacanazo.
En el documento se lee que un hombre joven de nombre Marco Antonio Vázquez y apodo El Chino se hizo narco en Coacalco, Estado de México. Lo detalló él mismo ante el ministerio público federal el 9 de junio de 2009. Tiempo atrás, se unió a La Familia Michoacana por invitación del Cuervo, un hombre a quien conoció a través de Ángel Arellano Flores, entonces delegado de Combate a la Delincuencia de la procuraduría mexiquense en Ecatepec.
La Familia necesitaba gente en Coacalco para identificar tienditas de droga y averiguar su pertenencia. El Chino obtuvo el empleo en el nivel más bajo, con sueldo de 8 mil pesos mensuales. La primera lección sobre el significado de la lealtad llegó rápido. La Familia ejecutó al Cuervo cuando se enteró que éste le robaba. El destino del comandante Ángel Arellano no fue muy distinto: cinco tiros frente a su esposa mientras compraba tamales el 24 de septiembre de 2008, el primer día en que el ejército entró al estado de México para pelearse con el narco.
El Chino pertenecía a una región de la mafia michoacana que incluye Coacalco, Tultepec, Tultitlán, Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli, Tlalnepantla y Naucalpan, donde opera un centenar de mafiosos divididos en al menos 10 células. Por ejemplo, la célula de Jeanluca, cuenta con un abogado que paga o pagaba los sobornos a funcionarios mexiquenses. La nómina asciende a 1.5 millones de pesos. El grupo del Roski levantaba y ejecutaba vendedores de droga que no trabajan para La Familia.
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Los matones del Chino estaban encarnizados con una familia de policías apellidados Martínez de la Vega. El 29 de noviembre de 2008, emboscaron a Ernesto, oficial de Coacalco. En febrero de 2009 siguió su hermano Mario, pero sobrevivió al único balazo que le acomodaron. En abril tocó turno a Roberto, policía municipal de Ecatepec y, hasta poco antes de que le metieran 90 tiros de AK–47, escolta del polémico obispo Onésimo Cepeda antes de su retiro.
La razón de La Familia era simple e imperdonable. Los hermanos Martínez de la Vega no eran más que Zetas vestidos de azul. Todo esto durante el segundo gobierno municipal del hoy Gobernador Eruviel Ávila, a su vez político de la mayor cercanía con el obispo Cepeda.
Los demonios andaban sueltos. Las células de Francisco Calderón Ceja El Riata y El Nico ejecutaron al secretario particular del presidente municipal de Coacalco, Eduardo Manzur, en diciembre de 2008. Un tipo identificado como El Zopilote explicó que el empleado de gobierno también trabajaba para la última letra.
La nómina de La Familia Michoacana incluiría al coordinador de la Agencia de Seguridad Estatal en Coacalco, un comandante de apellido Castillo. En el municipio de Melchor Ocampo, el hermano del presidente municipal recibiría dinero para controlar a la policía municipal. También estarían comprados algunos jefes policíacos de Jaltenco, Nextlalpan, Zumpango y Tonanitla.
En la policía ministerial del estado, La Familia tendría un empleado de apellido Albarrán y a otro llamado Noé Alarcón. Además, se habían metido a la Unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo de Ecatepec a través de los bolsillos de un comandante de la ministerial y un policía federal. No se revelaron los nombres: no hubo investigación.
El Chino fue detenido en el Distrito Federal y declaró todo. Hasta que lo habían asaltado los mismos policías federales que lo presentaron ante el ministerio público. Se dijo despojado de 16 mil pesos, un anillo de oro blanco con un zafiro estrella y dos brillantes, dos cadenas Cartier de oro con imágenes de Cristo.
Hoy, la nueva de los cárteles mexicanos coloca a La Familia en un nuevo pacto renovado con El Golfo y, por primera vez, con el Cártel de Sinaloa. En el eje opuesto operan el Cártel de Juárez, los Beltrán Leyva y Los Zetas, viejos hermanos de La Familia. En la ecuación se integran 20 o 30 agrupaciones satelitales más, según el procurador Jesús Murillo, quien nada o casi nada ha explicado de la situación en el Estado de México, donde el diablo ya andaba desde que ahí gobernara el presidente Peña Nieto y quien apenas ha insinuado su preocupación por el asunto.
@HumbertoPadgett