Chilapa (México), 27 may (EFE).- La región de la montaña de Guerrero es la meca del cultivo de amapola en México y Chilapa su paso necesario para transportarla, una ubicación que convierte a este municipio en un polvorín que estalló hace dos semanas, cuando la ciudad estuvo sitiada por personas armadas durante cinco días.
Jornadas de pánico que arrancaron el 9 de mayo en las que “nadie podía salir” a la calle porque “los que salían los levantaban (secuestraban), los golpeaban o los extorsionaban”, asegura a Efe José Díaz Navarro, vecino del municipio.
En los últimos meses este maestro se ha convertido en experto en la geoestrategia de los cárteles de la droga que operan en la zona, Los Ardillos y Los Rojos, pues los primeros desaparecieron hace medio año a cinco de sus familiares y, ante la inoperancia de las autoridades, emprendió una investigación particular con la que averiguó “el 70 por ciento de la película”.
Por ello sabe que no volverá a verlos y ya no los llama desaparecidos. “Lo que está desaparecida es la investigación”, cuenta en un restaurante de Chilapa frente a los familiares de otros desaparecidos, los que han hecho saltar las alarmas de la extrema violencia existente en el municipio.
Las catorce familias que tras el sitio, el segundo producido en un año, asegura Díaz, denunciaron la desaparición de uno de sus seres queridos y que extraoficialmente son una treintena porque hay “muchos otros casos donde no existen las denuncias por temor”.
Díaz, quien actúa como portavoz de las familias, hace un diagnóstico claro de su caso, ampliable al problema actual: fue “un acto de venganza de Los Ardillos contra Los Rojos”, ya que “agarran a quien sea”, pues “lo que importa para ellos es dejar un mensaje con número de cuerpos, decapitaciones, desmembramientos”.
Y es que Chilapa está dominada por Los Rojos, esos a los que los habitantes prefieren no mirar. “Los grupos de hombres armados se han pasado aquí a todas horas del día, pero para evitar tener un problema con ellos pues cuando van pasando allá uno voltea acá”.
Pese a que se declaran ajenos a todo esto, añade Díaz, los narcos los están “etiquetando”. “Todos los de las otras comunidades son Ardillos y ellos nos denominan a todos los de Chilapa y estas comunidades de Rojos y hay muchos que no tenemos nada que ver”.
Esta clasificación también se está haciendo a nivel político, en plena campaña electoral, que se hace notar en las calles de Chilapa con las pegadizas canciones en coches con megafonía, como si allí no pasara nada.
“Ya se etiquetan que Los Rojos son del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Los Ardillos del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Esta situación se está poniendo cada vez más difícil porque dentro de la política está operando el narcotráfico o la delincuencia organizada”, agregó.
Hace unas semanas y después de un acto de campaña, el candidato del PRI a la alcaldía, Ulises Fabián, fue asesinado a balazos. Cuentan que fueron Los Ardillos.
Pero la existencia de una posible vinculación política va más allá de los rumores, pues llega hasta los vínculos sanguíneos. Bernardo Ortega, hoy presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso de Guerrero, era hijo del líder de Los Ardillos, Celso Ortega, detenido, liberado y ejecutado.
El político del PRD es, por tanto, hermano de los principales líderes de Los Ardillos, con quienes, asegura, no tiene relación.
En aquellos días de sitio, Chilapa no estaba solo, pero lo parecía. Fuerzas del Ejército andaban por las calles, omisas a la petición de ayuda de los ciudadanos.
“A la vista de ellos (los narcos) hacían lo que querían y ellos (los militares) no hacían nada. Mis hijas fueron a decirles (de una desaparición) y ellos les dijeron que no podían hacer nada porque no tenían la orden de actuar”, cuenta a Efe Lucina Reyes Carrasco, madre de uno de los jóvenes.
Alexandro Nava Reyes, de 21 años, lleva desaparecido desde la noche del 10 de mayo. Era transportista, un joven trabajador. “Mucha gente dice que se lo llevaron porque es Nava y la persona que andan buscando es Nava y ellos piensan que somos familiares”, señala.
Al irrumpir en el municipio, los presuntos líderes comunitarios exigieron “tres cabezas” de líderes Rojos. “Si ellos están peleando lo que están peleando que investiguen, que no agarren gente inocente”, sostiene esta madre entre lágrimas, cansada de dar entrevistas, pues lo único que quiere es volver a ver a su hijo.
Y reclama al presidente municipal, Francisco Javier García, que no estuvo cuando sucedieron los hechos y al gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega, que llegó al lugar 15 días después.
“A veces llegamos a pensar que a lo mejor él (Ortega) está de acuerdo con ellos porque él dejó que hicieran lo que quisieran y no movió ni un dedo”, apunta.
El origen del conflicto de Chilapa es su ubicación, abajo de la montaña guerrerense, donde se cultiva gran parte de la droga de moda en Estados Unidos, la heroína, producida a partir de la amapola.
Estudios de la agencia antidrogas DEA y datos de las propias autoridades mexicanas de decomiso de este opiáceo muestran un aumento notable de su consumo y, en consecuencia, una incremento del precio y de la producción en México.
Después de que la policía comunitaria llegara a Petaquillas, otro importante punto estratégico, Chilapa se ha convertido en el paso necesario de esta droga y, por lo tanto, en la plaza a conquistar para sacar la mercancía desde el sur, rumbo al norte.