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Adela Navarro Bello

26/09/2018 - 12:00 am

Abrazos de AMLO a gobernadores

El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se ha tomado unos días para emprender su gira de la victoria. Cual rockstar de la política mexicana sigue aprovechando la empatía y el apoyo que la sociedad le prodiga, para mantener la popularidad y estar vigente en estos más de 60 días que quedan para su toma de posesión.

No es nada halagadora la fotografía. Foto: Cuartoscuro.

El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se ha tomado unos días para emprender su gira de la victoria. Cual rockstar de la política mexicana sigue aprovechando la empatía y el apoyo que la sociedad le prodiga, para mantener la popularidad y estar vigente en estos más de 60 días que quedan para su toma de posesión.

Nadie como López Obrador para el manejo de las emociones en los electores mexicanos. Ciertamente el último proceso del cual salió –finalmente- victorioso tuvo otro elemento de hartazgo social que se sumó a la campaña del tabasqueño: la cínica, evidente y abundante corrupción.

El hartazgo de la sociedad frente a los actos de corrupción por parte de gobernantes y funcionarios federales, estatales y municipales, fue un soporto considerable para el triunfo del fundador de Morena. De eso no hay duda. Los casos de los ex gobernadores Javier Duarte, César Duarte, Tomás Yarrington, Roberto Borge, por mencionar algunos priístas, abonaron mucho a esa desconfianza social. Uno encarcelado en México, dos en el extranjero y uno más prófugo, se convirtieron los ex gobernadores en el símbolo de la corrupción del Partido Revolucionario Institucional.

A pesar que los cuatro son investigados, en el caso de tres han sido detenidos, en el mismo sexenio de quien los apoyó incondicionalmente, como lo es el presidente Enrique Peña Nieto, la falta de sentencias firmes, castigos ejemplares para los corruptos, fueron elementos que no obraron a favor del priísta del Estado de México y sus candidatos. Sí, son corruptos, sí los detuvo, pero no han sido sentenciados, y ante la deficiente labora de los fiscales de la Procuraduría General de la República, siempre estará latente la impunidad política para los corruptos.

El mismo gobierno de Enrique Peña Nieto ha dejado “escapar” a otros. De hecho a los Duarte les dio el tiempo suficiente para que abandonaran el país, lo mismo sucedió con la esposa del ex gobernador de Veracruz, Karime Macías, a quien sin investigarla en tiempo y forma permitieron la huida. Ahora, que los mexicanos se enteran por una indagación periodística que los Duarte, Javier y Karime, poseen más de 90 propiedades en México y en el extranjero, y que la mujer viva con plena impunidad en el centro de Londres, es una bofetada social terrible, y un cínico acto de impunidad desde el gobierno federal.

Eso sin contar los casos de presunción de corrupción más sonados en la administración de Enrique Peña Nieto, ya sabe, casa blanca, estafa maestra, socavón, desvíos de recursos, contratos a empresas fantasmas, moches, y un largo etcétera.

En esas condiciones el presidente electo anda de gira por los estados de la República, dando abrazos a diestra y siniestra a los gobernadores, muchos de los cuales han sido señalados también de actos de corrupción, abuso de poder y desvío de recursos.

No es nada halagadora la fotografía. Ver al futuro presidente de México, al que prometió combatir la corrupción, caminando sonriente al lado, por ejemplo, de Francisco Vega de Lamadrid, el Duarte de Baja California. Señalado por la Auditoría Superior de la Federación de desviar recursos, acusado por su sociedad de excesos como endeudar al estado por los venideros 35 años, otorgando millonarios contratos, y representante de un gobierno que ha sido denunciado por diputados locales y ciudadanos por estos excesos y la presunción de corrupción.

López Obrador llegó a Baja California y se dejó ver con el gobernador, con la esposa de este, con los hijos de ambos, con los funcionarios panistas de administraciones que se presumen corruptas, y entidades desde las cuales orquestaron campañas contra la propia figura de López Obrador y sus candidatos en la elección de julio.

Cuando no era presidente electo, en una de las tantas visitas del de Morena a Baja California, se refirió al gobernador Francisco Vega como “muy corrupto” (aquí le dejo el enlace https://www.youtube.com/watch?v=zxmxWgUDc_M ) acepción con la que muchos coinciden. Por eso verle ejecutar su premisa de “abrazos” incluso con los gobernadores que le han fallado a sus gobernados, parece no ser signo premonitorio de justicia.

Hay otros casos. Ya se reunió López Obrador con Manuel Velazco de Chiapas, y también tuvo acto oficial con Alfredo del Mazo del Estado de México, político priísta que fue señalado de trampas electorales cuando en 2017 le ganó el gobierno de aquella entidad a la abanderada de Morena y candidata de AMLO al Edomex, Delfina Gómez, quien por cierto, también estuvo presente en la reunión del priísta mexiquense.

Resalta que sin ser presidente constitucional, los gobernadores –de cualquier partido- le den Andrés Manuel López Obrador el trato de visitante oficial de la presidencia de la República. Que detengan las actividades para recogerlo en el aeropuerto, que lo lleven a las oficinas institucionales y realicen incluso actos oficiales, cuando el de Morena realiza una gira político-partidista para agradecer los votos que le concedieron los electores en los estados el 1 de julio.

Es evidente que ya no hay presidente de tiempo completo en México. Enrique Peña Nieto se está reservando para actos oficiales de gran calado, la celebración de la independencia, la visita a la Organización de las Naciones Unidas, y su rudimentaria carrera de comediante, cuando ha dejado de atender asuntos graves para el país como la crisis de los servicios médicos forenses, el descubrimiento de narco fosas y las inundaciones en Sinaloa y Sonora, para utilizar la oficina de la presidencia y grabar su participación en el programa de un comediante.

Peña Nieto pasó de ser un obstáculo para la justicia contra los corruptos, a un personaje de comedia. Ojalá que los abrazos de Andrés Manuel López Obrador no muten, una vez que se juramente presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, en obstáculos para investigar a los mandatarios locales. En contraparte, que investido presidente, cumpla con su promesa de justicia y combate a la corrupción.

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